Roberto Vicente es director del Programa de Derechos Humanos de la UNL e integra el cuerpo docente de la Maestría en Teoría Constitucional y Derechos Humanos de la FCJS. En 2008 fue secretario de Justicia de la provincial durante el gobierno socialista de Hermes Binner.
Confiesa que no estaba, entonces, en 1994, de acuerdo con el llamado Pacto de Olivos que, sostuvo, "había generado en su comienzo una situación bastante disruptiva en la política, porque parecía que entre dos se iba a arreglar el problema de la convivencia que iba a tener el país de ahí en adelante con una nueva Constitución... porque prácticamente en la previa pintaba para una nueva Constitución".
"¿Qué ocurrió con los que estábamos un poco en desacuerdo con el tema del pacto? ¿Nos dimos cuenta que fue un acierto?, se pregunta Vicente. "Quizás uno deba reconocer los errores que uno comete a veces dadas determinadas circunstancias. Porque el pacto resolvió un gran problema. El primero de ellos era que el presidente Menem en ese momento quería la reelección indefinida. Las reelecciones indefinidas, ya sabemos que en todos los países del mundo han fracasado y traen problemas, consecuencias, bastante complejas y generan, digamos, la ruptura de la democracia".
Mirá también"El radicalismo tiene que afirmarse en su rol de partido opositor""Alfonsín era un tipo muy rápido de reflejos -agregó Vicente-, y había que serlo en ese momento para entender cuál era la situación. El decía que a la democracia la tenemos que hacer. Había entonces una suerte de transición democrática; es decir todavía no estaba la democracia totalmente asentada". En ese contexto nace el Pacto de Olivos, que generó fuertes disputas. "Fue un pacto, un acuerdo, con un Menem que iba por la reelección y un Alfonsín que marca la cancha también y dice una sola reelección y acortamiento de los plazos de la presidencia a cuatro años. Con lo cual, como sucede hoy, en el mejor de los casos un presidente puede estar ocho años en ejercicio".
Para el Una de las consecuencias es que incluso con regímenes denominados presidencialistas, comunes no sólo en Argentina sino también en toda América, el Ejecutivo debe explicar las cosas ante la sociedad. Debe acordar también a pesar de sus intereses, tiene que acordar con distintos sectores, tiene que dialogar con gente que tiene otra postura. Existen algunos mecanismos que son de contrapeso o de control y entonces, si hay equilibrio, si cada uno de los poderes se mueve dentro de la esfera de su competencia, pues mejora la calidad institucional y la democracia".
Mirá tambiénLa Convención de 1994 en el devenir de la Universidad Nacional del LitoralVicente destacó en esa línea el valor del debate, del diálogo y de los acuerdos. "A veces uno dice que hay mucho debate y generalmente es cuando hay demasiados problemas. Cuando ello sucede, y sucede a menudo, lógicamente es más difícil ponerse de acuerdo. Pero a los acuerdos se llega con el diálogo que tiene que tener el Ejecutivo con los otros poderes. Y todo ayuda fundamentalmente a la gobernabilidad. Y la gobernabilidad ayuda el mejoramiento democrático. El opuesto, digamos la falta total de diálogo, es infinitamente peor".
Para Vicente, es un mecanismo virtuoso: "empiezo a escuchar al otro y cuando escucho al otro hay cosas que me mueven y me hacen pensar que vale la pena también incorporar situaciones que parecen que son de minorías, o de parte. Esto es la democracia, de eso se trata".
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