En el paraje denominado El Sauce, ubicado a 10 leguas al oeste de Santa Fe, la administración de Correos había establecido en 1813 una posta en la “carrera” que unía Santa Fe con Córdoba.
Comenzó como un hobby y ahora es una actividad valiosa, que permite recuperar material oculto en el pueblo más antiguo de Las Colonias.
En el paraje denominado El Sauce, ubicado a 10 leguas al oeste de Santa Fe, la administración de Correos había establecido en 1813 una posta en la “carrera” que unía Santa Fe con Córdoba.
Estanislao López como gobernador de la Provincia tomó la decisión de reflotar la idea de establecer reducciones tan exitosas en la época colonial, aprovechando la adhesión y subordinación que tenía entre los aborígenes. Es por ello que en 1825 estableció en el paraje “El Sauce” a los abipones procedentes de la despoblada San Jerónimo del Rey (actual Reconquista).
Junto a los aborígenes llegaron también algunos criollos, determinando el nacimiento del pueblo. Prontamente comenzaron las tareas de construcción de chozas y ranchos, entre ellos la Capilla para resguardar al Santo que los acompañó en su largo peregrinar y que daría origen al nombre de la nueva reducción: “San Jerónimo” por el Santo Patrono y “del Sauce” por el paraje.
Hoy a casi 200 años del nacimiento de San Jerónimo del Sauce, los “tesoros olvidados de esa rica historia” son recuperados y forman parte del patrimonio local. Pero esto no podría ser posible sin la tarea de Juan Carlos Ternavasio y Sandra Romano, una pareja de la localidad, que con un detector de metales y algunas herramientas comenzaron a “desenterrar” en cercanías de lo que fue el Camino Real, una serie de objetos inéditos y de invaluable significado histórico para la comunidad del departamento Las Colonias.
En Litoral acompañó a Juan Carlos y Sandra en esa búsqueda de tesoros escondidos que los convierte en guardianes de la historia del pueblo.
“Esto comenzó por ese chico inquieto, curioso y aventurero que todos llevamos dentro. Me entusiasmo el tema de los detectores viendo algunos videos en internet, me parecía que era un pasatiempo muy lindo que lo podía combinar con mi gusto por la historia. Estamos en un pueblo con casi 200 años de vida, y ese fue el motor para comprar el detector y al poco tiempo mi esposa Sandra se enganchó en el hobby y así empezamos a trabajar en eso lindo que es recuperar la historia”, precisó Juan Carlos Ternavasio.
Ternavasio contó que ese primer descubrimiento fue sorpresivo. “Cuando comprás el detector lo primero que hacés es ir al patio de tu casa. Tenes que aprender a manejarlo, adaptarte a los sonidos, ir conociéndolo, a sumar experiencia como todo. Después empezamos a recorrer las afueras del pueblo y empezamos a aparecer cosas importantes: botones gauchescos, una moneda de 1827 y nos dimos cuenta con Sandra que había mucho por trabajar”.
Con el descubrimiento de esos primeros objetos Sandra y Juan Carlos se pusieron en contacto con el Archivo Histórico Roberto Lance y del Museo Presbítero Lagger, para trabajar en conjunto y donar todo los tesoros que se encuentren.
“Dijimos desde un primer momento que todo lo que recuperemos, así tenga un valor material es patrimonio del pueblo y de la historia de lugar donde vivimos, y tenía que estar en el museo para que todos lo puedan conocer y observar. Siempre digo que es como encontrar una billetera, tiene que ir a lugar que corresponde, lo estamos devolviendo a sus dueños”, añadió.
Por su parte Sandra Romano remarcó que fueron tres años de mucho trabajo. “Es un pasatiempo que lleva su tiempo con sol, lluvia, frío o calor, estás todo el tiempo con la pala y el detector. Pidiendo permiso en lotes privados y en las afueras de la localidad, con mucho orgullo entregamos al Archivo Histórico y al Museo más de 100 piezas, para que las futuras generaciones conozcan estos objetos de la historia de su pueblo”.
Para Sandra el comienzo de este hobby fue un cable a tierra, pero cuando empezaron a recuperar y encontrar objectos que forman parte de la historia de San Jerónimo del Sauce, es una conexión increíble. “Aprovechas los ratos libres para salir a encontrar cosas y que el museo tenga más patrimonio. Esta actividad se puso de moda en el último tiempo, por ello mucha gente sale a buscar con el detector oro, alhajas y otros objetos valiosos y cuando no encuentra eso porque no es fácil lo vende. Pero para nosotros es todo lo contrario, es un pasatiempo que compartimos con nuestros nietos”.
Aprender a escuchar los sonidos y decodificar el “valor” que marca el detector son las claves para buscar y encontrar esos tesoros escondidos. “Conocer el ID a través del valor que arroja el detector te permite identificar que tipo de metal es. Ya sabemos cuando es por ejemplo alguna moneda. Es cuestión una vez que suena agarrar la pala, escarbar y sorprenderse con lo que salga debajo de la tierra. También se encuentra mucha basura, por ello este hobby nos permite recuperar esos residuos y depositarlos en el lugar que corresponde”, precisó Sandra Romano.
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