Ignacio Pellizzón
Aunque en cada institución hay protocolos de seguridad, el complejo contexto social con el que se convive en los entornos, también logra filtrarse en las guardias. Se producen casos de agresión hacia el personal médico y no médico, que exponen el nivel de vulnerabilidad con el que trabajan.
Ignacio Pellizzón
El contexto de violencia récord que se vive en Rosario con 195 crímenes en el departamento en lo que va del año, también se siente en los hospitales de la Cuna de la Bandera. La foto de un balazo en el vidrio de la entrada de la guardia del hospital Centenario hace menos de dos meses, que dejó como saldo una empleada herida, es el símbolo concreto de lo que está pasando. El nivel de estrés con el que se trabaja preocupa tanto al personal médico como al resto de los empleados.
El boom de balaceras que lastiman a la ciudad a diario, provocó una alta demanda de pacientes heridos que, por lo general, llegan al Hospital de Emergencias Dr. Clemente Álvarez (HECA), que cuenta con un destacamento policial para prevenir situaciones de máxima violencia entre baleados, familiares o allegados y personal de salud.
Según datos del propio Heca, el efector recibe en promedio entre 35 y 40 personas heridas de bala por mes. Se trata de una cifra que se viene sosteniendo en el tiempo y que únicamente cayó de forma estrepitosa cuando estalló la pandemia y se declaró el confinamiento absoluto. Hay que tener en cuenta que lo mismo sucedió con los afectados por accidentes de tránsito.
Aunque en cada institución hay protocolos de seguridad, el complejo contexto social con el que se convive en los entornos, también logra filtrarse en las guardias. Así, se producen casos de agresión hacia el personal médico y no médico, que exponen el nivel de vulnerabilidad con el que trabajan muchas veces.
“Días pasados, después de realizar un procedimiento quirúrgico, salí a explicarle a un familiar cómo había sido la cirugía y el paso a paso de lo que habíamos realizado. Esta persona, sin mediar palabra me golpeó la mano con fuerza desmedida y me pecheó bruscamente y unos compañeros salieron a defenderme, pero la verdad me asusté mucho y por eso realicé la denuncia en la policía”, contó a El Litoral Lucía, una médica que trabaja en el hospital Centenario y que no quiso exponerse con más datos personales para resguardarse.
Los índices de violencia inusitados que generaron que, en lo que va de la gestión del gobernador, Omar Perotti, el ministerio de Seguridad haya sufrido tres cambios (Marcelo Saín, Jorge Lagna, Rubén Rimoldi -actual-) se apoderaron de muchas instituciones públicas que se encuentran en el frente de batalla.
Otro médico que contó una situación complicada a El Litoral es un pediatra que tuvo que dar una mala noticia y fue agredido por ello. “Me senté junto a su padre y mientras le iba relatando el cuadro, me empezó a arrinconar, me presionó con fuerza el brazo derecho y su actitud de querer golpearme mermó cuando dos colegas se acercaron para calmarlo”, expresó Lorenzo, quien tampoco quiso revelar su identidad.
Desde la secretaría de Salud de la Municipalidad confiaron a este medio que en los efectores públicos se aplicaron rigurosos protocolos de seguridad, justamente para tratar de evitar al máximo las situaciones de tensión.
Sin embargo, admiten que en el contexto en que se está viviendo y con una altísima demanda, muchas veces se logran vulnerar estas medidas y se producen casos. Para evitarlos, desde el municipio contaron que fortalecieron las medidas de seguridad con personal de seguridad en los hospitales y que, dependiendo el efector, inclusive hay restricciones en los ingresos a las guardias, pautas concretas para las visitas de familiares y amigos, entre otros.
En la Comisión de Salud del Concejo de Rosario se solicitó el tratamiento de una solicitud recibida por parte de los trabajadores de los efectores de salud de los hospitales Alberdi, Carrasco, Policlínico San Martín y Roque Sáenz Peña.
Según contó a este medio el edil del PRO, Carlos Cardozo, “los trabajadores manifiestan problemas de seguridad por la atención creciente de pacientes, productos de balaceras y de situaciones de violencia que llegan en situación de tensión y estado de conmoción, por eso requieren el incremento de la seguridad, ya que se ha producido -según relatan- una merma en el sistema de adicionales provisto”.
Lo que está pasando es que, aunque la Municipalidad quiera contratar a policías adicionales, a la provincia “se le hace muy complicado cubrir la demanda”, porque “los agentes prefieren hacer más horas en las empresas de seguridad privada” por una cuestión de que “se paga muy bien la hora, mucho más que lo que paga el gobierno”, explicó el concejal.
El municipio, según Cardozo, fue a solicitar una cantidad de personal para este tipo de situaciones, pero “la policía no está en condiciones de cubrirlo”. Ahora bien, “si vos tenés varios efectores donde hay una posibilidad cierta de que los empleados, médicos, administrativos, entre otros, estén en peligro, creemos que la Provincia debería cubrir esos huecos. Este es el reclamo concreto”.
“Estamos exigiendo una solución urgente. Debido a las balaceras todos los días entran personas heridas y atrás vienen familiares, allegados, amigos y se generan situaciones de tensión muy complicadas”, agregó.
“Otro tema que nos traen, tiene que ver con el hecho de que el municipio podría contratar personal de alguna empresa privada, pero al no poder portar armas las personas que van con ánimo de generar disturbios saben que se enfrentan a agentes que están desarmados, con lo cual hace falta policías”, concluyó.
El director del Heca, Jorge Bitar, había contado a Mirador Provincial oportunamente que antes recibían pacientes “baleados con dos o tres orificios” y que ahora “llegan con más de diez”. Esto expone de manifiesto un cambio de paradigma en los asesinatos en la ciudad, donde la industria del sicariato toma fuerza y arroja cuerpos agujereados. “Antes de la muerte del ‘Pájaro’ Cantero, venían con pocos orificios y en situaciones muy aisladas, ahora llegan con muchos más y con una clara intención de asesinato”.
Un dato no menor es que el hospital Roque Sáenz Peña como el Alberdi -ambos municipales- “están absorbiendo muchos pacientes baleados”, lo cual evita que el grueso llegue de forma directa al Clemente Álvarez.
A su vez, indicó que “hay mucha violencia y, con frecuencia, con relación a familiares de pacientes que están atravesados por la misma violencia. No podemos quitar esto del contexto nacional ni mundial, porque estamos viviendo en un mundo violento, pero se palpa diariamente en el hospital y es peligroso para los trabajadores”.
Pero aclaró que los médicos, que son los que se “formaron” tienen que “evitar” generar “más violencia. “Esto, muchas veces no se cumple”. Suele suceder que, a veces, los médicos no dan las respuestas de la mejor manera o hacen gestos que pueden caer mal. Aunque se entiende el contexto en el que se trabaja, no se justifica. En la relación médico-paciente el profesional es el que tiene que poner los paños fríos y calmar, aunque cueste mucho”.
A principios de julio sucedió en el hospital Centenario, ubicado en el cruce de Urquiza y avenida Francia, un hecho sin precedentes. Dos hombres realizaron disparos de arma de fuego contra la guardia y uno de los balazos le causó una leve herida a una mujer que estaba trabajando como personal de una agencia de seguridad privada que custodia el establecimiento.
A partir de este hecho, desde la dirección del hospital decidieron incorporar más refuerzo de seguridad para que el personal se sienta más protegido.
Hasta ese momento el Centenario contaba con un destacamento que estaba permanentemente. También había refuerzo de seguridad privada y en los laterales se encontraban agentes policiales.
“La contratación de adicional está en vía de implementarse. De todas formas, tenemos servicios ordinarios de personal de motorizada y cuerpo permanente en el ingreso”, indicó en su momento la directora, Claudia Perouch.
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