Un estudio sugiere que el confinamiento redujo la ansiedad infantil
Xavier Cervera
20:45
El estudio, llamado ‘Seis semanas de confinamiento: Efectos psicológicos en una muestra de niños de infantil y primaria’, presentados la semana pasada por Marta Giménez-Dasí y Laura Quintanilla, dos psicólogas especializadas en desarrollo infantil, ha arrojado resultados inesperados.
“El objetivo inicial de nuestra investigación era la prevención del bullying (acoso escolar)”, explica Giménez-Dasí, una de las autoras. “Realizamos una intervención educativa en dos escuelas públicas de la Comunidad de Madrid, a las que acuden mayoritariamente niños de familias de nivel socioeconómico medio y medio alto. Durante el mes de febrero hicimos una evaluación muy completa de los alumnos de 3, 6, 8 y 10 años, además de a sus padres y profesores. Respondieron muchos cuestionarios que nos tenían que servir para evaluar su bienestar psicológico”, añade.
En pleno desarrollo del trabajo, llegó la pandemia del coronavirus, los colegios cerraron sus puertas abruptamente el 11 de marzo y el proyecto se paralizó. Pero lo que parecía un contratiempo se convirtió en una oportunidad para analizar la respuesta emocional de los niños al confinamiento. Durante las primeras semanas de la cuarentena, durante las que se instauraron las medidas de prevención más rigurosas, incluida la prohibición expresa de salir de casa, numerosos expertos alertaban de las consecuencias para la salud mental de los niños del encierro.
Sin embargo, estas observaciones no coincidían con la percepción de algunos padres sobre la reacción de sus hijos. “Al cabo de unas semanas, comentando la situación con compañeros psicólogos y otra gente del entorno, varios coincidíamos en apreciar que nuestros hijos estaban mucho mejor de lo que esperábamos. Se mostraban felices de estar en casa, relajados. Así que decidimos estudiarlo”, revela la psicóloga.
Así, el equipo de trabajo seleccionó las variables más relevantes de la encuesta original y volvieron a preguntar a los niños y a sus padres cómo se encontraban. Los resultados fueron reveladores. En lo que respecta a los niveles de ansiedad, los niños y niñas de 6 años no mostraron cambios significativos, peroen el tramo de edad entre los 8 y 10 años se aprecia una disminución “significativa” de los niveles de estrés.
Las investigadoras incluyeron en esta segunda ola del estudio una pregunta abierta dirigida tanto a padres y madres como a los niños para evaluar cualitativamente el estado psicológico de los pequeños. Curiosamente, las respuestas de unos (los adultos) y otros (los niños) fueron muy distintas. Por un lado, el 38% de los padres observaban en sus hijos dificultades relacionadas con la regulación emocional (cambios de estados de ánimo, apatía, más quejas) y el 20% apreciaban modificaciones en las pautas de sueño o de alimentación. En general, el 64% de los padres de niños de Primaria y el 55% de los padres de niños de Infantil percibían que sus hijos estaban peor que antes de la cuarentena
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Foto: Captura de pantalla
Por el contrario, la respuesta más frecuente de los niños fue que “estaban genial en casa” (31%) o que “estaban genial en casa, pero a veces se aburrían” (25%). Las emociones negativas fueron mencionadas con menos frecuencia: solo el 14% decía echar de menos a sus amigos, el 9% echaba de menos ir al colegio y el 5% admitía “estar nervioso”.
Estas apreciaciones pueden resultar sorprendentes si se tienen en consideración las prospecciones realizadas por muchos expertos al inicio de la cuarentena. Pero lo cierto es que coinciden con la percepción de otros psicólogos que han seguido haciendo terapias antes, durante y después del confinamiento. “En la clínica hemos observado que a algunas familias les ha sentado bien esta experiencia”, revela Amalia Gordóvil, psicóloga familiar en el centro GRAT de Barcelona. “Algunos padres me comentan que el hecho de haber parado este ritmo frenético de vida le ha ayudado a conocer mejor la personalidad de sus hijos”, añade.
“A algunas familias les ha sentado muy bien el confinamiento”
“Compartir tiempo ha dado lugar a conflictos y dificultades de gestión emocional, pero también a cocinar juntos, ver series en familia, jugar a juegos de mesa o comer juntos, cuando antes cada miembro de la familia comía por separado o en compañía de otras personas de fuera del núcleo familiar. Esto ha proporcionado a muchos niños un sentimiento de unión y pertenencia a la familia, ha estrechado lazos y les ha hecho sentirse importantes. Todo esto es fundamental para un desarrollo emocional saludable en la infancia”, añade Gordóvil, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación en la UOC.
Las autoras del informe coinciden en que una de las conclusiones más reveladoras que se pueden extraer del estudio es la constatación del excesivo ritmo de vida que los adultos imponemos a los niños. De hecho, la sensación de bienestar que expresan los niños al estar en casa coincide con la experiencia de muchos trabajadores, a quienes el parón obligado por la emergencia sanitaria les ha resultado beneficioso a nivel emocional, al verse liberados de algunas de sus obligaciones del día a día.
“Es interesante la diferencia entre la valoración que hacen de la situación padres e hijos y creo que deberíamos reflexionar sobre ello”, comenta Amalia Gordóvil. “¿Qué puede condicionar el hecho de que un niño reporte sentirse mucho mejor a lo que observan sus padres? “Puede tener que ver con un mecanismo de proyección. Los adultos podemos estar viviendo una situación con ansiedad y vemos al niño desde nuestra propia ansiedad y se la atribuimos. O también con la tendencia que tenemos los adultos a centrarnos en aquello que va mal, en lugar de dirigir nuestra mirada también hacia aquello que funciona, darle valor y esforzarnos para fomentarlo”, reflexiona la psicóloga familiar.
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Un llamado de atención al sistema educativo
En el resto de medidas evaluadas en el estudio no se aprecian diferencias significativas entre los resultados del pre-test de febrero y el realizado durante las seis semanas de confinamiento –que incluye el mes de abril, que en Madrid resultó particularmente duro-. Ni las conductas desafiantes ni la depresión experimentaron cambios relevantes. Hay una excepción: la disposición al estudio en los niños de primaria es el índice que más disminuye de todos los evaluados (de 3,02 antes de la pandemia a 2,38 durante la cuarentena).
Para Giménez-Dasí, esta medida supone una llamada de atención al sistema educativo, que se percibe como uno de los factores que contribuye a la ansiedad de los niños. “Si lo niños tuvieran una motivación genuina al aprendizaje en la escuela esta medida no hubiese bajado tanto”, argumenta. A los niños más mayores entre los evaluados (entre 8 y 10 años) les ha costado mucho centrarse en las tareas escolares que les han mandado hacer en casa. Los niños más pequeños tampoco querían volver al colegio, ni tan solo para ver a sus amigos. Simplemente, se desconectaron del colegio.
“Esto es un problema que el sistema educativo arrastra desde hace mucho tiempo. Durante la cuarentena se ha demostrado su fragilidad”, aduce Giménez-Dasí. “Los niños de hoy en día no son conformistas. Son críticos y reivindicativos, y cada vez llevan peor lo que hacen en el cole porque no les motiva”, concluye.
En cualquier caso, tal y como admiten las propias autoras de la investigación, cabe ser prudentes con estos resultados y no generalizarlos, ya que el tamaño de la muestra es reducido (en la segunda ola del estudio respondieron 167 padres y 80 niños) y además no incluye las respuestas de poblaciones vulnerables (familias de estratos sociales más bajos que han sufrido con mayor crudeza los rigores del estado de alarma).