María Cristina Gómez es una docente de dilatada trayectoria en casi todos los niveles del sistema escolar. Está muy comprometida con la promoción social y cultural de estudiantes que viven en zonas vulnerables de Rosario. Ha sido reconocida por la Fundación Varkey como una de las mejores 50 docentes del mundo en el año 2019. Está convencida de que el cambio empieza por cada docente pero que el trabajo aislado tiene un efecto reducido; el secreto de un cambio educativo profundo pasa por el trabajo en red. Por tal motivo, ha fundado la Red de Educadores Innovadores. Sobre este tema, fuimos a charlar con ella para aprender de la experiencia y con la intención de multiplicar esta dinámica de trabajo.
Martín Duarte: ¿Por qué crear una Red de Educadores Innovadores?
María Cristina Gómez: Porque la innovación necesita un sostén, un respaldo que la estructura escolar rara vez proporciona. Los que estamos además en la universidad o el ámbito académico tenemos más oportunidades. Por eso pensamos que abrir este espacio de investigación en el aula, de trabajo colaborativo, era una manera de apoyar y difundir la labor de muchos docentes que trabajan en silencio en programas de mejora, y no tienen ningún reconocimiento, ni acceso a sistematizar y socializar esas experiencias.
MD: ¿Cómo funciona la red?
MCG: Somos un puente entre el mundo académico y el aula. Hemos ido conformando un grupo diverso, con docentes de todo el país, y compartimos trabajo, investigación, y publicamos, tanto en nuestra página (www.reddeeducadoresinnovadores.com), como en otros medios y revistas especializadas como "Tramared". La pandemia nos puso en modo Zoom, pero eso también potenció la difusión, a través de charlas, webinares, etc. Siempre está abierta la convocatoria a que nos remitan trabajos. También hemos definido en algunos momentos líneas de investigación y trabajo colaborativo como fueron los relevamientos en plena pandemia.
MD: ¿Desde su creación, cuáles han sido los logros más significativos?
MCG: Los logros más significativos están asociados a las investigaciones que publicamos; el Congreso que realizamos en la UCA en 2020, "Logros y desafíos de la educación virtual": una iniciativa compartida entre dos unidades académicas diferentes; con participación de docentes de todos los niveles educativos y organizaciones como Unicef, Fundación Varkey, y Argentinos por la Educación. Hicimos webinares con Fundación Telefónica de Perú, con México y fuimos muy activos en la campaña por la vuelta a las aulas. Personalmente, me quedo con la enorme riqueza de crecer con contenido (no somos un grupo que hace ruido en las redes sino que siempre opinamos con una investigación como soporte) y con ser parte de otros grupos en los que podemos discutir y lograr consensos en términos de política educativa. La diversidad nos enriquece.
MD: Sobre el impacto de la pandemia: ¿Cuáles son las grandes lecciones que nos dejó el Covid-19 y que aún podemos capitalizar?
MCG: La pandemia nos dejó muchas lecciones, algunas de ellas muy dolorosas. Sin embargo, me gusta pensar en que la inmersión en un formato de aprendizaje híbrido mostró que las competencias digitales en la educación ya no son discutibles. El rol del maestro se revalorizó, y eso lleva asociado un compromiso de mejora en nuestras prácticas, sobre todo para que lo aprendido no se pierda. La escuela que conocimos no existe más, y lo híbrido también encierra una ventana de oportunidades para todos. También se profundizó la brecha de aprendizajes, algo que se venía registrando desde mucho antes; pero que se agudizó como consecuencia del cierre prolongadísimo de las escuelas y la falta de políticas de evaluación y remediación como sí hicieron otros países de la región; y no sólo en términos de currículum, sino también del impacto emocional en los niños y adolescentes.
MD: ¿Por qué resulta necesario recuperar "la escuela que enseña"?
MCG: El rol de la escuela siempre ha sido el de transmitir conocimiento y los valores cívicos expresados en la Constitución Nacional; fue el motor de la movilidad social. En las últimas décadas, prevaleció el concepto de que es una "institución social" y se le transfirieron responsabilidades ajenas a su naturaleza y función: es comedor comunitario; espacio de contención social/psicológica; debe resolver problemáticas que van desde la discapacidad al embarazo adolescente; las adicciones; o detener el avance de la cultura narco intramuros; etc.. El rol de la autoridad se desdibujó en todos los sentidos. Es un mundo sin adultos, donde las normas son sinónimo de represión, o estigmatización. El ataque al mérito académico y hasta a los símbolos patrios nos ha traído hasta esta escuela en la que el conocimiento es completamente secundario y, por ende, no responde a las exigencias del mundo del trabajo o la universidad. Nuestros chicos egresan sin las mínimas herramientas para desenvolverse en la vida. Por eso no superan el 2° año de universidad y no tienen hábitos cuando acceden a un trabajo (puntualidad, educación, dicción, etc.). Como ejemplo baste recordar que hace años que la escuela termina en 4° año. En 5° nadie estudia: el primer trimestre se ocupan de los buzos; el segundo, es Bariloche; el tercero, la fiesta de graduación. Sumado a los banderazos y al último primer día, etc. Ingresar a la Universidad no implica ningún esfuerzo, por lo tanto no hay ningún incentivo para estudiar el último año. Esto no sucede en ningún país de la región, donde deben dar exámenes, y mostrar promedios para acceder. Eso es lo que permitimos desde el sistema educativo.
MD: Puntualmente, sobre la gestión del Ministerio de Educación de Santa Fe: ¿Qué correcciones hay que hacer al rumbo de la propuesta educativa provincial para alcanzar las tan mentadas: calidad, equidad e inclusión?
MCG: Creo que para alcanzar las metas de calidad, equidad, e inclusión, hay que tener un Plan y ordenar las acciones de política educativa en pos de esos objetivos. Tenemos un sistema nominal y no hay acceso a los datos educativos, no hay transparencia. Se ha modificado de hecho el sistema de evaluación y acreditación de los alumnos; también el currículum escolar. Se ha perdido una enorme oportunidad de aprovechar las fortalezas que brinda el sistema para establecer acciones de recuperación de aprendizajes en base a datos. Se ha profundizado la brecha que dificulta alcanzar los aprendizajes porque se ha sostenido una política de nivelar para abajo. También es preocupante la desatención de áreas estratégicas del sistema como puede ser la educación agrotécnica. La cuestión de la infraestructura no es menor: la provincia subsidia la billetera Santa Fe con 24 mil millones de pesos contra 3.100 millones para obras en educación. Todo un mensaje.
MD: Para cerrar: ¿Cuál es el perfil de docente que necesita esta primera mitad del siglo XXI?
MCG: Necesitamos un docente que quiera ser un profesional de la docencia, y no un burócrata. Esto implica pensar en una carrera exigente, articulada con la formación universitaria y la investigación en el aula. Evaluada y remunerada conforme parámetros objetivos. Necesitamos enseñar distinto, para las nuevas generaciones y también fortalecer la continuidad de las prácticas que han demostrado ser eficientes, no importa quién sea el ministro de turno. La tecnología por sí sola no nos salvará de nada. Tampoco las modas en pedagogía. Hace falta un cambio de mentalidad, de cultura profesional y ética, para no perder el talento de tantos docentes, que quedan tapados por las barreras del sistema. Necesitamos pensar que la educación es un punto de encuentro.