El 9 de Enero de 2022 en su columna un colega elogia un libro "Tiempo perdido" (el nuevo libro de Dal Poggetto y Kerner; "La herencia, el manejo de la herencia y el manejo de la herencia de la herencia", el subtítulo) resumiendo -el colega- que "detalla cómo volvió, durante el período de Cristina, la inercia inflacionaria, y cómo se generaron la crisis energética, la restricción externa, la pérdida incesante de divisas, la caída de la inversión. Y luego detalla la manera en que Mauricio Macri, sobre esos problemas, creó la tormenta perfecta".
En referencia a una convocatoria "a Gobernadores" realizada por El Señor Presidente, que menciona en la misma nota, el colega dice: "Sin embargo, esa convocatoria desató el reino de la especulación. Cristina y Máximo Kirchner no estuvieron. Algún día habrá que escribir sobre la mezquina lógica de sus apariciones y ausencias".
Hay un fallo en esa mirada: ¿gobernadores?… ni la señora ni su hijo...
Finalmente opina, al referirse al gobierno de CFK y al de MM: "Unos y otros deberían aceptar que utilizaron armas inmorales para perseguir a los opositores, manipularon jueces, servicios de inteligencia y medios de comunicación. Unos y otros deberían admitir que convivieron con barras bravas, es decir, con gente muy peligrosa vinculada al narcotráfico. Unos y otros tal vez aceptarían que no saben bien cómo gobernar el país y deben revisar hasta sus últimas convicciones".
El colega opina y, de los que escriben con beneficio de inventario es, tal vez, uno de los más sagaces defensores de AF. Sus últimas tres notas refieren a yerros de CFK y de MM con títulos muy llamativos. La que cito está titulada: "Pena de muerte a Gerardo Morales". Después habrá un perdón, dentro del texto.
Es un muy buen defensor de Alberto Ángel Fernández, porteño… y abogado. Pareciese, de la lectura se desprende inmediatamente, la ausencia de continuidad entre CFK, MM y AF. Hay toda una corriente de pensadores que analizan los sucesos y no sueldan el antes de ayer con el ayer y con el hoy. El Señor Presidente no está entre los problemas que, es cierto, nos acosan y más cierto: no son fáciles.
Fernández ayuda a las dificultades y es un continuador, tal vez simplemente un ejecutor fallido, de los designios de quien le ofertó, lo ungió parte de un binomio que -por construcción- es poco divisible.
ALBERTO FERNÁNDEZ Y LA FLECHA DEL TIEMPO
En una nota del año 2020 puntualicé "lo visible es esencial a los ojos" (sorry Exupéry). En un poema, "El juego en que andamos", Juan Gelman define, sin quererlo, claro, el país del 2020:
"El juego en que andamos… Si me dieran a elegir, yo elegiría, esta salud de saber que estamos muy enfermos, esta dicha de andar tan infelices"...
En cuanto a la flecha nos plantamos en Wikipedia: "el concepto de flecha del tiempo se refiere, popularmente, a la dirección que el mismo registra y que discurre sin interrupción, desde el pasado hasta el futuro, pasando por el presente, con la importante característica de su irreversibilidad, es decir, que futuro y pasado, sobre el eje del presente, muestran entre sí una neta asimetría (el pasado, que es inmutable, se distingue claramente del incierto futuro)". Dejemos fuera a Eddington.
Todos podemos entender que aún las piedras, como el agua y hasta el espacio, tomado como un sujeto, tienen una "flecha del tiempo". Nada queda y, si se quiere usar la poesía, "todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar", dice Machado, Manuel. Nada queda fuera de la flecha del tiempo, ni siquiera el Señor Presidente.
Fernández Alberto Ángel, el porteño… y abogado, vive en Argentina y tiene la dicha de andar tan infeliz (Gelman) que arremete contra el pasado inmutable queriendo cambiarlo, sin entender su flecha del tiempo. Debería entender que lo suyo es pasar, como se lo advierte el poeta. Antes, en lo posible, ayudarnos a mejorar el presente que se consigue asumiendo el pasado. Caramba, aquello de la continuidad jurídica tendría que resultarle obvio, dado el oficio que no ejerce pero que posee.
PEQUEÑAS EXCUSAS MUNDIALES, INMENSAS NACIONALES
Esto de andar con declaraciones y declaraciones, en el país que dirige por el voto popular, lleva a confusiones entre sus dirigidos. El arte de gobernar no es el arte de conformar. Soy un dirigido, todos lo somos. Nos confunden sus confusiones y las de algunos colegas que quieren que actúe según ellos piensan y otros actores políticos que se niegan a la tiranía del voto.
Hay un punto de quiebre: Fernández Alberto Ángel, el porteño, no fue elegido presidente, primera parte en un binomio muy especial, sabiendo que llegaría el coronavirus. No lo elegimos con la certeza de que llegaba la Pandemia. Nada.
Si nos ponemos rigurosos debemos indicar: Alberto Ángel Fernández, el porteño… y abogado, sabía menos que nosotros de la llegada del virus y de qué modo se alteraría el mundo, se cambiaría Argentina y se torcería su flecha del tiempo. El oprobio de Ginés González García y sus opiniones sobre el virus se revisará alguna vez. Fue su ministro de cabecera.
PARA TENER FUTURO HAY QUE TENER PASADO
Dos cuestiones debería definir de un modo diferente a como lo hacía cuando era un componedor de partes, esas dos cuestiones son: hay demasiado documento sobre el pasado como para mutarlo y la flecha del tiempo lo indica, no se puede cambiar (podríamos citar al filósofo Lepera, el pasado ya no se puede resucitar) por lo demás dirigir todo el peronismo confiere / requiere un segundo movimiento de mutismo público y decisiones de mesa chica y el sigue al revés, verborragia pública y yerros de mesa chica. Queda una variante; alguien que diga "este abogado porteño es así y no tiene arreglo". Que, en rigor, es lo que corresponde. Amarga es la verdad…
COMENZARON LAS MANIOBRAS DE DESCENSO DEL AVION
Los que desean torcer la veleta según sus propios vientos están en su derecho, pero aflige que Argentina tenga tantos vendavales. Estamos de tormentas.
Elegir una fórmula es saber que son dos y que las decisiones son de conjunto y existe aquello que se llama pactos preexistentes. El binomio fue elegido a simple pluralidad de sufragios. Tiene fecha de entrada y fin de mandato. Empezaron las maniobras para el aterrizaje. Tocar tierra sin topetazos.
La fórmula ganadora no fue votada a ciegas. AF y CFK no estaban solos en el mundo y se encontraron en un puente un día, una vez. Recordar: "Cristina me ha invitado/ofrecido…". El verbo no cambia al sujeto: Cristina decidió. Resolvamos conjugaciones: Cristina decidirá. Punto. Repetimos, en el caso de AF… Cristina decidirá. Sin topetazos, esperamos eso.
El que tiene una ceguera borgiana (tenues colores entre el amarillo y el naranja y un lenguaje demasiado literario) es quien desea convertir a Fernández, Alberto Ángel, porteño… y abogado, en el sujeto de sus deseos, ya sea en el amor, en la guerra, el odio o la paz. Ahora, en su tiempo, con el que coincidimos, en su mandato presidencial, al que estamos sujetos, hay una malversación de culpas, un equívoco juego de roles.
Ni siquiera el General era una voz solitaria. Al porteño Alberto Ángel, abogado, le ha tocado (lo ha votado) un país vocinglero y en la más clara miseria, un conurbano (no es su pago) donde la gente es mucha y el hambre más importante, si cabe. Una generación de políticos que tienen el Siglo XX como el envión de sus propias flechas y un Jefe de la Oposición como Mauricio Macri con su propio vector alucinado. Fernández es contemporáneo y partícipe necesario de lo que fuimos, lo que somos, lo que seremos.
Lo que debemos entender, por mejor decir, a lo que debemos prepararnos es a la inercia del topetazo, porque tiene aceleración esta fuerza que nos lleva y nos lleva, que nos quitó la sábana y nos dejó con todos nuestros miedos al aire, en el viciado espacio del encierro de la cuarentena. La inercia no es la mejor defensa, pero a esa fuerza (inercial) le hemos encargado el porvenir.
Como diría Juan; "Si me dieran a elegir, yo elegiría esta inocencia de no ser un inocente, esta pureza en que ando por impuro". Impuros. Eso somos los integrantes del movimiento popular que sostiene al Presidente. No hay distracciones en el día a día: Fernández/Fernández es la cabina de pilotos que supimos elegir.