Patricio Dobal
La idea es escalar un método para hacer harina blanca de soja y que tenga como destino la producción de alimentos de consumo humano. El equipo recibió fondeo de la Agencia Santafesina de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Patricio Dobal
En Santa Fe se cocina un ambicioso proyecto. Tiene doble objetivo, por un lado busca que el negocio de la molienda de soja, que hoy está dominado por las grandes agroexportadores, pueda volver a ser alternativa de negocio para las pymes del agro; y por el otro, crear una harina de una calidad organoléptica que se ajuste mejor al paladar humano para incorporarla a un sinnúmero de alimentos buscando evitar sabores extraños.
“El concentrado que hoy se incorpora a algunos productos lo importamos más que nada de Brasil. Pero ignoramos que Brasil genera esa mercadería eminentemente para consumo animal, de ahí que su cualidad organoléptica no se adapte siempre al paladar humano. Nosotros queremos romper ese paradigma y entendemos que es posible hacer una harina de soja con un método diferente que permita por un lado reactivar el crushing de escala menor en las pymes agropecuarias de la región y por el otro generar un mercado que aprecie la harina de soja que allí se pueda generar ya que será una harina más adaptada al gusto del consumidor”, explica Pablo Torresi, el director del programa que recibió fondeo de la Agencia Santafesina de Ciencia, Tecnología e Innovación (Asactei) y que lleva se adelante en el seno del Grupo de Valorización de Descartes Agroindustriales, que funciona en la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
Lo cierto es que el equipo comandado por Torresi ya logró importantes avances en el desarrollo del método de crushing, que ahora se profundizará con el respaldo económico provincial. “Con el grupo ya hemos desarrollado una tecnología a escala piloto, que procesa 400 kilos por día y que posibilita la producción de concentrado de proteína de soja (SPC) a partir de harina de soja desgrasada y tostada, la cual se encuentra validada a escala piloto y está destinada al mercado de alimentación animal. Ahora el propósito es el de adaptar el proceso para aumentar la escala y obtener un concentrado de proteínas de calidades aptas para ser destinados al mercado de alimentación humana”, mencionó.
El método en cuestión permitirá hacer una harina con sabor neutro que al ser incorporada por ejemplo a la carne para la elaboración de hamburguesas no será percibida en el paladar de quien la pruebe, algo que no ocurre hoy en día. “Como es harina que está pensada sobre todo para consumo animal, la misma se desgraza mediante el empleo del solvente hexano que luego es removido con vapor de agua. El procedimiento es económico, permite un formulado adecuado para la alimentación animal, pero no deja literalmente un buen sabor de boca”, entiende Torresi, que además de docente universitario es investigador del Conicet.
Así, el proceso de cushing que intentan plasmar apunta a solventar de otra manera la soja prescindiendo el vapor de agua y generando un producto que “a la hora de emplearlo como concentrado o aislado de proteína tiene mejores cualidades nutricionales y organolépticas”.
La creación del modelo para hacer el crushing, según Torresi, revolucionará el negocio para las pequeñas plantas cerealeras que hoy no tienen margen para competir con las grandes infraestructuras de molienda que se ubican, sobre todo, en el Gran Rosario. “Entendemos que el diseño del módulo de 20 toneladas permitirá una salida rentable para decenas de pymes que hoy quedaron fuera del negocio del crushing pudiendo arribar a un producto de gran calidad y capaz de ingresar muy bien en el mercado alimentario argentino”, planteó.
Parte del empuje que demuestra Torresi para llevar adelante la iniciativa radica en la experiencia que acumuló tras trabajar cinco años en una de las plantas más importantes del complejo oleaginoso en el área metropolitana de Rosario antes de meterse de lleno a la investigación académica.