Ignacio H
Ignacio H
“¡Mamá!, estás criando hijos machistas”, le reprochaba Micaela García a su madre; le criticaba que les cocinara y les hiciera la cama a sus hermanos varones.
Lo contó Andrea Lescano en la mesa de Mirtha; los padres de la víctima de violación y homicidio no se dieron tiempo al duelo cuando allí estuvieron; no me atrevo a desmentir que la mesa se haya servido para redituable explotación, con el delicado recato de platos vacíos.
Una Idishe mame -por ejemplo- podría tener una idea diferente sobre eso de atender a un hijo o una hija. No necesariamente una cosa tiene que ver con la otra. Cocino (por gusto) y tiendo la cama (a disgusto), pero eso no me exime de imbecilidades, inequidades o atrocidades.
¿Cómo es esto de la igualdad o la violencia de género? Hay hombres amorosos a los que les tendieron la cama de niños; hay mounstros que no fueron queridos ni servidos en mesa alguna; más bien lo contrario. No se puede mezclar todo sin más.
Por su mera ocurrencia, el dolor no otorga fueros especiales, no nos hace preclaros, no nos concede capacidades más elevadas que las que teníamos antes de padecerlo o aún en pleno padecimiento. Más probable es que una experiencia traumática, en lo inmediato, nos atormente o enceguezca.
Aquél falso ingeniero, Blumberg, es un ejemplo. Mataron a su hijo, “sus leyes” de mano dura -concedidas en populista venganza de gobierno progre- no nos mejoraron.
Hay inequidades culturales, por ejemplo los sueldos; pero bien mirada la historia, en esta sociedad las mujeres vienen escalando, menos por ley de cupo que por legítima virtud. También hay atrocidades; allí la cuestión me interpela más.
¿Qué podemos (en plural, sin género) hacer para advertirnos de los mounstruos que acechan? Escucho al siquiatra Enrique De Rosa (http://pablorossi.cienradios.com) señalar sobre la campaña “Ni una menos”, sobre los riesgos del delito por imitación. Porque la difusión le da al delincuente eso que espera y que es parte de su retorcida existencia: transcendencia y significación.
Pero el silencio no es alternativa.
Tampoco el mundo del inconducente monólogo colectivo, donde sobresalen las consignas sobreactuadas en red, los axiomas oportunistas, la ley del talión, el negocio de la tele convocando nuestro morbo.