Gastón Neffen
Cuando es aplastado, el pequeño insecto libera una sustancia muy irritativa sobre la piel, que produce ardor, enrojecimiento y pústulas blancas.
Gastón Neffen
Twitter: @gneffen
Es un bicho bien chiquito —apenas llega al centímetro—, no pica ni muerde y en Santa Fe es fácil reconocerlo: en el cuerpo lleva los colores sabaleros. No conviene subestimarlo. Cuando se lo aplasta o lastima, libera una sustancia que irrita la piel, produce lesiones con pequeñas pústulas blancas —parecen“granitos”— y una constante picazón, ardor y hasta dolor que dura entre cuatro y cinco días.
Con los años, le pusieron un apodo que inspira respeto: el “bicho de fuego” (también el “latiguillo” y hormiga brasileña, entre otros), pero el nombre científico es Paederus y la variedad que se suele encontrar en la Argentina y en Brasil se llama Paederus Brasiliensis.
“Las lesiones se detectan en la primavera y en el verano, cuando el insecto está activo y ya comenzamos a tratar los primeros casos”, contó la Dra. Betina Burgos, jefa del Servicio de Dermatología del Hospital Iturraspe, en una entrevista con El Litoral de la que también participaron las doctoras Mariana Guzzi y Silvana Leurino.
El bicho de fuego puede verse de día y también de noche porque lo atraen las luces. “La lesión fue conocida como dermatitis de los vigilantes, ya que era común observarla en serenos o guardias nocturnos, que trabajaban debajo de las fuentes de luz artificial”, se explica en un trabajo que elaboraron especialistas como Margarita Larralde, Betina Pagotto y Romina Plafnik, entre otros, que trabajan en el Hospital Ramos Mejía y en el Hospital Alemán de la ciudad de Buenos Aires.
Es frecuente encontrar al “latiguillo” en las noches cálidas y húmedas —después de las lluvias —, con temperaturas mayores a los 20°. El bicho tiene alas —pero es muy ágil prefiere correr— y mide entre 7 y 14 milímetros. En general, el Paederus vive al aire libre, entre las hojas de las plantas y algunos árboles, pero puede ingresar a una casa o departamento atraído por alguna luz (por eso conviene tener tela metálica).
La violencia no sirve
Cuando se posa en la piel del cuello o en los brazos, donde suelen producirse las lesiones, la paciencia y la calma es una estrategia mucho más sabia que la violencia. “No hay que tocarlo ni aplastarlo, lo mejor es buscar un papel y colocarlo al lado de la piel para que el Paederus pase caminando a la hoja”, recomendó la Dra. Leurino.
Si es aplastado o lastimado, la hemolinfa del bicho de fuego —que es como la sangre de los animales— se pone en contacto con la piel. El problema es que contiene pederina, un fuerte irritante que es el que causa la dermatosis vesicular inflamatoria.
“Es muy importante no rascarse, ni tocarse otra parte del cuerpo después de haber tomado contacto con esta sustancia, porque se lleva la sustancia que produce la lesión a esa zona”, advirtió la Dra. Guzzi. En el Hospital Iturraspe han visto las dolorosas dermatitis del “latiguillo” incluso en la zona genital, por este involuntario traslado de la pederina (si se la lleva a los ojos puede provocar queratoconjuntivitis).
Una vez que la lesión se produce, lo primero que hay que hacer es lavarse con agua y jabón —para retirar la hemolinfa irritante de la piel—, también colocarse compresas húmedas —paños fríos— y lo antes posible consultar a un dermatólogo para conocer el diagnóstico (suele confundirse con herpes simple y herpes zóster) y realizar el tratamiento correcto para reducir la inflación y la picazón. “Lo habitual es utilizar un corticoide tópico, un antihistamínico y en algunos casos también un antibiótico local, si se sobreinfecta”, precisó la Dra. Burgos.
En esta etapa también hay que tener paciencia, ya que las lesiones van a generar molestias en la zona afectada durante siete u ocho días, después se forman costras, que luego se caen.
Durante las próximas semanas, como la piel afectada queda muy irritada, es importante colocarse protector solar en el sector de la lesión para evitar la “hiperpigmentación residual”; es decir, que se formen manchas marrones.