El pasado 11 de marzo se cumplió el aniversario número cincuenta del triunfo que llevó a Héctor Cámpora a la presidencia del país en 1973. Aquel acontecimiento resumía una expectativa política generalizada, que a su vez, debía afrontar una realidad social compleja. Una fotografía instantánea de esa jornada parece resumirse en el júbilo y el fervor popular. Pero experimentaba, en la misma vereda, un clima de violencia generalizada que marcaba la vida cotidiana de los argentinos. Resultó victorioso en las urnas aquel partido político que atravesó 18 años de proscripción, y que por esos años se encontraba envuelto en un fuerte proceso de mutación y de tensiones internas.
Los historiadores sabemos que en nuestro oficio, las indagaciones y reflexiones se producen desde el tiempo presente. El tiempo no es un cronómetro para un historiador.
Es decir, si hoy pensamos en aquella jornada electoral de 1973, pesara sobre nosotros una idea gravitante, un concepto de democracia que es propio de la frontera establecida unos años después, en 1983. Una combinación de temporalidades, futuras y pasadas, que es el suelo en donde se establece aquella frontera, y que separa a la democracia de todo tipo de autoritarismos, la aleja de trágicas y violentas experiencias vividas en nuestra historia reciente para pensar sin miedos, para desear un horizonte de futuro frente a la incertidumbre y el riesgo que conllevan los cambios que de manera irremediable atravesamos como sociedad.
Campora da su apoyo a Silvestre Begnis en Santa Fe
En 1973, la experiencia de transición a la democracia significó el fin de la dictadura autodenominada Revolución Argentina (1966-1973) y dio paso al tercer Gobierno peronista (1973-1976). Fue un periodo marcado por la crisis del régimen militar y la apertura política. Una singular coyuntura que experimentó la sociedad argentina tras la salida de una de sus repetidas dictaduras. En ese sentido, “La Hora del Pueblo” fue el título de un documento multipartidario firmado el 11 de noviembre de 1970 y propiciado por el agrupamiento de partidos políticos argentinos que se reunieron para presionar a una saliente dictadura militar y abrir una salida electoral.
Fueron años de radicalización de la política, en donde diversas nociones, diversos sentidos sobre la democracia, circulaban en diferentes ámbitos de sociabilidad, sin lograr un consenso generalizado, menos aún una hoja de ruta compartida. Para muchos sectores sociales la democracia era considerada solo una etapa preliminar hacia una transformación superadora de la sociedad. Los espacios de discusión y construcción política estaban fuertemente atravesados por demandas que articulaban diferentes ideales revolucionarios.
Cámpora en Santa Fe plena campaña electoral
La década del setenta estuvo signada por una gran polarización social. Es decir, por un lado el crecimiento de organizaciones revolucionarias, armadas o no, y por otro lado, una presencia insoslayable de las Fuerzas Armadas, en un contexto internacional de Guerra Fría que bajo la Doctrina de Seguridad Nacional tenía como claro objetivo identificar y reprimir al enemigo interno que ponía en peligro “el orden y la Nación”. En ese sentido, una de las contribuciones significativas dentro de la historia reciente la plantea la historiadora Marina Franco al sostener que el período 1973-1976 debe ser entendido como parte de un continuo que, con cambios y discontinuidades importantes, forma parte de una escalada de medidas de excepción estatal iniciada como mínimo con la dictadura de la “Revolución Argentina” en 1966.
Publicidad de Silvestre Begnis como gobernador
La idea mesiánica que predominaba por aquellos años, era que Perón podía resolver en buena medida los problemas que aquejaban al país. Sin embargo, la prohibición por parte de las Fuerzas Armadas, para que Perón pueda regresar del exilio y consolidar su candidatura jugaron un lugar clave.
Las agrupaciones peronistas que se articularon en torno a la Tendencia Revolucionaria, hacia mediados de 1972, evaluaban la posibilidad efectiva del retorno de Perón. De esa manera la campaña electoral a favor de la candidatura de Cámpora-Solano Lima y el retorno de Perón fueron la consigna respaldada por las organizaciones juveniles que otorgó singulares características a las elecciones de 1973 bajo el popular lema: “Luche y Vuelve”.
Candidatos a gobernador por Santa Fe 1973
Por esos años, corría un chiste en el mundo de la política, que nos muestra en buena medida las particularidades de estas elecciones. Ante la pregunta de Perón ¿qué hora es? La respuesta de Cámpora era ¿qué hora quiere que sea general?. Es que Cámpora no era el preferido por el mundo sindical, quienes habían elegido a Antonio Cafiero como candidato a la banda presidencial para 1973.
En 1972, las Fuerzas Armadas confeccionaron un Estatuto Fundamental Temporal que modifica varios artículos de la Constitución Nacional y que en cierta medida establece algunos elementos jurídicos que luego serán ratificados en la reforma constitucional de 1994. Entre ellos, que los diputados duran en su representación cuatro años y son reelegibles indefinidamente; el Senado se compondrá de tres senadores por distrito elegidos de forma directa por el pueblo, durando cuatro años en su mandato y se establecía una doble vuelta electoral si los candidatos ganadores no conseguían el 50% de los votos.
La tapa de El Litoral con las elecciones de 1973
El 25 de mayo de 1973, Cámpora asume la presidencia de la Nación. La primera medida que establece el gobierno, aún antes de que el Congreso sancionará una ley de amnistía, es la liberación de los presos políticos que fueron encarcelados durante la dictadura, por otro lado, el estableció el llamado “pacto social”. Similar al denominado “Pacto de la Moncloa” para la experiencia española, unos años después, durante su transición democrática, el pacto social en Argentina fue firmado el 6 de junio de 1973 por Rucci (representando a la CGT), Julio Broner (de la Confederación General Económica) y el gobierno nacional, de la mano del Ministro de Economía, José Gelbard. El objetivo era impulsar el consenso entre las diferentes corporaciones economícas y las direcciones sindicales. Se acordaron precios y salarios, se congelaron las paritarias por dos años, se fijó un salario mínimo y se fijó el aumento de los servicios básicos.
Sin embargo, el 13 de julio de 1973, Cámpora renuncia a la presidencia. La primavera camporista había durado 49 días. Junto con él renuncia su vicepresidente Solano Lima.
Así se votaba en la escuela Berutti.
Quien asume la presidencia es Raúl Lastiri, Presidente de la Cámara de Diputados. Curiosamente, o no, era yerno de López Rega, el ministro de Bienestar Social vinculado a la triple A. Perón ganó las elecciones que se realizaron en septiembre de ese mismo año y asumió su tercera presidencia el 12 de octubre de 1973.
Las elecciones santafesinas en marzo del ‘73
Al levantarse las restricciones a la actividad de los partidos políticos, en 1972, el peronismo se organizó con otros partidos formando la coalición denominada FRECILINA (Frente Cívico de Liberación Nacional), el que luego se convirtió en el FREJULI (Frente Justicialista de Liberación). Al mismo tiempo el gobierno de facto promulga un nuevo estatuto de los partidos políticos que controlaba la cuestión vinculada a las nomenclaturas partidarias y su uso. En ese proceso de selección de candidatos, el partido justicialista tomó, bajo una clara estrategia adaptativa, que corresponde a la fluidez organizativa que lo caracteriza, la conducción del delegado del peronismo Héctor Cámpora quien, luego de ser elegido por Perón como candidato a presidente, tuvo que sortear ciertas resistencias dentro del propio partido. Algo que también ocurre a nivel provincial en donde dirigentes locales deben seleccionar y elegir sus candidatos.
Como expone, a través de sus prolíficas investigaciones, el historiador santafesino y docente de la Universidad Nacional del Litoral, Marcelino Maina, en Santa Fe, para comienzos de los años setenta, se ponen en juego las identidades políticas al interior del peronismo. Este se mostraba en una situación de dispersión organizacional, disimulada por la capacidad de ordenamiento que ejercía Perón desde el exilio en Madrid. El escenario que se abre con la apertura política de 1972-73 abre ciertas disputas internas en torno a la definición de quiénes son peronistas y quienes pueden disputar y lograr convertirse en candidatos.
A la espera del turno para sufragar en la Escuela Industrial.
De esa manera, Maina sostiene que: “El peronismo santafesino definió dos líneas de candidaturas que se consolidaron como dos expresiones electorales que encubren la expresión de dos o más identidades políticas en disputa”.
En la escuela Normal, el acto eleccionario se vivió a pleno.
Así, demostrando el fuerte conflicto interno que atravesaba el peronismo, en primer lugar, surgida del Congreso Provincial partidario la fórmula que candidatea a Antonio Campos y a Alberto Bonino para gobernador y vicegobernador. Por otro lado, la candidatura del Movimiento de Integración y Desarrollo al interior del Frente Justicialista de Liberación que presentaba la fórmula Carlos Sylvestre Begnis y Eduardo Félix Cuello y que fue legitimada por el propio Perón.
El resto de los partidos provinciales estaban representados por la UCR con los candidatos Eugenio Malaponte y Carlos Spina, el PDP presentó la fórmula Alberto Natale-Mario Verdú y la Alianza Popular Revolucionaria con los candidatos Alfredo Nogueras y Walter Maguna.
Imagen de la celebración tras la victoria de Cámpora.
El resultado final marcó el triunfo de la fórmula encabezada por Sylvestre Begnis con el 38% de los votos. Sin embargo, debido a la legislación electoral, se realizó una segunda vuelta el 15 de abril en donde finalmente triunfa la fórmula del Frente Justicialista de Liberación impulsada por Perón pero que despertó profundas tensiones al interior del partido provincial.
Otra postal de los festejos por el triunfo del peronismo.
En ese sentido, como afirma el reconocido historiador Dario Macor, el partido peronista puede ser reconocido como un oxímoron: “se sueña como un partido de acero pero vive alterado por rencillas internas”. Durante las elecciones de 1973, esto no fue la excepción, el peronismo reunió en su interior una serie de tensiones donde cada sector pretendió ocupar plenamente la totalidad de un universo de ideas y en donde la disidencia política es considerada en términos de traición.
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