Sergio Massa es menos un hombre político que un animal del poder. El 2 de julio de 2022 renunció Martín Guzmán ante un presidente inocuo y con una vicepresidenta condenada en primera instancia -por fraude en perjuicio de la administración pública- a 6 años de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos. El "blue" valía aquél día $230 y la inflación cerró el mes al 78,5% interanual.
Hoy esos valores son $980 y 138,3%; la pobreza supera el 40%. Los salarios perdieron 4,8% en lo que va del año. Batakis mediante, el ministro empeoró todos los indicadores; ganó la elección bajo la consigna "con qué, con quién", pero sin decir cómo, sin plan.
Ni los efectos de la sequía, que le restaron US$20 mil millones a la economía del país, lo hicieron dudar en el camino. Préstamos chinos por US$11.500 millones en condiciones secretas y pagadiós a los importadores a los que se les adeuda US$42 mil millones, hacen palidecer el crédito del FMI a Macri. Las Leliqs requieren imprimir $2,3 billones por mes sólo para pagar intereses de la deuda del BCRA con bancos operando bajo la extorsión de esa bomba que el Estado no puede pagar -salvo con híper- y que es el respaldo de plazos fijos que el gobierno alienta.
El dólar paralelo se disparó en la gestión de Sergio Massa como ministro de Economía.
¿En el fuero íntimo del candidato anida la convicción de que heredará lo que el ministro le deja? Eso incluye el costo no presupuestado del 1,5% a 2% del PBI con el que financió su campaña, 40% del cual lo retaceó de cuentas provinciales. No hubo ley, interés público o pudor que lo detenga; a las fronteras de la República, la autocracia es la marca de gestión.
¿Cuánta tolerancia le otorgará la sociedad al nuevo presidente? Tal vez no lo leyó, pero en el espejo de Alexis de Tocqueville Massa se mira extrapolando aquello de que la riqueza en la opresión y la explotación -la corrupción encarnada en Insaurralde- se toleran si el poderoso encarna eso: el poder.
Sergio Massa protagoniza el régimen patrimonialista que en la calle se conoce como capitalismo de amigos. Nada está ni estará a su nombre; pero de los negocios del Estado se desprenden las licitaciones y contrataciones que repartirán a discreción beneficios bajo la formal legalidad de ocasión.
Sergio Massa, candidato a presidente de la Nación. Crédito: Reuters
La convocatoria a "los mejores" de todas las fuerzas añade, bajo aparente contradicción, es el síntoma de la autocracia que ya intentó el primer kirchnerismo con la transversalidad; la unidad nacional es el rótulo bajo el cual el peronismo de Buenos Aires desdibuja la alteridad territorial e institucional, licúa los contrapesos, relaja los controles y debilita el federalismo .
El grado -y modo- de acercamiento a medios y periodistas, dará la talla de arquitectura de poder. La consigna implícita es sometimiento o silencio.
La tentación con cargos a la oposición reconfigura el viejo sueño peronista del partido único. Es por vía del patrimonialismo que el candidato de Unión por la Patria tiene socios en la UCR; es por gracia de los incapaces egos de Juntos por el Cambio que la oposición se dividió para su excluyente beneficio. La inconsistencia personal de Javier Milei para encarnar el poder, es una alternativa que empeora el escenario.
De la alianza con Máximo, Massa reclamará las bases kirchneristas bonaerenses como fuerzas de choque en caso de necesidad. A imagen y semejanza de lo que Néstor hizo con su mentor Duhalde, consolidará el negociado pase a retiro de Cristina, con modos diplomáticos pero inexorables. No se concibe repitiendo el rol de Alberto; tampoco pondrá presa a la vicepresidenta ni echará a los ñoquis de La Cámpora.
¿Avanzará el nuevo oficialismo con una reforma judicial y al Consejo de la Magistratura? La UCR, los legisladores de las listas "libertarias" supuestamente infiltrados por el Frente Renovador, la izquierda, serán a su turno los interlocutores de negociaciones que Massa sabe llevar como pocos. Son intercambios a los que conoce como efectividades conducentes o por imposiciones, muy utilizadas cuando Cristina sometía a los gobernadores para garantizarse adhesiones a cambio de asistencias del poder central.
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