La primera tapa de Mirador, allá, el 4 de noviembre de 2012, tenía una impactante foto de la crecida del arroyo Ludueña y con él cientos de vecinos de Rosario afectados por los recurrentes desbordes, luego “domados” a partir de obras de infraestructura que se realizaron aguas arriba de la desembocadura de ese curso de agua.
Una de las tapas recientes de Mirador, acá, en 2022, daba cuenta de la persistente sequía que afecta a los cultivos -en este caso, el trigo- de prácticamente todo el territorio santafesino, incluso la siempre rendidora zona núcleo, en el extremo sur de la Bota.
Inundaciones, sequías, campos y caminos anegados, familias evacuadas, animales rescatados, otros no. Mirador, con su estilo, relató en detalle cada instancia climática que atravesó el territorio santafesino.
En una provincia que, como la nuestra, está signada tanto por la actividad agrícola que comanda y direcciona otras muchas conexas, como por los más de 700 kilómetros de un gran río como el Paraná (y un puñado de afluentes que descargan sus aguas en él), es inevitable que posemos nuestra mirada sobre faltantes o excesos que preocupan a nuestros pueblos y ciudades y a nuestros habitantes.
Y, abriendo el arco desde fuertes lluvias convectivas e inundaciones a extremas sequías, en diez años hemos tenido -y registrado desde el territorio- todos y cada uno de los “juegos” de La Niña y el Niño...