Por Patricia Alejandra Vasconi
Por Patricia Alejandra Vasconi
Se ha publicado en estos días, a cargo de la editorial de la Universidad Católica de Santa Fe (UCSF), una segunda edición -pero primera en soporte papel- del libro de poemas "Habitar la pausa". Lo primero que se advierte es la decisión estética por una tapa donde los tonos acuarelados y las pequeñas y sencillas flores de campo comienzan a hablar del mundo que se despliega a continuación.
A su autora, María Teresa Rearte, la conocí en la década de los ochenta cuando ambas dictábamos cátedras en la UCSF, ella de Ética, Teología Moral y Teología Dogmática y yo, de Filosofía y Antropología. De presencia seria y actitud ensimismada, como la de aquellas personas en quienes la riqueza de su mundo interior las convoca permanentemente, sin embargo, se advertía un fondo cálido y de profundo respeto por el otro. Luego la seguí en sus publicaciones en El Litoral y pude conocer su coherencia de pensamiento y su compromiso cristiano con la vida. Facetas que se atisban en su obra de la cual paso a ocuparme a continuación.
Desde su título la autora nos realiza una invitación. Salirnos del vértigo de las cosas, las urgencias, las presiones, para adentrarnos en un espacio íntimo de reflexión del cual no va a estar ausente una profunda mirada al mundo que nos rodea. Resuenan palabras del filósofo argentino Rodolfo Kush para quien la existencia del hombre americano se debate en una "doble vectorialidad" entre el "estar" como un "dejarse estar", en armonía con la naturaleza y la comunidad, propio de las culturas precolombinas con su mundo de mitos y de signos, y el "ser", encarnado en las culturas europeas modernas como búsqueda del "ser más", del "ser alguien", de "progresar". La contraposición entre estos horizontes no anula la posibilidad de síntesis, como lo expresa el filósofo en "La negación de lo popular", cuando descubre el "estar siendo", como identidad americana nacida de procesos interculturales. Lo americano criollo, "porque salva todo lo referente a las cosas […] de tal modo que igualmente sostiene el otro vector […] en donde afianza la fe, la ética […]". En esta misma línea Rearte nos plantea la pausa como una toma de distancia de la fugacidad de las cosas, del vértigo de las demandas mundanales, no para negarlas sino para retornar a ellas, luego de un ejercicio de la reflexión, que nos haga posible asumirlas desde una perspectiva crítica y creadora.
Los poemas que componen este texto se sustentan en una antropología que hace de la condición del hombre como ser religado un fundamento para su apertura a la dimensión de la trascendencia y de la otredad: "quiero dejar en claroscuro /mi conciencia. /Que quede encendida/ la sacra luz, Dios/ de tu inefable compañía" (Silencio azul). Esa condición implica a la vez asumir la total determinación de una naturaleza finita y contingente como también comprometerse con la realidad social e histórica, tal como se transparenta, por ejemplo, en los poemas "Mañana" o "Preguntas". Se advierte en estas páginas la lúcida conciencia de su autora por los problemas de su tiempo, por la niñez abandonada "No caben sueños/ en su cuerpo moreno/ que tirita en invierno …" (El niño), por el que no tiene pan "oprobio del siglo/ en que se vive, / del pan negado y mendigado" (Negación) y, también, a partir de temas aparentemente triviales como la vida de una artista (Mujer de ojos verdes) o la moda juvenil (Balada joven) se presenta la oportunidad de hablar de la soledad "¿Fue feliz o sólo fue deseada?" y del vacío existencial "hartos de tedio".
Hay valentía en las páginas de "Habitar la pausa". No es la huida de un mundo que parecería haber claudicado éticamente "En la aniquilación nihilista/que arrastra el mundo/ ¿Dónde hacer pie?" (Una copa), sino un hacerse presente en la pérdida de sentidos, como voz interpelante, nutrida de profundas convicciones "Quiero una esperanza audaz/ capaz de atravesar la árida corteza de los hechos, / en los que la vergonzosa derrota ha vencido/ a la verdad y la justicia." (Esperanza), pero plenamente consciente de los propios límites que acechan cada paso "la tentación del mal/ arrastra hacia el abismo, en el/ que la eternidad y el alma/ se venden a un mercado sacrílego, / que seduce las conciencias." (Culpa y castigo); "Escalofríos que recorren/-de un extremo al otro- nuestra/ original colección de vanidades." (¿Cómo…?).
Ecos de Pascal y su hombre-caña pensante se patentizan: "¿Es el hombre solo una barca/ hundida…? (Una barca) y, me atrevo a hipotetizar, que más que la razón lógica es una inteligencia sentiente, al modo Zubiriano, la que concibe María Teresa, como herramienta ineludiblemente humana para abordar la realidad. La inteligencia y el sentir se unen superando el mero cálculo y posibilitando la comprensión a través de una empatía radical con lo existente. En todas sus páginas se trasuntan como expresiones del sentir inteligente un profundo dolor por el descuido del otro, sobre todo del más necesitado, unido a un confiado anhelo de cambio para lo cual se compromete con sus aportes. También pertenece a este modo de asumir el pensamiento el impacto producido por la percepción de la naturaleza, que no queda en la mera contemplación sino en la critica a quienes la han manipulado y de esto se desprende la apuesta al "cuidado de la casa común" como nos enseña el Papa Francisco. "¿Acaso goza más el que atrapa/ el mundo entre sus dedos/que quien descubre la belleza/ cuando mira con sutil pureza?" (Sutileza)
Podríamos seguir mucho más en esta apasionada lectura, pero los espacios nos ponen límites. En este mundo actual donde la libertad se ha convertido en un concepto altamente polisémico y, por tanto, vaciado del sentido y dignidad que la palabra conlleva, María Teresa nos regala una pregunta esencial para abordar el tema: "¿Es libre el hambre? ¿O acaso lo es el hambriento que se quedó sin sueños?" (Ideas Libertarias). Y como broche de oro nos permite entrever un camino para orientarnos en los laberintos de la vida: "El abrazo solidario es la ruta".
En definitiva, un texto que "toca" las emociones, pero también el pensar. Con claves para distintas edades y situaciones. Y que logra hacer soñar con un mundo más justo y fraterno.