El éxodo de un santafesino: explora Medio Oriente y el Cáucaso en carpa y a dedo
Se graduó en 2018. A los 27 después de recibido, empezó a viajar y nunca paró. Trabajó de niñero, tambero, asistiendo con la comida en una mina de carbón, lavando copas, limpiando pisos y juntando cerezas. Sacándole provecho a los ahorros, vive la vida que quiere
Bruno viaja por el mundo, vive de nómade, trabajando y conociendo los rincones más insólitos del planeta
Bruno Acciarri tiene 30 años y es ingeniero industrial. En su DNI figura como domicilio la localidad de Carreras (departamento General López), pero la realidad difiere. Desde hace varios años viaja por el mundo, vive de nómade, trabajando y conociendo los rincones más insólitos del planeta casi sin gastar dinero.
Hoy se encuentra en Iraq, luego de experimentar con una sociedad diferente en Turquía durante dos meses a fines del 2021. Viajó por todo el país a dedo y se hospedó en casas de familia, lo que lo inspiró a recorrer el Medio Oriente con el objetivo de conocer la cultura y la gente de la zona durante nueve meses.
“Fue mi primer viaje en una sociedad tan distinta como son las de Medio Oriente. Mi primera vez en un país musulmán. Si bien no son árabes, son turcos, pero era la primera vez que estaba en un país de mayoría musulmana. Y fueron dos meses increíbles porque llegaba sin tanto conocimiento de estas culturas, de esta religión y con un poco de miedo”, contó.
A quienes les fue contando de este viaje en particular, coincidían en que “está lleno de guerras y atentados”, pero Bruno se animó igual: “A medida que iba avanzando por el país la gente me decía que viaje tranquilo, que en Turquía no pasa nada. Yo no me quería acercar a las fronteras con Siria, Líbano, Iraq o Irán, pero a medida que iba avanzando me decían que no pasa nada, que estaba en un país seguro. Y de hecho nunca en los dos meses sentí ningún tipo de inseguridad”, describió.
Bebiendo shai (té) en una mezquita en la capital de Irak, Bagdad, luego de haber interrumpido el ayuno que musulmanes practican durante el mes de Ramadán.
En Iraq, está adaptándose a la gente, a la comida, su costumbre y religión. “Los árabes son muy hospitalarios. Te dan todo, pero no saben que uno por ahí necesita su espacio. Te ofrecen lo que tienen, pero a uno lo sobrepasa. Estoy lidiando con eso, con aprender un poco a ser más empático, más tolerante”, confesó.
Imagina estar dos meses en Iraq, después subir hacia Turquía que va a ser su paso hacia Armenia donde quiere estar un mes. Un mes en Georgia, otro en Azerbaiyán, varias semanas entre Nogorno Karabagh y Abjasia -dos países que no son reconocidos- y después cruzar a Irán para pasar dos o tres meses. “Pero eso veremos porque hay gente que me dice que está muy inseguro, pasando por una gran crisis y no está fácil la cosa con el régimen islámico”, anticipó. “Pero creo que voy a ir de todas maneras. En total me da como unos nueve meses. Eso es lo que pretendo hacer ahora”.
El joven de Carreras, aseguró que antes de Iraq, “viví todo en Turquía, desde estar en playas paradisíacas del Mediterráneo, ir adentrándome en lugares súper conservadores en términos de lo religioso” y viajar por cerca del borde con Siria donde la “gente era tan amable, tan hospitalaria, la comida diferente y tan rica”, en las zonas de los kurdos, más cerca de Irak e Irán.
Un gran día en una de las playas más puras del mundo, en la Gran Barrera de Coral australiana.
“Después estuve más por el norte, cerca de Armenia, Georgia. Turquía me cambió un poco la manera de ver las cosas, de viajar. Si bien no me quedaba claro cómo quería seguir, tenía que laburar firme. Volví a Argentina un par de meses para visitar a mi familia, me fui a Australia a recaudar plata y ahí me di cuenta rápido que quería volver a viajar por estos lugares”, admitió.
“Empecé a plantearme cómo. En Turquía viajé todo a dedo, dos meses, que, si bien ya lo había hecho en Irlanda durante un mes, por todos estos prejuicios que tenía no sabía si lo iba a poder hacer y lo hice con mucha facilidad, usando plataformas para que me hospede gente local. Por eso más que nada me di cuenta de que ahora soy capaz de viajar un tiempo largo, porque no gasto tanto dinero, porque esta manera de viajar es económica y aparte me apasiona, me parece mucho más interesante que viajar de ciudad en ciudad, turística, sacando fotos a monumentos o a cosas así”, se explayó.
Cambio de actitud
Los viajes de Bruno, tal como insiste, van por otro lado. Apuntan al contacto con las personas, la cultura, de empaparse, de tratar de ser uno más de ellos, ver cómo viven, cómo piensan, cómo razonan las cosas y por ese camino va. En esa senda se mantiene.
Recolectando cerezas en Tasmania, Australia.
“Cuando estaba en Australia dije ‘ya fue’, voy a estar un año, ahorrar todo lo que pueda y seguir viajando. Se me ocurrió que podía visitar todos los países que comparten la frontera con Turquía. Pero cuando empecé a averiguar, Iraq había abierto las puertas al turismo extranjero, después de la visita del Papa Francisco a Bagdad y entonces fui”, recordó.
Empezó por Iraq. Le dieron una visa por dos meses y encaró hacia la parte federal, que es todo el sur y el centro: “Cuando llegue el verano acá, que se pone muy caluroso, empiezo a subir hacia Turquía, hacia Armenia, Georgia, Azerbaiyán. La idea es estar mínimo un mes en cada lugar”, aseguró.
Bruno imagina que este es un viaje de nueve meses por lo que tiene en su cabeza: “La idea es estar viajando hasta diciembre, cuando me gustaría volver a Argentina también para visitar algunos sitios. Siempre a dedo, con mi carpa por si algo sale mal o por si en algún momento quiero desconectar y estar en la naturaleza. Por ahora siempre me hospeda gente local, comparto el tiempo con ellos y así voy”, agregó.
Foto con un equipo de voley de la ciudad kurda de Hakkari, Turquía que lo levantó en la ruta, y terminó pasando todo un día con ellos.
La intención es trabajar un tiempo largo en países donde pueda ahorrar, -como lo fue en sus anteriores experiencias por Australia o Irlanda- y viajar un tiempo prolongado. “Este es un desafío importante para mí, porque nunca estuve viajando tanto. Una prueba para ver de qué soy capaz, de cuánto quiero estar así. Es como una parte del conocimiento personal”, se explayó.
La B es por barato
El ingeniero de Carreras viaja a través de la app couchsurfing, que es una plataforma que une viajeros con gente local que quiere hospedarlos. Explica que así se produce un “cambio cultural, un enroque en el que uno puede mostrarle un poco de su país a través de uno mismo. Y ellos te muestran cómo viven, comen y te invitan a dormir a sus casas”.
“Ya tengo un muy buen perfil en esa plataforma con muchas recomendaciones, muchas referencias. Así que para para mí no es tan difícil ser hospedado. De esa manera, prácticamente, nunca voy a un hotel o a un hostel. Es mi herramienta ideal para no gastar dinero”, detalló.
En lo que respecta a la plata, sostiene que su educación como ingeniero industrial lo ayuda mucho a ser muy organizado e “inteligente” con el manejo. “Trato de ser muy consciente a la hora de vivir. Soy una persona muy económica”, valoró.
Generosa familia turca que conoció en la ruta y lo invitaron a almorzar en su casa en un pequeño pueblo en las montañas.
“Por ejemplo en Australia, viví los últimos cuatro meses en carpa, trabajando de juntar cerezas o almendras. Pagando muy poco, comiendo de una manera súper económica. Me adapto, si no se puede comer carne porque es muy cara, no como. Trato de tener un consumo consciente. Y encontrando la felicidad en las cosas sencillas, en estar tocando música con unos amigos, haciendo un fuego. No soy ese tipo de gente que necesita ir a restaurantes o cosas que representen más”, puntualizó.
Bruno sueña con conocer todo lo que pueda. Hoy en día tiene la cabeza en este viaje por Medio Oriente y la idea en el 2024 es hacer otro año de trabajo fuerte en un lugar que pague bien, que seguramente va a ser Nueva Zelanda: “Es mi última oportunidad. Ya tengo que aplicar este año a la visa, porque hay ciertos requerimientos que uno tiene que cumplir y ellos te dejan hasta los treinta años con el pasaporte italiano. Después me encantaría seguir por Asia. Estoy muy interesado en los países del este, Corea, Japón, Mongolia, China. Esa zona me atrapa mucho y aparte, India, Pakistán”, enumeró.
Admite que no puede saber cuánto le va a durar el “alma viajera” y que hoy en día no concibe otra manera de vivir que no sea esta, en movimiento. “No lo veo, no me imagino viviendo sedentariamente. Lo puedo hacer por un mes o dos, como cuando estaba en Australia. Pero a los dos meses siento que quiero moverme de vuelta, que es el tiempo, porque ya estoy como estancado y quiero ver cosas nuevas. Soy muy inquieto”, agregó.
“Yo creo que mientras me dure la inquietud, voy a seguir. Me imagino de acá a cinco o seis años haciendo esto, porque todavía tengo dos años para ir a Australia, tengo el año en Nueva Zelanda, y entre medio ir metiendo viajes como este. Vamos a ver cómo sale tan largo”, anticipó.
Por otra parte, fue descubriendo con el paso de los años que le gusta mucho la escritura, así que arrancó a armar borradores para un potencial libro, que hable de su crecimiento como viajero. Volver al país, tampoco parece una opción.
A todos lados con el mate. Bruno Acciarri tiene casi decidido que el día que deje de viajar, se va a instalar fuera del país.
“Creo que tengo todavía para rato, pero me gustaría estar más asentado, seguramente a los 40, aunque no sé dónde. La idea del viaje también es descubrirme más, que es principalmente lo que estoy haciendo. Descubrir qué cultura, qué sociedad, qué lugares me cautivan más para vivir. No sé si querría vivir en Argentina, pero tampoco tengo definido dónde, así que es la idea también del viaje, es definir y encontrar un posible futuro sedentario”, amplió.
En su cuenta de Instagram (@deexodoenexodo) intenta mostrar la manera más genuina posible lo que va viendo y viviendo en estos países, “para que tengamos una visión más completa de quienes viven en otras partes del mundo, además de las historias que voy recolectando en el camino”, cerró.
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