Viajar con ojos de turista, supone enfrentarse a cantidad de estímulos. Y todo viajero terminará sabiendo más de literatura, historia, geografía, gastronomía, artes plásticas. Pero para que el viaje rinda, hay que tratar de ver con ojos de mariposa, esas aladas criaturas que poseen el rango visual más amplio de todo el mundo animal. Eso ocurre con la Villa de Merlo, a la que acude cantidad de visitantes buscando gozar de su microclima, famoso por ocupar el tercer lugar entre los mejores del mundo. Ir hasta allá, implica estar en el terruño de los Agüeros, conocer la antigua casa señorial donde vivió este poeta.
Antonio Esteban Agüero nació cerca de Merlo. Sus poemas más conocidos son "Romancero aldeano", "Poemas lugareños", "Digo a Juana Koslay". Muchos de ellos fueron musicalizados. Entre el "Árbol abuelo" y la "Cantata del Abuelo Algarrobo" hay una retroalimentación: al árbol lo popularizó la cantata y a la cantata la abanica la fama que le da el milenario algarrobo que creció y sobrevive en la finca de la familia.
Ese inmenso árbol es un paisaje en sí mismo. Las ramas más altas parecen acariciar el cielo, mientras que muchas de las más bajas forman cavernas sombrías. Una tormenta desgajó un gran trozo, que quedó apoyado en la tierra. Fiel a su destino de seguir tratando de ser inmortal, esa rama echó raíces largas, profundas y fuertes, y hoy hace las veces de columna tutelar del resto del árbol. Se le calcula unos 1.200 años de edad y al estar frente a él, surge la tentación de decirle:
- Cuéntame Abuelo. ¡Dime lo que has visto en tu larga vida! ¡Háblame, testigo de la historia!
Las maderas pintadas con arte, que están al frente, lo presentan a los visitantes y quien se detenga un momento, podrá leer los primeros versos de la cantata:
Padre y Señor del bosque,
abuelo de barbas vegetales,
yo quisiera mi canto como torre
para poder alzarla en tu homenaje;
no el canto pequeño de la flauta
la de cantar la rosa y la muchacha,
sino el canto del mar, un canto grave,
con olores de vida y con el pulso
musical y viviente de la sangre.
la región era bosque impenetrable,
con oscuros guerreros que danzaban
junto a los fuegos al caer la tarde
Esos oscuros guerreros de los que habla el poeta, eran los comechingones, de los que no se sabe mucho, pero asombran algunos datos interesantes. Mientras que Francisco Pizarro, el conquistador del Perú, sólo medía 1,45, la estatura común entre estos aborígenes era de unos 1,70. Eran esbeltos y usaban barba, (se los define como barbudos) mientras que en general los aborígenes de nuestro país eran lampiños. Es motivo de asombro que muchos de ellos tuviesen ojos grises o azules, (¿Acaso los vikingos estuvieron haciendo travesuras por aquí?).
Se puede afirmar que Esteban Agüero, al igual de Manuel Llano en Cantabria, sintió profundo amor por "su tierruca". No es para menos. La sierra Comechingones sirve de límite en un largo tramo con la provincia de Córdoba y a ella se le debe, en parte, el microclima tan saludable de Merlo. Pero además, al hecho de que están formadas por cuarzo en gran cantidad. Ese mineral tiene propiedades asombrosas. Gracias a él existen los celulares. Y ¡oh! sorpresa el cuarzo tiene también oxígeno, que al liberarlo en la atmósfera se transforma en ozono, o eso aseguran.
Y para los turistas más temerarios esa presencia de cuarzo seduce con un toque de magia. Cuando llega la noche, caminando hacia la parte alta de la sierra, noche profunda, silencio absoluto, lejos de las luces y de toda señal de civilización, linternas prohibidas y celulares apagados, esperando que ningún puma, ni siquiera un cuis se atraviese entre las piernas, recién cuando los ojos se han acostumbrado a la ausencia de luz y uno comienza a ver, explorando el suelo para no "importunar" ninguna yarará trasnochada, ¡entonces se inicia la magia!
El guía toma dos trozos grandes de cuarzo, los friega uno contra otro, con fuerza, con rapidez, más y más veces, piedra contra piedra, mientras el suspenso crece.... ¿Será que está por encender un fueguito con las chispas que desprenda la roca? ¿O tal vez intenta que hablen los comechingones, guardianes celosos de sus secretos?
Restrega hasta que ¡El cuarzo se enciende! Y no con fuego… ¡Con luz! ¡No son chispas, es pura y maravillosa luminiscencia! Delicioso asombro, apabullante misterio de esta luz cristalizada (*). ¿Será triboluminiscencia? Pues para quien esto escribe, es puro encantamiento, fascinación, y que aún no sabe si abrió tan grandes los ojos… ¡Que superaron el diámetro de su boca abierta!
Y si tú lo sabes, amable lector, por favor informa a quienes no tengamos esas "luces".
(*) Los materiales luminiscentes son aquellos capaces de absorber energía y volver a emitirla en forma de luz visible.
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