El universo de los envases está dominado por dos figuras geométricas: los prismas rectangulares y los cilindros. Los primeros aparecen en cajas y cajones de todo tipo. Los segundos, en latas de conserva y tanques de aceite, combustible y otros líquidos. Sin embargo a mediados del siglo pasado apareció un envase con una forma completamente nueva: el tetraedro, una pirámide de base triangular formada por cuatro caras iguales.
Esta historia comienza en 1930 cuando un hombre llamado Rubén Rausing fundó en Suecia una empresa para la fabricación de envases. Era un buen momento para el negocio porque muchos alimentos que tradicionalmente se vendían sueltos en almacenes, como la harina, la sal o el azúcar, comenzaban entonces a venderse empaquetados en supermercados y autoservicios.
En particular, Rausing se propuso crear un nuevo tipo de envase para leche que reemplazara a las botellas de vidrio, que eran pesadas, frágiles y requerían una logística para la devolución de las botellas vacías del consumidor al productor. Lo que Rausing necesitaba era un material que fuera impermeable, aséptico y que no alterara el sabor de su contenido. Además, debía ser suficientemente flexible como para darle forma y, al mismo tiempo, suficientemente rígido como para que el envase conservara esa forma una vez terminado.
Mirá tambiénUna borrachera de oxígenoHacia 1950 comenzó a experimentar con un tubo cilíndrico de cartón laminado con polietileno. Una vez lleno, el recipiente se sellaba aplastando sus extremos. No en el mismo sentido, como un sachet, sino cada extremo cruzado respecto del anterior. El resultado era una figura con forma de tetraedro. Lo llamó Tetrapak, nombre que luego se aplicó a toda la empresa. En Argentina los conocimos como "cartones", se usaban principalmente para leche y fueron muy populares en la década de 1960. Su nombre proviene del prefijo tetra, que quiere decir cuatro, como la cantidad de caras del envase.
Un envase con forma de tetraedro es poco práctico por dos razones. Por un lado, no se puede apilar en un estante, como sí ocurre con las cajas rectangulares o las latas cilíndricas. Por otro, tiene poca capacidad en relación a su tamaño. Por ejemplo, una caja rectangular de diez centímetros de lado tiene una capacidad de mil centímetros cúbicos (un litro). Una lata de diez centímetros de diámetro y otro tanto de altura tiene una capacidad de aproximadamente tres cuartos de litro. Un tetraedro de diez centímetros de lado tiene una capacidad de solo unos ciento veinte centímetros cúbicos.
Aunque los tetrapaks originales se podían fabricar con relativa facilidad, no se popularizaron definitivamente hasta que Rausing desarrolló la tecnología necesaria para fabricarlos en forma rectangular: el Tetrabrick, introducido en 1963. Hoy los envases tetraédricos persisten como una curiosidad geométrica en unos cuantos productos, como jugos de fruta.
(*) Docente y divulgador científico
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