La travesía les demandó 6 años, 7 meses y 28 días para recorrer 17 países -40.170 km- aunque admiten que el tiempo estimado era de cinco años, pero la pandemia y la declaración de emergencia los encontró en medio del viaje.
La experiencia de estos jóvenes, que unieron América del Norte con Sudamérica en bicicleta es digna de ser contada. Fueron casi 7 años de ruta y ni la pandemia los frenó. Hoy desde Ushuaia cuentan, ya con la meta cumplida, cómo fue su diario sobre dos ruedas.
La travesía les demandó 6 años, 7 meses y 28 días para recorrer 17 países -40.170 km- aunque admiten que el tiempo estimado era de cinco años, pero la pandemia y la declaración de emergencia los encontró en medio del viaje.
La experiencia, relatada en las redes sociales de Viviendo el Camino, tiene como protagonistas a Caren Peresón (34) y Cruz Scardellato Auer (36). Él es de la localidad de Teodelina, pero a los 8 años emigró al norte de Santa Fe y conoció a Caren, de la ciudad de Avellaneda, cuando ambos estudiaban Derecho. Años más tarde, mientras residían en Reconquista, decidieron cumplir una meta: viajar en bicicleta desde Alaska hasta Ushuaia.
"Queríamos cambiar la forma tradicional de viaje que teníamos, que era solo irnos de vacaciones, y dijimos la bicicleta es un buen medio para hacerlo", relató Cruz, quien fue el primero en pensarlo y luego al trasladárselo a su pareja, tras un proceso que llevó un tiempo, se dispusieron a concretarlo.
"Al principio fue idea mía allá por 2014 y obviamente pasamos por un proceso, que en realidad fue la parte más difícil porque no es sencillo cambiar de vida de un día a otro. Era dejar la estabilidad, alejarnos de la familia y al planteárselo a Caren, recién en 2015 compramos los pasajes y ahí empezaron los mayores miedos, pero ya no había vuelta atrás", se sinceró.
Y ese "volver atrás" tenía que ver con lo nuestro, con los afectos, con aquello que nos arraiga a un lugar y por eso Caren y Cruz decidieron hacerlo de norte a sur. "Si empezábamos en Ushuaia estábamos en nuestro país y al subir íbamos a pasar cerca de la provincia y quizás tendríamos más posibilidades de abandonar este proyecto, que muchas veces lo pensamos, pero seguimos adelante", cuentan. Y detallan que el momento más complicado fueron los dos primeros años, cuando no eran dudas sino factores que los hacían repensar su decisión.
Alaska, el estado blanco como todos lo imaginamos, fue el punto de partida. Llegaron el 17 de mayo de 2016 y el 22 de ese mismo mes, tras una meticulosa organización, emprendieron el viaje en dos ruedas.
"A diferencia de lo que todos creemos Alaska no es ese lugar inhóspito, sino que hay grandes ciudades y en la época que fuimos (primavera) no vimos esa Alaska salvaje como imaginábamos", recuerdan sobre su inicio.
En este país de la América septentrional, se hospedaron en la casa de una familia amiga que pertenece a una red de intercambio de viajeros, como lo son ellos, ya que recibían y recibirán a personas que viajan en su casa de Reconquista. "A la vez en el camino vas conociendo gente a través de las redes sociales y sin dudas encontrás sorpresas (de las buenas)", grafican.
El inicio y el fin siempre estuvieron claros para esta pareja de Santa Fe, pero "lo que cambió quizás fue la ruta ya sea por el clima o por recomendaciones de locales que nos iban guiando", aseguró Caren quien describió de memoria la ruta recorrida o más bien la vuelta a casa, porque nunca dejaron de tener como meta su querida Argentina.
El ruedo empezó en Anchorage (Alaska), siguió por Fairbanks. En ese punto intentaron llegar al Círculo polar ártico y el clima no se los permitió por lo que fueron rumbo a la frontera con Canadá, atravesando parte de territorio Yukón y del Estado de British Columbia. Llegaron hasta Alberta, donde hicieron una recorrida para luego cruzar a Estados Unidos, pasando por los estados de Montana, Wyoming, Iowa, Utah y Arizona; de allí retomaron Utah y bajaron por Nevada y California para terminar en la costa pacífica. Una vez allí, se dirigieron a la península de Baja California (México), de la ciudad de La Paz cruzaron en ferri el resto de México para llegar al Estado de Sinaloa y desde allí pedalearon por Nayarit, Jalisco y varios estados del centro del país. Una vez en la costa de Sinaloa recorrieron esa zona, llegando hasta la Ciudad de México, regresando a la costa pacífica (Oaxaca) para después volver al centro del país y de ahí a la península de Yucatán para luego cruzar en avión a Cuba, algo que no estaba en sus planes. Desde Cuba regresaron a Mérida y empezaron a bajar para América Central (Belice-Guatemala-El Salvador-Honduras-Nicaragua-Costa Rica-Panamá).
Desde allí, el tapón de Darién (Panamá) y, como no hay ruta entre Panamá y Colombia, atravesaron el mar en velero por el Archipiélago de San Blas, hasta llegar a Cartagena y desde ese punto, tanto Colombia como Ecuador y gran parte de Perú, pasaron por Los Andes hasta llegar a Bolivia (Altiplano). Finalmente ingresaron al país por la frontera de La Quiaca y pedalearon por la famosa Ruta 40 con algunos pequeños desvíos, hasta llegar a Cabo Vírgenes (Km 0) y de allí llegaron a la isla de Tierra del Fuego por ruta 3, para llegar a su destino Ushuaia, donde hoy se encuentran.
Al reseñar las vivencias de ruta, señalaron que el lenguaje en los países del norte no fue un gran impedimento ya que con el inglés que todos conocemos pudieron hacerse entender, sumado a que "la gente con la que estuvimos intentaba entendernos, es decir, hacían un esfuerzo y le ponían muchas ganas a entenderte, pese a que uno no habla el idioma", rescataron.
De la ruta lo que más valoran es a la gente que conocieron y de lo vivido aprendieron que "todos somos iguales".
Otro de los límites pudo ser las aduanas o pasos de un país a otro, pero tampoco lo marcaron como un gran desafío ya que como documentación extra solo llevaron la Visa para Canadá y Estados Unidos y con el pasaporte argentino pudieron recorrer con tranquilidad el territorio americano, salvo cuando los frenó la pandemia por unos 4 meses en Ecuador.
Respecto a los inconvenientes que pudieran contar sobre esta gran aventura sobre ruedas, eligieron como principal el viento de nuestra Patagonia por Ruta 40, que fue el factor clima que más les perjudicó. "Después hemos tenido caídas, inconvenientes con las bicis que fueron las mismas todo el camino, solo con algún cambio de cubiertas o cadenas", relataron estos jóvenes que decidieron emprender este objetivo primero con ahorros y en el trayecto pudieron encontrar la forma de trabajar en lo suyo de manera remota.
"El mayor gasto es la alimentación, pero nosotros somos austeros; contando que el gasto de combustible o de alojamiento, que representa mucho hoy en día, fue muy poco. Esa idea de que fueron vacaciones y que gastamos mucho no es así, aprendimos que hay otro estilo de vida con otras formas de trabajar", reflexionaron, destacando como gran aprendizaje que "todos al fin al cabo, más allá de la cuestión cultural, somos muy parecidos y a partir de eso podemos ser más tolerante con el otro".