En España se ha viralizado una campaña espontánea contra la deshumanización y la falta de inclusión tecnológica real de las personas mayores en los trámites bancarios digitales. La misma campaña está llegando a la Argentina y podría aplicarse a muchos otros tipos de servicios de diferentes áreas. El tópico es “soy viejo, pero no idiota”.
Los cerebros de la generación jóven no nacieron con más capacidades que la generación mayor. Tampoco que los nacidos hace 70.000 años, tiempo de los últimos cambios evolutivos estructurales del cerebro humano.
Un cerebro saludable es plástico y puede aprender a cualquier edad. La creencia de que cuando uno “se pone grande pierde” las funciones mentales no es cierta. Las funciones mentales si cambian y se modifican en todas las edades, por la biología propia del ser humano, los estímulos y objetivos de cada etapa e infinitos factores ambientales.
Si es cierto que hay patologías frecuentes para cada edad, como ser la enf. de Alzheimer con la edad avanzada, o trastornos muy severos de ansiedad en jóvenes y adultos. Pero no todos las personas mayores padecen Alzheimer y no todos los jóvenes tienen ansiedad que daña sus vidas.
La facilidad para usar determinada tecnología no parte exclusivamente de los diseñadores que las crean, sino de la relación previa en la vida del usuario con esa tecnología: vocabulario, simbología, costumbres, mecanismos de recompensa y motivación, razonamiento deductivo por uso anterior repetitivo similar, intereses culturales, etc…
Sí viajamos al pasado y adoptamos a un joven del antiguo Egipto, luego de formarse en una familia y ambiente actual, podría manejar celulares, redes y cuentas bancarias online, como cualquier joven de hoy. Viviría las etapas de su educación inicial con patrones tecnológicos, que seguirán modificándose en una línea progresiva durante su vida, aportando a la facilidad por resolución “intuitiva”.
Si en cambio lo lleváramos a la época en que nacieron nuestros mayores, la telefonía fija por operadora, escribir y enviar cartas, el dinero en mano, pero sobre todo un diálogo enriquecido persona a persona, como principal vía de comunicación, sería lo “intuitivo” para todo servicio. Por cierto, las redes neuronales del lenguaje fluido, que permiten el entendimiento y transmisión de emociones, son de un uso cada vez más limitado y precario.
Si se están preguntando, ¿entonces por qué a los cerebros de los mayores les cuesta más aprender las herramientas actuales?...esta mal realizada la pregunta. No les cuesta, simplemente no llevan los años de ventaja, de estar sumergidos o nacer rodeados de tecnología actual. Si están “hundidos” en ella, muchos que crecieron con el celular a modo “chupete electrónico”.
A los que sí les “cuesta” y/o ignoran, son los directores o encargados de diseñar determinados servicios, respecto a formación y asesoría de gerontología básica. Al punto del sesgo: “Si es intuitivo para mí, lo es para todos”.
Se necesita de un equipo transdisciplinario especializado en gerontología, para el análisis sociocultural en relación al servicio a brindar. Parece una metodología compleja, pero es la que se aplica todos los días con especialistas de niños y jóvenes, para marketing general, adaptación de contenidos para la escolaridad, etc…
Lo mismo se debe realizar para los clientes del grupo etario mayor, iniciando por el análisis de las consecuencias, de la deshumanización total…no todo es reemplazable o adaptable por la tecnología. Algunas pocas empresas y entidades estatales dieron algún paso, queda todo por hacer.