Nadie, ni hasta al más desavisado de los políticos de nuestro país se le pasó el dato. En medio de los cánticos, bombos y ritualidad peronista Cristina Fernández se mandó un exabrupto, que implica una apropiación, otra más, de la historia: "Muchachos, acá lo único nuevo que hay somos nosotros, el cambio, los que cambiamos a la Argentina después de la crisis del 2001 fuimos nosotros. Acá lo único nuevo que hay en la Argentina somos nosotros. Con ese 22% de votos de quien fuera mi compañero de vida, que se cargó el país al hombro aunque el país se lo llevó puesto a él", se escuchó en el estadio Diego Armando Maradona de La Plata.
Siguieron los aplausos, el tronar de redoblantes y bombos para subrayar la sentencia de la máxima líder del kirchnerismo. Entre su público nadie se atrevería a señalarle que había incurrido en un lapsus o, peor, en una tremenda mentira. Todos saben, y está escrito en la historia política y económica, que el país, cuando asumió Néstor Kirchner la Argentina se encontraba en una situación que distaba muchísimo de aquella que concluyó con la crisis de 2001. Eran país que crecía y que había reducido la inflación al 5 % anual.
Pero este tipo de cosas parecen no importar demasiado. La historia, puede ser reescrita tantas veces como se quiera diría algún dirigente próximo a la vicepresidente. Desde meter mano en el Nunca Más para hacerlo más próximos a los intereses partidarios como también hacer desaparecer al Indec cuando los números de pobreza comenzaron a incomodar al gobierno de Cristina, pero también exagerando con el pago de la deuda o la supuesta batalla para con los fondos buitres. Verdades a medias, exageraciones o, directamente, mentiras.
Pero habrá que reconocer que en esa construcción del relato, hay buenos frutos. La intención de voto se mantiene medianamente alta en la provincia de Buenos Aires y sigue siendo la dirigente con sesgo peronista más importante de la Argentina. Tanto, que un intendente bonaerente no dudó en colocar a CKF a la misma altura de San Martín y Belgrano...
Pero retomando el acto que tuvo lugar en su ciudad natal, Cristina Fernández dejó al descubierto que algunas de sus banderas están siendo arriadas. Más allá del uso del "nosotros" para contar la historia, hizo una fuerte apelación al peronismo buscando una identificación y sepultando en la historia a Unidad Ciudadana, aquel intento de cortar con el justicialismo que tanto la incomodaba: "El objetivo de siempre es suprimir al peronismo. Decían sin Cristina no hay peronismo… Posiblemente dividido, fracturado, enfrentado, inocuo y neutralizado para cualquier proceso de cambio. El viejo proyecto de siempre, la desaparición del peronismo".
Por eso eligió el 17 de noviembre para sentar las bases de su campaña. La vicepresidente busca hablarle al peronista bonaerense para conservar esa cuota de poder que se le está escurriendo desde hace un tiempo. Y también, otra mentira, decir que el gobierno de Alberto Fernández no es el suyo, como si el actual mandatario hubiese llegado a la Casa Rosada por mérito propio y sin tuit de lanzamiento por medio. Nuevamente el relato y la necesidad de mostrarse como "lo nuevo" y, a decir verdad y luego de casi 15 años de gobierno, no hay mayor novedad. Sigue siendo mucho más de lo mismo.