La alimentación como variable de ajuste en los hogares más vulnerables del país
Más de un millón de niños y 3 millones de adultos se saltea alguna comida diaria. La calidad de la alimentación está resentida y el endeudamiento suele ser alternativa para comprar lo mínimo. Son datos del último informe de Unicef que ya está en manos de las autoridades nacionales. Un pedido concreto: la protección de los recursos económicos destinados a infancias y adolescencia.
En el centro de las políticas públicas. Ese es el lugar que deben tener, para Unicef, las infancias y adolescencias.
En la Argentina hay hogares en los que se dejó de comprar un alimento y muchos también en los que niños y niñas o personas adultas pasan de largo alguna de las cuatro comidas diarias por falta de dinero. Es probable que para completar las otras tres o alguna otra necesidad básica deban recurrir a un endeudamiento. En esos mismos hogares puede ocurrir que habiten adolescentes que salen a buscar algún magro ingreso en un mercado laboral informal que no les paga bien porque los emplea en tareas no calificadas; y esa búsqueda impacta directamente en la posibilidad de asistir a clases para terminar el ciclo secundario, primer eslabón de una capacitación que el mismo mercado considera mínima para tener mejores oportunidades. Todo resulta más complejo si se trata de hogares monoparentales, numerosos o con llegada de la Asignación Universal por Hijo.
Unicef Argentina presentó este miércoles los datos de la última Encuesta Rápida sobre la situación de la niñez y la adolescencia en el país, una práctica que desarrolló durante la pandemia y que, en esta ocasión, actualizó datos hasta fines de junio, con la crisis sanitaria por Covid-19 prácticamente superada pero con sus efectos aún visibles y en un contexto económico claramente adverso.
La presentación de las conclusiones se hizo este miércoles al mediodía e incluyó la posibilidad de participar vía Zoom para los medios del interior, entre ellos, El Litoral. Allí estuvieron la representante de Unicef en la Argentina, Luisa Brumana; la representante adjunta, Olga Isaza, y Sebastián Waisgrais, especialista en inclusión social y monitoreo.
Una de las conclusiones resume bastante la situación: "Hay un declive de la clase media donde la insuficiencia de ingresos genera la necesidad de usar ahorros o endeudarse para mantener condiciones de vida mínimas para la niñez, mientras que en aquellos hogares ya situados en la pobreza el resultado es la falta de un plato de comida".
Los datos
Brumana explicó las razones de esta encuesta a hogares con niñas, niños y adolescentes que se hizo en todo el país que representan a unas 27 millones de personas. En primer lugar, por la importancia de contar con datos empíricos que permitan "acercar la situación de la niñez a tomadores de decisión en la esperanza de que los niños estén en el centro aún en momentos complejos". El otro objetivo es establecer si los planes e inversiones que el organismo realiza en nuestro país hacen a una mayor diferencia en la vida de infancias y adolescencia.
Los resultados se dividieron en ejes, explicó Waisgrais. Entre ellos, ingresos, estrategias de los hogares, sobre todo en materia de alimentación; transferencias sociales y aspectos vinculados con niñez y adolescencia en educación, salud mental y tecnología.
Hay conclusiones de alto impacto:
El 56 % de las mujeres transitan inestabilidad laboral, que es de un 38 % en varones.
El 30 % de las mujeres no tenía empleo y sigue sin tenerlo frente a un 13 % en esa situación.
Uno de cada 3 hogares no logra cubrir sus gastos, pero cuando se desagregan los datos se tiene que la situación se complica aún más en aquellos que están a cargo de una mujer o cuando el empleo es informal, por ejemplo.
En uno de cada dos hogares los ingresos no alcanzan para cubrir algún gasto escolar y en uno cada 3 para comprar libros.
Por falta de dinero se dejan de hacer distintas cosas: en 1 de cada 4 hogares se deja de ir al médico o al dentista, casi un 20 % suspendió la compra de un medicamento, hay un porcentaje más ligado a una clase media baja que usa sus ahorros, 2 de cada 10 hogares deja de pagar un servicio. Y una vez más, todo aumenta si se trata de población vulnerable o destinataria de AUH.
Alrededor de un 50 % de mujeres no reciben el dinero de la cuota alimentaria; son el 63 % si se considera a quienes a veces lo reciben y a veces no. Esto se traduce en mayores restricciones en la vida cotidiana.
Uno de cada 4 hogares tuvo que recurrir a un préstamo informal para la compra de alimentos en los últimos seis meses. Hay un mayor uso de tarjetas de crédito para comprar alimentos, pero esto queda circunscripto a hogares que cuentan con esa herramienta.
En un 65 % de los hogares que reciben la AUH el dinero alcanza para cubrir menos de la mitad de los gastos. Sin dudas estas transferencias son necesarias, pero no alcanzan.
La carne es el producto que desaparece con mayor frecuencia de la dieta diaria en hogares vulnerables (70 %); se dejan de comer frutas y verduras (40 %) pero apenas disminuye en un 15 % el consumo de pan y harinas. Esta sustitución de alimentos impacta en la salud de niñas, niños y adolescentes.
La encuesta de Unicef midió otros indicadores también, algunos fueron mejorando respecto de 2021: por ejemplo disminuyen los cuadros de alteración el sueño y de la comida, y problemas de comunicación en la población menor de 6 años.
Las escuelas están abiertas pero en la mitad de los hogares consideran que niñas, niños y adolescentes van a finalizar con menos aprendizajes de los que deberían haber logrado. Cuestión que se traduce en una incertidumbre sobre el desempeño futuro.
Mejoró el acceso a tecnologías en los hogares (computadora, tablet, teléfono celular) pero hay un 24 % que no tiene ningún dispositivo.
La sobrecarga de trabajo en los hogares sigue siendo un problema recurrente y sigue recayendo sobre las mujeres, aún con escuelas y espacios laborales funcionando a pleno. En este punto surge un aspecto complicado: ¿quién cuida a los niños pequeños? Cuando no está a cargo de padre o madre, queda a cargo de un hermano o, usualmente, una hermana menor de 18 años o directamente solos.
En adolescentes descendieron los niveles de ansiedad y depresión pero un 10 % observa que a pesar de haber vuelto a la escuela, subsisten dificultades para relacionarse con sus pares.
Violencia
Según la última encuesta de Unicef, más de 300 mil mujeres reportan sentirse agredidas física y/o verbalmente. Por otra parte, un 24% de las y los adolescentes indican haber presenciado una situación de bullying en sus escuelas y un 7% indica haberla sufrido personalmente.
Santa Fe entre las prioridades
En 2021 se puso en marcha un trabajo bien cercano de Unicef junto a cinco provincias consideradas prioritarias para el abordaje de infancias y adolescencias. Santa Fe está en esa lista junto con Salta, Jujuy, Chaco y Buenos Aires.
En todos los casos las líneas de acción que se desarrollan consisten en:
- Ayudar a los estados provinciales a que disminuyan la pobreza a través de los sistemas de protección social. Y a intendentes a través de la iniciativa Muna, un sistema de incentivos a autoridades locales que mejores resultados obtengan en sus políticas para niñas, niños y adolescentes.
- Acompañar a estados y sociedad civil para garantizar una atención integral a niños y niñas de 0 a 5 años.
- Ofrecer oportunidades integrales a adolescentes, en aspectos como terminalidad educativa y calidad de aprendizajes, salud sexual y reproductiva y participación para que sean parte de las decisiones que les competen.
- Acompañar a que niñas y niños vivan en entornos libres de violencia, tanto en el hogar, redes sociales, escuelas, comunidad, calles e instituciones.
- Comprometer a otros actores para que trabajen en los derechos de niños y niñas: sector privado, medios de comunicación, sociedad civil, sector académico y todos aquellos que tienen responsabilidad para garantizar la agenda de derechos de la infancia.
Dos recomendaciones
Luego del diagnóstico ofrecido por Unicef con datos "certeros y confiables" de la situación en los hogares relevados, se aportaron dos recomendaciones bien concretas.
Por un lado, fortalecer las políticas de protección social en dos sentidos: para alcanzar la universalidad y para tener mecanismos de actualizaciones que se compadezcan con la variación de los ingresos.
Por otro lado, se considera imprescindible proteger en términos reales el presupuesto de los programas dirigidos a niñas, niños y adolescentes: "Los chicos y las chicas nunca pueden ser variable de ajuste en situaciones críticas de la economía", afirmó, categórica, la representante adjunta en el país Olga Isaza.
"En momentos donde el país se encuentra discutiendo las próximas medidas económicas es importante recordar que los recursos destinados a los niños, niñas y adolescentes deben ser protegidos". Luisa Brumana, representante de Unicef en Argentina.
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