¿Por qué ahora? Es la pregunta que muchos se harán al advertir que 33 años después de denunciada la desaparición de la profesora Marta Romero, la Justicia tomó la decisión de "rastrear", "desarchivar" y "reconstruir el expediente penal".
La decisión judicial pretende "una declaración de verdad", que permita saber qué pasó aquel 23 de marzo de 1988, cuando la profesora Marta Romero salió por última vez de su casa de barrio Siete Jefes. "Recuperar el cuerpo" como una forma de contribuir a la "verdad histórica".
¿Por qué ahora? Es la pregunta que muchos se harán al advertir que 33 años después de denunciada la desaparición de la profesora Marta Romero, la Justicia tomó la decisión de "rastrear", "desarchivar" y "reconstruir el expediente penal".
La respuesta no es única. La primera tiene que ver con la falta de esclarecimiento del hecho, como tantos otros que quedaron sepultados en el anonimato. Pero existe otra explicación y apunta al único y principal sospechoso, que siempre fue su marido: Santiago Daniel Fernández.
El mismo hombre que por inacción u omisión judicial, no fue debidamente investigado entonces; y al poco tiempo formó pareja con otra mujer, a la que asesinó a golpes en 2019, femicidio por el cual acaba de ser condenado.
La sentencia a prisión perpetua ordenada el mes pasado para Fernández en un juicio abreviado, fue la llave maestra para emprender un viaje en el tiempo y comenzar a rastrear una causa que, desde el punto de vista legal, se encuentra prescripta.
Fue a partir de entonces que el fiscal Regional de Santa Fe, Carlos Arietti, asignó a los fiscales Ana Laura Gioria (de la UFE Homicidios) y Roberto Apullán (de la Oficina del Sistema Conclusional), la revisión del caso por la desaparición de la profesora de educación física, Marta Isabel Romero, ocurrida hace 33 años en la ciudad de Santa Fe.
La misión tiene por objeto "reconstruir el expediente judicial", para lo que antes habrá que "desarchivarlo", lo cual implicará primero, tratar de localizarlo, entre las parvas de documentos que quedaron encriptados en el viejo sistema escritural.
"No apuntamos a una declaración de imprescriptibilidad, como si se tratase de una causa de lesa humanidad, pero sí buscamos una declaración de verdad que al menos nos permita recuperar el cuerpo de Marta Romero y así contribuir a la verdad histórica", indicaron fuentes del Ministerio Público de la Acusación.
Detrás de esa búsqueda está Daniela Belén Fernández, la única hija de la mujer desaparecida hace más de 33 años en Santa Fe. Hoy, con 34 años y una vida signada por miedos y ausencias, Daniela retoma el legado de su abuela materna, Elsa Bertoldi (88), quien mientras tuvo fuerzas y lucidez nunca dejó de reclamar "Justicia por Marta".
Consultada acerca de las expectativas que tiene sobre la reapertura del caso, Daniela, que brindó una generosa entrevista a El Litoral, fue clara y contundente en su respuesta: "Yo no tengo expectativa de nada, lo único que para mi sería ideal es que se sepa la verdad. Justicia ya hay por Ana (Alurralde) y eso me basta; pero que se sepa la verdad por lo de mi mamá. Yo no tengo nada de dudas de que él (su padre) tuvo que ver con lo que pasó".
De las numerosas cartas y notas publicadas por El Litoral a lo largo de tres décadas, se pudo reconstruir cómo fueron esos últimos días de Marta, que para ese entonces se encontraba viviendo en la casa de su madre en el barrio Siete Jefes, junto con su beba de apenas un año.
El día previo a la desaparición -22 de marzo de 1988- Daniel y Marta mantuvieron una conversación en la que convinieron asistir al despacho de una abogada, para resolver lo relativo a régimen de visitas y manutención de la niña.
El encuentro sería al día siguiente -23 de marzo- a las 18.30, en la puerta del estudio jurídico, y según los registros, Marta debía asistir sola. Esa tarde se subió a su auto y manejó en dirección al oeste de la ciudad, donde sería la reunión, pero nunca llegó. Su auto fue encontrado con las puertas abiertas, estacionado en las dársenas del viejo hospital Iturraspe, y nunca más se supo nada de ella.
"Que el caso de Marta, como el de tantos otros que se pierden en el olvido, sirva para que los que administran justicia, humanicen su tarea. Detrás de cada víctima hay una familia que sufre", escribió Elsa Bertoldi en una de sus últimas notas implorando memoria y justicia.
Como esas heridas mal curadas, la historia de la docente Marta Romero volvió a instalarse en la opinión pública en 2019, con la desaparición y muerte de Ana María Alurralde (59), la mujer que por desventura, se unió en pareja con Daniel Fernández allá por la década del 90'.
Amparado por el principio de inocencia y el guiño de una justicia patriarcal, Fernández siguió su vida como chofer de remís en la capital santafesina, mientras en la sociedad se producían profundos cambios.
Cambios que, con una mirada diferente a la problemática de género, permitieron a la Justicia actual ordenar su inmediata detención a horas de denunciada la desaparición de su pareja; y finalmente condenarlo a la pena máxima, casi dos años después del femicidio.
El 6 de octubre pasado, los jueces Luis Octavio Silva, Nicolás Falkenberg y Gustavo Urdiales, firmaron la perpetua para el hombre de 68 años, como autor del femicidio de Ana Alurralde, cometido entre la tarde del 17 y la madrugada del 18 de octubre de 2019, en la vivienda de Regis Martínez al 4.000, donde residía la pareja.