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JOSÉ LUIS
"Felicito a quienes están a cargo de El Palomar, en la plaza Colón. Se ve a las palomas en buen estado, siendo un sitio hermoso para llevar a los niños a pasar un momento agradable entre las aves, que se acercan a comer. Pero me dio tristeza ver la fuente funcionando, en el piletón ubicado en el sector donde otrora nadaban hermosos y llamativos peces rojos, en agua limpia. Cuando era chico, recuerdo con qué entusiasmo iba a verlos y me quedaba largo tiempo observándolos. El lugar estaba bien cuidado y era visitado por las familias con sus hijos. Hasta había un fotógrafo con una vieja cámara y uno podía llevarse un lindo recuerdo en blanco y negro. Me pregunto ¿qué habrá pasado? ¿Cuál será el motivo de que ya no haya peces? ¡Hace tanta falta lugares de esparcimiento en la ciudad...! Ese era uno de los pocos que había... En Rosario, no hace mucho, se inauguró un acuario. Nosotros, al revés, cada vez hay menos espacios para disfrutar en familia, gratuitamente. No tenemos la granja La Esmeralda... pero bueno, en el estado en que estaban los animales, sufriendo terriblemente, mejor así; aunque ahora dicen que la van a reflotar, pero con un buen proyecto, con animales cuidados y en buenas condiciones. Pero insisto: Santa Fe no cuenta con otros atractivos. Salvo dar vueltas en la Costanera, ida y vuelta, o recorrer los puestos de artesanías. Y se acabó la ciudad turística... En fin. ¿No nos estará faltando alguien con ideas?".
UN LECTOR
"La soberbia es una de las debilidades del poder. Podés ser muy inteligente, capaz, erudito, capacitado, pero si no tenés humildad y sí soberbia, no servís... Esto es lo que está sucediendo en muchos lugares de la administración pública provincial. Es extraño, porque en gestiones anteriores del mismo signo político, era raro encontrar un funcionario político soberbio e incorrecto para dar órdenes. Actualmente, en muchos organismos puede observarse a funcionarios o funcionarias desequilibrados, soberbios, maleducados, porque no se dignan a saludar al personal; e inclusive, miran con desprecio. Como decíamos antes: 'Se le subieron los humos...'. Hay un caso, en un ministerio, en el que se le impidió a una empleada de la cocina ingresar a la oficina privada del ministro, por haber saludado tratando de 'vos' a un funcionario de alta jerarquía. Eso es inaudito. E inclusive se presume que es violencia laboral. Pero bueno, la soberbia puede entenderse en cierto tipo de grupos económicos y políticos, pero no en un gobierno 'peronista' ".
MARIO PILO
"Alguien debe decirlo, necrofilia. Otra de las dimensiones del ADN argentino es la necrofilia: el amor a la muerte, a lo muerto. Nunca entendí la razón de conmemorar la vida y la obra o acción de un prohombre en el día en que se recuerda su muerte. ¿Por qué no su nacimiento?, comienzo de lo que fue la vida de lo que se conmemora. En general, en los países del mundo occidental que conozco, es así".
LLEGAN CARTAS
POR GRACIELA RIBLES
Cuchara, cucharita, plato, taza, compotera,
Cuchara, cucharita, plato, taza, compotera.
Julia lo repite una y otra vez como si temiera olvidar sus nombres.
Va al cajón busca los cubiertos, los lustra y vuelve a guardarlos, lo mismo hace con la vajilla.
Llueve, la penumbra erosiona la mirada.
La figura de Julia sigue moviéndose entretenida con la misma tarea.
El discordante sonido de una sirena la saca de su abstracción, se apresura, cierra puertas, ventanas y corre las cortinas.
Va a la habitación, en un rincón la cuna.
Un móvil gira al ritmo de una profanada melodía.
Al acercarse sus ojos se iluminan, quita la manta y acaricia el cuerpo rígido de su bebé, lo siente frío y vuelve a taparlo.
"Tranquilo no llores, mamá está acá", dice Julia con un dolor de raíces profundas.
Antes de salir del dormitorio se acerca al espejo y se acomoda el cabello.
La persigue una caterva de sueños.
Regresa a la cocina, enciende la luz.
Afuera se escuchan los primeros gritos, adentro Julia sentada a la mesa repite:
Cuchara, cucharita, plato, taza, compotera una y otra vez hasta que amanezca.
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ALEJANDRO DE MURO
A través de su libro "La tragedia educativa", editado en 1999, Guillermo Jaim Etcheverry destacó la crisis de nuestra lengua y sus hablantes. Exhortó a preservarla de quienes la manipulan y degradan. Reveló que los jóvenes de entonces utilizaban apenas 240 palabras, algo demostrativo de su magro vocabulario.
No sería descabellado suponer que estos índices perduran o, peor aún, se han acrecentado. Abona esta sospecha el masivo empleo de celulares y el auge que, por su intermedio, adquiere un nuevo argot privativo de un universo de usuarios, cuyas edades oscilan entre los 15 y los 25 años. Abreviaturas y neologismos de comprensión reservada para éstos, casi en su totalidad, conspiran contra la defensa y el buen empleo de nuestros vocablos.
El deterioro imperante no se circunscribe a rangos etarios ni profesiones. Términos tales como plesbicitos, status quo, disgresión y comiserías proliferan. Otros equívocos a corregir son: La primera persona; no la primer… Medio cansada; no media cansada. Había cien personas; no habían… Hace veinte años atrás, redundante. Lo válido: hace veinte años o veinte años atrás. Si fuera; no si sería. Delante de mí; no delante mío. Desde el punto de vista; no bajo el punto de vista. Tanto es así; no tan es así. Mucho menos, tal es así, etc.
Para morigerar semejantes dislates resultaría útil desarrollar una campaña pedagógica en la cual, mediante spots radiales y televisivos, se privilegiara el impostergable cuidado de la lengua.