Una mítica y escalofriante escena de la película Titanic de James Cameron, que relata el mayor naufragio de la historia en tiempos de paz (1912) , viene a colación de lo que está pasando por estos días en Argentina y en el mundo entero.
Una mítica y escalofriante escena de la película Titanic de James Cameron, que relata el mayor naufragio de la historia en tiempos de paz (1912) , viene a colación de lo que está pasando por estos días en Argentina y en el mundo entero.
Mientras el enorme barco se hundía, la pelea por los escasos botes salvavidas puso en evidencia actitudes individualistas en busca de privilegios por sobre el resto de la tripulación. "Mujeres y niños, primero", fue la prioridad expresada por el capitán, con preferencias para la primera y segunda clase. La historia real de la tragedia cuenta que el 75 % del pasaje de tercera clase no pudo salvarse, que solo se embarcaron 711 personas de un total de 1.178 plazas disponibles, y que muchos hombres treparon a los botes porque tenían dinero y conexiones, o incluso a los tiros.
Casi 110 años después, la crisis mundial que desató la pandemia de Sars-Cov-2 inició una carrera contrarreloj para elaborar una vacuna efectiva que ponga a flote a la población. Laboratorios prestigiosos alcanzaron la meta en pocos meses, pero no dan abasto con su fabricación. Al menos por ahora, no hay dosis para todos los países y la distribución es a cuentagotas y discrecional.
Las naciones de mayor poderío económico compraron casi toda la producción y se advierte sobre el problema de que los más pobres no logren siquiera inmunizar a sus poblaciones de riesgo. Organizaciones sanitarias y políticas, como Médicos sin Fronteras, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Cruz Roja Internacional, ya se quejaron abiertamente por esta discriminación. Esta semana, Unesco sumó su voz y solicitó que las vacunas sean declaradas como bien público mundial para garantizar un reparto equitativo.
Lo que los líderes mundiales parecen no entender es que el virus no reconoce fronteras físicas, por lo que la solución debe ser global, no individual (o nacional). Un estudio de la Universidad de Duke en Estados Unidos sobre la forma en la que se distribuyen las vacunas, del que dio cuenta una nota de la BBC publicada hace unas semanas y fue citada por la agencia de noticias estatal Télam, advierte sobre otro grave peligro de salud pública a nivel mundial: los expertos consideran que, de continuar como va el actual sistema de distribución, el virus podría seguir mutando y hacer ineficientes las actuales vacunas.
Aunque siguen llegando dosis y se ha sumado la producción de otros laboratorios, Argentina está pronto a cumplir dos meses desde el inicio de la campaña y ni siquiera ha podido terminar de vacunar al personal de salud.
Mientras tanto, suma un condimento interno a la pelea internacional, típica de la "viveza criolla", la corrupción enquistada en los espacios de poder y el tráfico de influencias. Los ciudadanos asisten a un escándalo de esos que la clase dirigente de este país protagoniza con frecuencia: los privilegios para unos pocos "amigos del poder". Son los vacunados VIP, una lista que integran ministros y secretarios del gobierno nacional, dirigentes políticos, sindicalistas, un ex presidente, periodistas, empresarios y ex gobernadores, algunos de ellos con sus familias incluidas. Ninguno es parte del primer grupo de riesgo para ser vacunado, que es el que integran los trabajadores del sistema sanitario, los que verdaderamente están en la trinchera diaria de la lucha contra este virus que sigue desequilibrando al mundo entero.
Cuando aún no es seguro que quienes pueden morir por contraer el virus logren recibir la vacuna -quienes tienen comorbilidades o los mayores de 60 años que hace un año han limitado su vida social y familiar por temor a contagiarse-, los VIP se aseguraron inmunidad.
Como en la histórica tragedia del Titanic, asistimos al "sálvese quién pueda". O a quien tenga los contactos o el dinero para acceder a un bote salvavidas.