El domingo último desde Cabo Cañaveral, EE.UU., fue lanzado y puesto en órbita el satélite argentino de observación de la tierra, SAOCOM 1B, en un hecho histórico para la industria aeroespacial argentina. Participaron más de mil personas en el proyecto que duró casi 26 años y que tuvo entre sus filas a varios santafesinos.
Desde las instalaciones de la empresa SpaceX y a bordo del lanzador Falcon 9, iba una década de trabajo del ingeniero en Informática de Teodelina, Alejandro Permingeat. A sus 38 años, el oriundo de Teodelina, en el departamento General López, inscribió su nombre en la misión espacial más ambiciosa de nuestro país teniendo a cargo el desarrollo del software que controla una de las cuatro computadoras que mantienen el satélite en órbita (plataforma de servicios) y que brindará importantes datos para la producción agropecuaria y la gestión de emergencias ambientales, entre otros aspectos.
El Litoral, habló en exclusiva con Permingeat, quien actualmente se encuentra en Mar del Plata junto a su familia. Desde allí, recordó su tercera participación en la industria aeroespacial, teniendo en cuenta que ya prestó servicios con los satélites SAC-D/Aquarius (2011, en conjunto entre nuestro país y la NASA) y el SAOCOM 1A (2018). Es decir, pasó una década de su vida dedicada a la tecnología en nuestros satélites.
“Son proyectos muy dinámicos, en el que hubo muchos santafesinos trabajando. Por ejemplo, el gerente de Proyectos Espaciales, Guillermo Benito, es de Carcarañá; sumado a que había personas de Venado Tuerto, Rosario y de la capital provincial, incluso que estuvieron presentes en Cabo Cañaveral, como el caso del ingeniero Kevin Velhuda, oriundo de Tortugas. Éramos una gran familia más que una empresa. Tenemos muy buen material en Santa Fe”, dijo.
Gentileza
Foto: Gentileza
Permingeat, es un apellido muy conocido en la localidad de 7 mil habitantes de donde es nativo, ubicada a 75 kilómetros de Venado Tuerto. Su tío, don Alejandro, fue Presidente Comunal y un hombre muy respetado en la comunidad. Y su abuelo, Oscar Permingeat tuvo un popular taller mecánico donde el ahora ingeniero, dice que nació su vocación, allá por el 89, de la mano de su primera computadora. Quedó eclipsado y hasta hoy sigue siendo un apasionado del mundo informático hasta llegar a los satélites.
Al terminar el secundario, partió hacia Mar del Plata, para estudiar ingeniería en informática en la Universidad FASTA. Ahí conoció a compañeros de Bariloche que le propusieron trabajar su tesis de grado en las instalaciones de “Investigaciones Aplicadas” (INVAP). Sus estudios académicos se enfocaron en la creación de un equipo en tierra que sirve para la carga y descarga de las baterías de un satélite mientras son almacenadas, antes de ser integradas. La particularidad, es que el equipo estaba pensado para ser utilizado con las baterías del SAOCOM. Enseguida, lo contrataron y estuvo ligado a la empresa por una década.
“Tuve el inmenso privilegio y la oportunidad de trabajar recién recibido en una misión en conjunto con la NASA, -SAC-D/Aquarius-. Estuve a cargo del software de una de las cuatro computadoras de la plataforma de servicio del satélite. Ahí arrancó mi experiencia”, explicó. La computadora en la que puso sus manos, se llama “Memoria Masiva” y se ocupa de recolectar información del satélite y posteriormente bajarla a tierra cuando el satélite pasa por Argentina.
El ingeniero, aclaró que estos satélites al ser de observación y estar a una órbita baja -600 kilómetros de altura-, tienen que ir a una gran velocidad. “La vuelta al mundo, la dan en 90 minutos. Y como la tierra va girando, la ‘pisada’ y la forma donde va pasando el satélite se va moviendo”, ilustró.
Participó desde la especificación de requerimientos hasta las pruebas donde se someten a las computadoras a condiciones similares a las que deberá soportar en el espacio: se simula la órbita; el ciclado térmico (a baja y alta temperatura); en situación de vacío; vibraciones para simular lanzamiento y monitorear el estrés mecánico. “Son ensayos que llevan mucho tiempo”, aclaró.
Manuel Mazzanti para CONAE
Foto: Manuel Mazzanti para CONAE
El SAOCOM 1B, pasa cuatro veces por día -dos a la mañana y dos a la tarde- sobre Argentina y se controla su funcionamiento desde el centro espacial Teófilo Tabanera (Falda del Carmen, provincia de Córdoba) y en la flamante estación terrena ubicada en Tierra del Fuego. Mientras viaja, colecta toda la información y la descarga al pasar por suelo argentino. “Ahora viene la fase de comissioning, donde se van prendiendo uno a uno los instrumentos que tienen los satélites, para comprobar que todo funciona adecuadamente. La operación, la vida normal, el día a día, queda a cargo de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE)”, agregó.
Consultado sobre cómo vivió el lanzamiento, admitió que lo hizo con mucho “nerviosismo” y que cada vez que sucede esto (un lanzamiento de satélite), para quienes están en la materia, es muy “crítico”. Y es que en un par de segundos, se dan cientos de procesos juntos: hay gran cantidad de combustible en el cohete que va al espacio y en cuestión de minutos, pasó todo.
“Son años de trabajo que se ponen en juego en ese lapso. Hay innumerables casos de cohetes que fallaron, explotaron o no llegaron a la órbita deseada. Por eso el momento del lanzamiento para quienes nos dedicamos a la industria aeroespacial, se vive con mucha adrenalina”, graficó.
Un distinto
Esta misión lleva al espacio una compleja tecnología de observación de la tierra que permitirá prevenir, monitorear, mitigar y evaluar catástrofes naturales o antrópicas para aplicaciones en agricultura como humedad de suelo, índices de vegetación y control de plagas; aplicaciones hidrológicas, costeras y oceánicas; aplicaciones en nieve, hielo y glaciares; aplicaciones en estudios urbanos, de seguridad y defensa; entre otras áreas de interés productivo. La misión tendrá un gran impacto positivo en el sistema económico-social, ya que podrá emplearse en diversas industrias productivas, tales como la minería, la pesca, el petróleo y la energía.
“Cada satélite está compuesto por dos partes, una que es plataforma de servicios (responsable de mantener el satélite operativo), encargada de recibir órdenes desde la tierra (comandos), mandan información a tierra (telemetría), cargar las baterías a través de los paneles solares y mantener el satélite en su órbita, entre otras cosas. Después está la parte de los instrumentos que tienen que ver con lo científico, con la observación de la tierra a través de fotografías, medición de la capa de ozono, lluvias, etcétera. Yo siempre estuve involucrado en las plataformas de servicio, con el desarrollo del firmware, es decir, el software que va dentro del aparato”, relató.
“Este satélite maneja tecnología que muy pocos países la tienen. Hasta ahora Japón y un par más. A ese nivel estamos. Es algo muy difícil de desarrollar, que no está en los libros. Construir un satélite con esta tecnología tiene un gran valor para las empresas, por ser muy complejo, de allí que la información de cómo implementar esta tecnología no está disponible, hay que desarrollarla. Este satélite lleva un radar al espacio –íntegramente nacional- y saca imágenes por radar. No son ópticas. Es extraordinario y digno de orgullo lo que se logró. Pesa tres toneladas y es de las ‘grandes ligas’”, describió. “INVAP es una de las pocas empresas en Latinoamérica que tiene la capacidad de fabricar satélites de gran porte”, valoró.
Es para aclarar, que en un satélite de “observación” (como los SAOCOM), la vida útil alcanza los cinco años, mientras que uno de “comunicación”, puede llegar a los 15. Por eso, una vez completada su misión – o no-, llega el proceso de decommissioning. Se los diseña ya pensando en cómo se los sacará de la órbita cuando termine su vida útil. Llegado el momento, se activan desde la tierra maniobras de propulsión para reingresarlos. Como suele ocurrir, se desintegran y terminan su función al entrar en contacto con la atmósfera.
Vale señalar que Permingeat hoy está desvinculado de INVAP y fundó su propia compañía, donde también se enfoca en el desarrollo de tecnología.
Los satélites SAOCOM contribuyen al objetivo de Desarrollo Sostenible de Acción por el Clima al generar información para mejorar la capacidad de adaptación a los riesgos relacionados con las condiciones climáticas y los desastres naturales. La misión SAOCOM consiste en la puesta en órbita de dos satélites SAOCOM 1A y 1B, idénticos, que al ser dos permiten obtener la revisita adecuada de la superficie terrestre monitoreada, para la necesidad del usuario.
Junto con cuatro satélites de la Constelación Italiana COSMO- SkyMed de la Agencia Espacial Italiana (ASI por sus siglas en italiano), integran el Sistema Ítalo Argentino de Satélites para la Gestión de Emergencias (SIASGE), creado por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y la ASI para beneficio de la sociedad, la gestión de emergencias y el desarrollo económico.
Los satélites argentinos de Observación con Microondas SAOCOM 1A y 1B han sido diseñados, producidos, testeados y operados por argentinos en el marco del Plan Espacial Nacional. La misión llevará al espacio una compleja tecnología de observación de la tierra y es uno de los proyectos tecnológicos más desafiantes que se ha desarrollado en el país.
Es liderada por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) quien designó a INVAP como contratista principal para el diseño, fabricación, integración y ensayos de la plataforma principal y la electrónica principal del radar, siendo CONAE la responsable del diseño, fabricación, integración de la antena radar y test del instrumento principal, el Radar de Apertura Sintética (SAR por sus siglas en inglés), como así también de la operación y distribución de las imágenes que se generen.
El satélite SAOCOM se convirtió en el satélite SAR en banda L con mayor performance que existe en el planeta al momento y es por esta razón que ha despertado mucho interés en la comunidad científica internacional por hacer uso de los datos que se generen. Los sensores de la antena radar del satélite tienen la capacidad de captar datos tanto de día como de noche. Se destaca por su capacidad para ver a través de las nubes, ya que la frecuencia utilizada por la señal de microondas las traspasa y así, a diferencia de los instrumentos ópticos, el radar puede captar datos en cualquier condición meteorológica.