Por Ignacio Pellizzón
La vida de dos rosarinos cambió rotundamente cuando se enteraron de que ella padece endometriosis. Después de realizar un tour de consultas médicas, tomaron una decisión clave que les abrió el camino de una nueva esperanza.
Por Ignacio Pellizzón
María Giuliana Volpe (31), más conocida como “Yuli”, y Santiago Brachetta (33), ambos de la ciudad de Rosario, llevan ocho años de novios. Cuando empezaron a salir en 2013 no se esperaban que dos meses después su querido Newell’s Old Boys saldría campeón. Tampoco se imaginaban que en el 2020 iba a llegar una pandemia y que se iban a enfrentar como pareja a una enfermedad, desconocida por ambos, pero que afecta a una de cada diez mujeres en edad reproductiva: endometriosis.
Antes de llegar a esta parte de la historia, primero “Yuli” y santi se conocieron. Se hicieron amigos en Facebook, gracias a unos conocidos en común que son hinchas del mismo club. Estuvieron sin hablarse un tiempo, porque tenían los horarios invertidos: cuando ella salía de trabajar a las diez de la noche, él tenía que entrenar futbol de salón hasta pasadas las 12.30.
Como tantas cosas en la vida que no se sabe muy bien por qué pasan, pero que por algún motivo suceden, finalmente ambos pudieron coincidir un día y encontrarse para hablar por primera vez a través de la red social. “De ahí en adelante no nos separamos más”, contó “Yuli” a Mirador Provincial.
Ninguno tampoco se imaginaba que el drama de los horarios invertidos llevaría a que se fueran a vivir juntos al año de estar saliendo. Mucho menos, que esta decisión motivaría, tres años después, el deseo de ser madre y padre. “Ya estábamos acomodados laboralmente y nos nació el deseo en unas vacaciones con mi familia, sentíamos que era el momento, no sé explicarlo porque sencillamente surgió”, recordó.
Ninguno sabía que ese deseo los conduciría a unirse más que nunca como pareja y a transitar un camino arduo y repleto de obstáculos, en el que se lanzarían de lleno a pedir ayuda contando su historia y a estimular la creatividad para poder cumplirlo.
Todo por "error"
Así comenzó el turbulento viaje. Después de buscar un bebé durante un año sin éxito, empezaron a visitar distintos médicos, que les fueron recomendando diversos estudios. “Ninguno nos indicaba nada en particular” de lo que les pasaba, relata “Yuli”.
En 2018, tras cinco años de intentos frustrados y después de hablarlo mucho, dudarlo más, pasar angustias, entendieron que su deseo estaba muy claro: querían tener un bebé. Visitaron a un especialista en fertilidad para llevar a cabo una inseminación y, a partir de ese momento, nada volvería a ser igual.
Una madrugada calurosa de enero de 2020, “Yuli” se levantó vomitando y sin poder mover la pierna derecha. A esa altura ambos ya se venían realizando diversos estudios. Llamaron a la guardia. Al llegar la médica -alrededor de las tres de la mañana- observó la situación y decidió pedir refuerzos. Tres médicos más llegaron para revisarla. Así, fue como “Yuli” terminó internada por una presunta apendicitis.
A las 8 de la mañana, le hicieron una tomografía con contraste, una ecografía y vieron que tenía un quiste en el ovario derecho, algo a lo que “no le dieron importancia”, detalló María Giuliana Volpe. A las 14, fue dada de alta con reposo.
Lejos de quedarse sentada, fue a consultar a su médico de fertilidad. Él le dio unas pastillas anticonceptivas por un lapso de tres meses para ver si se achicaba el quiste. Pero en vez de mejorar, el cuadro empeoró. “Yuli” empezó a sentirse distinta: le dolía al tener relaciones sexuales, al orinar.
En julio -siete meses después del primer episodio- con la autorización en mano para empezar el tratamiento, ella volvió al médico. Llegó llorando, diciendo que hacía tres semanas que no podía ir al baño, que no podía dormir, que no podía comer, “que no podía respirar”.
“Recuerdo ese 4 de julio de 2020. Me levanté a las 5 de la mañana sintiendo que no podía respirar. Llamé a la guardia porque quería vomitar y no podía. Por la pandemia vinieron recién a las 7 de la mañana a revisarme. Me dieron Lubracom diciendo que se me iba a pasar, ‘que tomara una cucharadita’. Ante su desesperación, desde las 7 de la mañana hasta el otro día “me habré tomado cuatro cucharadas, pero ninguna me hizo efecto de nada”.
Le indicaron que se hiciera una ecografía transvaginal. El médico le advirtió que podría tratarse de una infección en la trompa de Falopio. Cuando finalmente observan la ecografía, detectaron una endometriosis.
Su médico la derivó a otro “supuestamente especialista en endometriosis”. La enviaron a hacerse una resonancia con contraste, “supuestamente”. Cuando llegó, en realidad era con contraste y con gel en recto y vagina. Al regresar a su médico -dos meses después- entre el resultado y el turno, le confirmaron finalmente que padecía de una endometriosis profunda.
Así, fue que derivaron (otra vez) a María Giuliana a ver a un oncólogo. “Casi me muero”, recordó con angustia. Pero al entrar a la consulta, el profesional le dijo algo todavía peor: que sería preferible que tuviera cáncer “a lo que tenés”.
El tour de las consultas lejos estaba de terminar. Ahora la derivaron a un proctólogo, después a un urólogo y, finalmente, al especialista en fertilidad para que le pudieran sacar los óvulos antes de operarla.
El proctólogo le realizó una colonoscopia (agosto 2020, ocho meses después del primer síntoma). Luego, el especialista en fertilidad le dijo que no le podían sacar los óvulos porque tenía el quiste. Sentía como si estuviera en un laberinto yendo de un lugar al otro, pero siempre volviendo al principio.
Con un dolor insoportable y ante la falta de ayuda, decidió visitar en noviembre a una médica distinta, alguien que pudiera entenderla. Y ahí “fue un antes y un después”, ella “me encantó”. Le relató su historia y enseguida le proporcionó unas pastillas anticonceptivas especiales que “son para la endometriosis, que tienen Dienogest”.
“Yuli” pudo volver a dormir. Si bien tenía otros dolores, como el de cabeza, por ejemplo, era “preferible” antes que los dolores de ovarios que venía soportando. Llegó diciembre y la terminaron operando. Le realizaron una laparoscopia para poder quitarle el quiste del ovario derecho, que ya tenía 8 cm. Tres meses después, pudo empezar con el tratamiento de fertilidad.
La lucha por el deseo
La pareja llevó adelante tres tratamientos de fertilidad de alta complejidad, pero ninguno funcionó. Ante este escenario, les sugirieron analizar los embriones de ambos por separado y ver si encontraban el problema en alguno en particular. También, les pidieron que ella se realice una biopsia en el cuello del útero para ubicar si el problema está, justamente, en su útero o en los embriones.
“Lamentablemente no se puede creer que estas cosas salgan en dólares viviendo en Argentina cuando nadie gana en dólares, Pero, por un lado, congelar los embriones cuesta 100 dólares cada uno, más 3.650 dólares analizarlos, más un traslado de 660 dólares y la biopsia del útero que tiene un costo de 2.150 dólares”.
La suma en pesos es millonaria y es imposible de costear para la pareja. Por eso, ambos pensaron en sacar un crédito, pero no encontraron uno al que pudieran acceder por esa suma. Tampoco cuentan con personas allegadas que les puedan prestar el dinero para devolverlo en cuotas. Se encontraron con una barrera que parecía imposible de sortear, hasta que le contaron la encrucijada en la que se encontraban a la hermana de “Yuli” y todo cambió.
Ella les aconsejó que publicaran su historia en las redes sociales (Instagram, Facebook, etc.) y que la compartieran con todas las personas. Así, podrían dar a conocer la enfermedad y lanzar una campaña solidaria en la que pudieran colaborar económicamente con la causa.
“Yuli” admitió que “le daba cosa” que se hiciera tan público “lo nuestro”. Que personas conocidas como desconocidas supieran algo tan íntimo como lo del tratamiento, “no fue una decisión sencilla”, pero finalmente “lo hicimos”.
A las horas de realizar el posteo, empezaron a ver el movimiento que generaba la publicación y la respuesta de los usuarios fue contundente. “No lo podíamos creer, la cantidad de parejas que atraviesan por lo mismo, ¡me sorprende lo que no se sabe de la enfermedad! Hasta me mandan sus estudios médicos (y obvio que les recomiendo que vayan a un especialista para que les puedan hacer los estudios necesarios)”, cuenta la joven rosarina.
“La verdad es que el apoyo y la solidaridad que estamos encontrando es algo impresionante. Nos llegan mensajes de personas conocidas como de gente que no tenemos ni idea quiénes son. Hay parejas que nos cuentan sus historias o la de algún familiar. Nos agradecen que hablemos de este tipo de cosas: del tratamiento de fertilidad o de endometriosis. La verdad es que dentro de lo malo que es todo esto, está pasando algo impensado”.
La campaña en redes viene muy bien, según comenta “Yuli”. La pareja está recibiendo muchas donaciones. Les ofrecen realizar bingos para recaudar fondos. También los invitan a hacer chopeadas, les regalan camisetas para armar rifas. “Estamos muy sorprendidos y no podemos pedir más”, cerró.
La endometriosis, según una especialista
Leticia Solari, médica ginecóloga especialista en medicina reproductiva y cirugía endoscópica (Mat.14033), precisó a Mirador: “Llamamos endometriosis a las células del endometrio, que es la capa que cubre el interior del útero. Estas células se presentan fuera de su lugar normal. Lo más frecuente es que estén distribuidas en la pelvis, sobre la superficie del útero, en los ovarios formando unos quistes muy particulares, en toda la superficie del peritoneo o en cualquier otra localización”.
“De acuerdo a la localización y a la gravedad que tengan esas lesiones, va a ser la sintomatología. La mayoría de las veces y lo más frecuente va a ser el dolor pelviano, dolor con las relaciones, dolor con la menstruación, distensión abdominal, el sangrado más importante y, también, según la localización, puede haber síntomas urinarios o digestivos”.
“El diagnóstico preciso y el tratamiento inicial recomendado es la videolaparoscopía. Así se obtiene el diagnóstico justo, se destruyen las lesiones de endometriosis o se las saca, se repara si hay adherencia -porque es una enfermedad que va pegando los órganos-, si hay quistes en los ovarios, se los saca o cualquier otra lesión que uno encuentre”.
“Como es una enfermedad que se encuentra en la edad reproductiva de la mujer, todos los tratamientos médicos son para evitar que la enfermedad progrese, porque tiene esta característica que habitualmente en la mayoría de los casos, es una enfermedad crónica, progresiva y evolutiva. Entonces, utilizando medicación hormonal que contrarreste las hormonas naturales de la mujer podemos ayudar a que la enfermedad no evolucione. Las más comunes son las anticonceptivas especiales, con un tipo de progesterona que produce la atrofia de esas lesiones de endometriosis. También hay otras medicaciones hormonales mucho más específicas para cada caso”, agregó la Dra. Solari.
“No se sabe con exactitud la procedencia, porque es una enfermedad muy heterogénea en su sintomatología. Pero se calcula que una de cada diez mujeres en edad reproductiva la tiene. Uno la puede diagnosticar desde que empieza a menstruar hasta que entra en la menopausia. Luego, como es una enfermedad hormonodependiente se autolimita. Lo mismo sucede durante los embarazos. Las mujeres están sin dolor por efecto de las hormonas del embarazo que la mantienen sin evolución”, concluyó la especialista.
Vías de contacto
Pueden agregarlos a su Instagram, por donde informan el paso a paso: @yulivolpe o @santiagobrachetta. O Celulares pueden ser: 3416485303 o 3412727279.
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