Roque Lucero tiene 51 años y vive en el paraje La Boca, en el extremo sur del distrito costero de Alto Verde, una zona semirural. Desde pequeño se gana la vida como pescador, pero algunos años atrás también arrancó un microemprendimiento de apicultura. Su sobrenombre contrasta con su aspecto. Le dicen "Puchi", pero es grandote y de rasgos ásperos, propios de un laburante curtido. Seguramente por ello conmueve más observar cómo él se quiebra al recordar los dramáticos momentos que vivió -junto a su familia- el pasado martes, cuando un incendio le arrebató gran parte de sus colmenas y casi se llevó su casa y su propia vida.
Manuel Fabatía El infierno recién terminó definitivamente cuando llegó al lugar una dotación de bomberos.
El infierno recién terminó definitivamente cuando llegó al lugar una dotación de bomberos. Foto: Manuel Fabatía
"Hacía un par de días que se veía quemazones del lado de la laguna. Me mantuve alerta, pero cuando vimos el fuego acá fue terrible. No lo pudimos parar", se lamenta el "Puchi".
Su reacción fue inmediata al observar que las llamas se acercaban a las colmenas. Le había costado años ponerlas en funcionamiento. Había comenzado la actividad con apoyo del gobierno un tiempo atrás. "Éramos tres. Nos dieron 8 colmenas y 30 cajones vacíos. Ahora sólo quedé yo. Aprendí a hacer reinas, a crear mis propias colmenas. Es un proceso largo, de muchos años, de luchar. De a poco fui creciendo, con algo que me daban y otras cosas que podía comprar yo con lo que sacaba de la pesca. Lo hice para poder llegar a tener algo", contó el hombre.
En el campo todavía se observan las consecuencias del paso del fuego. Las cenizas le dan al paisaje aspecto de nevada, mientras la sensación térmica supera los 40 grados. La raíz humeante de un árbol sede y el árbol se desploma, levantando una nube de polvo.
"Se quemaron 15 colmenas y 35 media alzas (paneles que se ponen sobre los cajones y allí queda depositada la miel que luego se cosecha). Perdimos 40 kilos de miel. Cada colmena debe salir algo así como 10 mil pesos. No saqué la cuenta, pero es mucha plata. En estos momentos en que no estamos pescando, vivimos de lo que nos dan las abejas", dijo Roque, que tiene a su nieto Tiago como uno de sus más fieles ayudantes.
El pequeño fue uno de los que más se desesperó ese martes por la siesta, cuando vio a su abuelo rodeado por las llamas.
Es que "Puchi", con una pala, intentaba por todos los medios frenar el avance implacable del fuego y no se percató de que había sido flanqueado. Su esposa Silvia y el pequeño Tiago se dieron cuenta de lo que ocurría y corrieron para buscar ayuda. Finalmente, de una manera casi milagrosa, Roque pudo burlar a la muerte cuando encontró un camino de salida por entre yuyales todavía encendidos.
"Gracias a Dios no había viento y por eso pude salvar algunas colmenas. No me puedo ir a la isla ya. Me tengo que quedar a vigilar porque si no es el fuego son los ladrones. Me pasado de que me roben. Si te llevan una media alza o dos no pasa nada, pero por ahí te voltean la colmena o le prenden fuego. Si tienen hambre y quieren un poco de miel no me molesta, que la lleven, pero hay tipos que hacen mucho daño", se quejó.
Muy fuerte
"Todos los años pasa lo mismo, pero esta vez fue muy fuerte", asegura Silvia Mosqueda, esposa de Roque. "Fue terrible ver cómo mi marido quedaba rodeado. Esperó y pudo salir. Yo pensé que no iba a poder. Tiempo atrás, en 2008 le pasó lo mismo a nuestro hijo Jonatan, que tenía 17 años. Él también pudo escapar, pero terminó muriendo al mes siguiente", recordó.