Por Lic. Prof. Damián L. Sarro
Por Lic. Prof. Damián L. Sarro
La escritora Alba Vera Figueroa (Tucumán, 1951) ha sabido trazar un sendero literario que se entrelaza entre la escritura ficcional independiente (su primer libro data de 1995), las antologías y las premiaciones, a la par de su formación escrituraria en talleres literarios y en ámbitos académicos (cursó la carrera de Letras en la UNL entre 2011 y 2014, aunque no la concluyó). Con su última publicación, nos presenta un conjunto de relatos que pueden leerse, entre otras posibilidades, como un tejido de significantes unidos por lazos diegéticos que configuran el terreno textual, un espacio donde conviven diez relatos distribuidos en tres partes.
La alusión al tejido no es azarosa, es una clave de lectura para entrar a este microuniverso literario rodeado de varios lazos que sostienen la narración; en este sentido y para este artículo, es posible comenzar por la tercera parte, la última, donde se articula la mitología helénica de la mano de Ulises, Penélope y Telémaco con referencialidades a la historia política argentina; contemplamos a una Penélope que interpela a la "señora de la Justicia" y se compenetra con la situación nacional haciéndose presente; "Penélope en Tucumán nunca volverá a tejer, al menos es telar" (p. 117) y desde aquí se puede comenzar con una posible interpretación: el tejido se va trenzando en los distintos relatos con voces disímiles pero unidas por el mismo lazo, es decir, por la potencialidad que reúnen ciertos significantes en este libro-telar.
En los relatos de la primera parte, los significantes Belgrano, realistas, Tucumán, éxodo, Perón, dictadura y exilio, entre otros, adquieren un valor de tal envergadura que habilita la reflexión metalingüística desde la misma superficie textual, ergo, una especie de introspección en las relaciones entre la palabra y su(s) significado(s), procedimiento que la voz narrativa nos induce a concretar cuando interpela esta serie de significantes diseminados en el telar narrativo: "Y eso me lleva al delirio –no puedo llamarlo otra cosa– de suponer que mis palabras están cargadas" (p. 56), "Nunca pensé que exilio, esa palabra, tendría el sabor ahogado de lágrimas sazonadas de condimentos resonando a guaraní" (p. 61), "Ella piensa que es esa palabra: causa […] Si no tuviese la 'u' sería casa, divaga" (p. 74) y la lista sigue. En este énfasis por reflexionar, por volver la mirada sobre la misma escritura a partir de estas palabras –de estos significantes– se genera una potencialidad de los respectivos significados que, en el telar narrativo, toman un valor polisémico; este mecanismo nos permite pensar en el valor del signo lingüístico, pensar también en el lingüista ruso Valentín Voloshinov (1895-1936), quien afirma que "el significado de una palabra está totalmente determinado por su contexto. En realidad, hay tantos significados para una palabra como contextos para su uso" (1). Esto es lo que sucede en el telar narrativo de Vera Figueroa, ya que esas palabras mencionadas anteriormente eclosionan en un crisol de significados que nutren el terreno textual.
Este método narrativo influye para que, en esta primera parte, la interpretación de los seis relatos se incline hacia una lectura fuertemente política dentro de la ficcionalización condimentada con una perspectiva de cierto revisionismo histórico. En el primer cuento, por ejemplo, la densidad semántica de los significantes sobrevuela todo el telar narrativo: realistas, Irreales y éxodo; así, en esta lectura, ya tenemos las reglas del juego que, a modo de prolepsis o flashback, se irán tejiendo a lo largo de toda la superficie textual: "Al general Belgrano y a sus hombres se les atraviesa la palabra realista incrustada en esos pueblos apenas tangibles y querrán borrar del horizonte tucumano a ese paredón uniformado" (p. 14). En el segundo relato, La quinta lluvia, la conjunción entre los significantes maestra, Belgrano, patria y Tucumán permite generar un clima de misterio al tiempo que la narración interpela la historia patriótica desde la mirada institucional de la escuela: "Qué impulsa a alguien de esa condición [Belgrano] a decidirse y luchar por la independencia de un pueblo" (p. 30).
En la segunda y, explícitamente, en la tercera parte, la mirada de lo político nacional como eje articulador cede lugar a otros tópicos, aunque aquella no se diluye en el mare nostrum diegético: la figura del dictador Franco, el Mundial del 78 y la mitología griega, mejor dicho, la tríada homérica que se mencionó anteriormente. El último párrafo del libro versa así: "Ahí están… los hacedores de historias –los tejedores de Homero–. Penélope los ve llegar…" (p. 123), y esta frase es, justamente, una sutil referencia a Los Irreales en su integridad semántica: voces hacedoras de historias que tejen, cual telar homérico, vericuetos donde habitan personajes y personificaciones históricas en una tensa armonía, si se acepta el oxímoron. Quizás nosotros –lectores– seamos como Penélope intentando destejer, desmembrar, deshilachar las tramas narrativas que subyacen en los significantes aludidos.
¡Que comience la travesía!
(1) El signo ideológico y la filosofía del lenguaje, Ed. Nueva Visión, Bs. As. (1976), p. 100.