Nos escribe Patricia (54 años, Bahía Blanca): "Hola Luciano, te escribo para hacerte una consulta por una de mis hijas. Tiene 13 años y me parece que empezó con una fobia. Dice que los sapos le dan asco, pero yo no sé de dónde sacó esto, porque arrancó en el verano y pensamos que con el tiempo se le iba a pasar, ahora sapos no hay, pero ella sigue con ese miedo. También nos preocupa que en este tiempo se volvió más exigente con la escuela y vemos que se pone mal ante los exámenes, pero nunca tuvo ningún problema. Es una excelente alumna. ¿Tendríamos que hacer una consulta?"
Querida Patricia, muchas gracias por tu consulta, que incluye diferentes aspectos y quisiera considerar en toda su complejidad. No tomes mi palabra como definitiva, voy a darte solo un punto de vista, con muy poco conocimiento del caso y más bien a partir de algo típico.
Por un lado, por la edad de tu hija, pienso que está en pleno comienzo del proceso adolescente. Y aquí quisiera destacar un rasgo diferencial: en las adolescentes, suele ser común que aparezca una progresiva transformación de la sensibilidad. Diría que no se trata de una fobia lo que a ella le ocurre, no es necesario patologizarla. Más bien se trata de un reajuste del modo de sentir en función de lo que viene.
¿Qué viene? Fijate que ella dice que le da "asco", es decir, no se trata tanto de un miedo. Algo semejante escuché en adolescentes que, por ejemplo, dicen que cierto tipo de roces les molestan, es una cuestión sensible. Es claro que no se trata del miedo a que un perro las muerda, ni a otro tipo de ataque; podría tratarse también del rechazo que en esta etapa empiezan a despertar cucarachas o ratones. En última instancia, ellas saben que estos son inofensivos, pero –como dice la expresión– "es una cuestión de piel".
Entonces, ¿qué viene? Viene toda una etapa en la que es muy importante que ella empiece a reconocer sus límites corporales, que sepa qué le gusta y que no… para poder decir que no, cuando algo no le gusta o no lo quiere. El asco es una frontera sensible muy importante, es parte del conocimiento de la sensibilidad femenina.
Después de decir esto último, aclaro: no estoy diciendo que las mujeres sean más sensibles, ni que se definan por su sensibilidad; también estaría de acuerdo si me dijeran que algunos de estos rasgos se explican por condiciones sociales e históricas. Sí, pero lo que ocurre es que toda esta explicación no impide que a tu hija le pase lo que le pasa. Y a mí me parece importante que no patologicemos y que, además, veamos esta diferencia como una potencia.
Por condiciones culturales, es común que los varones se desarrollen más en lo que se llama "pulsión de apoderamiento", es decir, que vayan más hacia-afuera y su registro del cuerpo sea más funcional y menos receptivo. Sin duda este es un costo para ellos, ya que los deja en una actitud más instrumental. Que la adolescente tenga la chance de una exploración de su sensibilidad, con una barrera tan clara –de inicio– como es el asco, es parte de un crecimiento.
Por otro lado, cuestión escolar. Si la interpreto de manera asociada a la cuestión de la sensibilidad, también creo que se debe a un rasgo de feminización creciente: mientras que los varones actúan en función de corroborar su potencia y se encuentran con efectos parciales, a las mujeres –por decirlo así– se les juega lo que son con el resultado; dicho de otra manera, se identifican mucho más con lo que se espera de ellas.
Sin duda aquí también se trata de variables que la sociedad impone, a través de los modos de vida y que, además, están en proceso de transformación. El punto es que, en el medio de esos cambios, seguro es más frecuente encontrarse con adolescentes que la pasan mal, porque no pueden evitar decir que les fue mal en un examen y después ver que se sacaron la nota máxima.
En este punto, es importante acompañar y sobre todo darle lugar a un tiempo en el que es importante conversar con las adolescentes acerca de la dependencia que impone la expectativa de los demás, cómo ser la "mejor" (de la clase, la más linda, etc.) muchas veces no tiene que ver con un deseo personal, sino con una satisfacción narcisista que se propone como remedio para evitar la angustia de sentirse desvalorizada.
Para concluir, querida Patricia, creo que estaría bueno que hagan la consulta, pero no porque se trate de un caso patológico, sino quizá para despejar inquietudes y como un camino para transitar una etapa fundamental de la vida. Puede ser que un adolescente pase por este proceso sin ningún síntoma, pero el costo puede ser que lo haga de manera puramente adaptativa. Así que mejor que aparezcan exteriorizaciones, porque puede ser la forma en que se acceda, a través del trabajo anímico, a una existencia auténtica.
(*) Para comunicarse con el autor: [email protected]
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