La esposa del "profe" acusado de abusos en un jardín: su esperanza, la certeza y una vida familiar "entre paréntesis"
Fernanda Deluca, esposa de Juan Trigatti, volvió a dar la cara por su marido. El mes que viene comienza el juicio oral en el que se determinará si es culpable o inocente. La fiscalía pidió una pena de 25 años de prisión.
"Fue muy difícil de comprender el tremendo desamparo en el nos encontramos como familia, ante la magnitud de la violencia que vivimos. Nos arrebataron todo y no tuvimos ninguna respuesta del Estado", aseguró Fernanda. Manuel Fabatía
La mañana del jueves 7 de octubre de 2021, Fernanda Deluca hacía home office en su domicilio de barrio Ciudadela Norte de la capital santafesina. En la mesa del comedor, estaba sentada al lado de su esposo, el profe de Educación Física Juan Trigatti, y su hijo mayor, que estudiaba. Cada uno estaba en lo suyo, pero juntos miraban a través de la "compu" un programa periodístico de noticias local. De repente quedaron atónitos al ver una de las noticias. Algo pasaba en el jardín de infantes donde el hombre daba clases. Padres exaltados se manifestaban frente al edificio y levantaban carteles con la foto de él y la leyenda "violador".
"No hubiéramos podido salir adelante mis hijos y nosotros sin el apoyo de tanta gente que nos sostuvo, nos cuido, nos acompaño en cada necesidad que afrontamos. Se acercaron personas que hacia años no veíamos a tendernos mano". Manuel Fabatía
"Así nos enteramos de lo que pasaba. Fue algo indescriptible. Fue terrible ver la cara de mi marido. No entendíamos nada. Se comunica con la directora de la escuela, pero ella estaba de viaje. Nos vamos al gremio porque fue lo primero que se nos ocurrió. Ahí nos dijeron que busquemos un abogado penalista. Elegimos uno y luego Juan se presentó ante la Comisaría de la Mujer para ponerse a disposición. Ahí quedó detenido", recordó Fernanda.
"Volví a casa -agregó-. Llamé a mis hijos. Les expliqué como podía lo que estaba sucediendo. Los chicos (el matrimonio tiene tres en total y los más chicos tenían 12 y 16 en ese momento) estaban mudos, sentados en el auto. Entramos a nuestro hogar. Tratábamos de recomponernos cuando empezaron a llegar mensajes de que nuestro domicilio figuraba en redes sociales. Llegaron en ese momento mis primos. Se dio una situación rara y nuestros familiares no nos dejaron pensar. Nos sacaron de ahí con lo puesto. Traté de llevarme las mascotas, pero me convencieron de dejarlas".
Devastación
Una hora después, comenzaron a llegar mensajes de vecinos que alertaban sobre gente que se manifestaba de manera violenta frente a la casa. Primero fueron gritos, luego piedrazos y finalmente alguien rompió una puerta y varios sujetos se metieron en el inmueble. "Pasaron 45 minutos desde que llamamos al 911 hasta que llegó el patrullero, un móvil solo que no pudo hacer nada. Incendiaron nuestra vivienda y la saquearon. Mis hijos perdieron todo, sus recuerdos, fotos, cosas preciadas. Esa noche, con la casa a oscuras porque no teníamos electricidad, fuimos con mis hijos a ver y encontramos muertas a la perrita que se llamaba Suri y a la gatita, Roma. Las asesinaron a golpes. No puedo explicar ese momento. Fue devastador. Hace 25 años que vivíamos ahí. A esa casa la hicimos juntos, con la ayuda de nuestros papás, trabajando todos los sábados durante años. Esas paredes tienen millones de significados, pero en ese momento no me importaba nada. La dimensión de lo que ocurría era tan grande que no me importaba para nada lo material. Hubiese dejado que se queme todo con tal de que Juan no tuviera que pasar por lo que le estaba ocurriendo".
"Fue muy difícil sostener a mis hijos, que no alcanzaban a procesar todo lo que les estaba pasando en sólo 24 horas. Entender que su papá estaba siendo acusado de algo tan detestable. Que estaba detenido. Que el nombre de su padre con el apellido de ellos circulaba por todos lados. Y sentir semejante ataque a nuestra familia. Los animales eran parte de nuestra familia. Seres queridos. Hay cosas que en dos años y medio todavía no terminamos de procesar. No volvimos nunca más a la casa y no vamos a poder volver nunca. Esa casa nos expone. Nunca nos sentiríamos seguros. Mis hijos perdieron todas sus cosas, sus ropas, sus recuerdos, sus fotos. Más allá de cosas que se robaron", se lamentó.
Desamparo
"Cuando pasan cosas tan duras, alguien puede sentir que el mundo se detiene pero el resto sigue su rumbo. Eso no nos pasó. Fue tanta la gente que nos sostuvo desde el primer momento… para ir a limpiar la casa con nosotros, para llevar ropa y comida a mis hijos, para hacer colectas para bancar el abogado y arreglar los daños. Nos conectamos con otros profesionales y casos parecidos. Nos costó, pero pudimos entender que no se trataba de un hecho puntual sino de un fenómeno social. Necesitábamos entender por qué se desataba tanta violencia contra nuestra familia, por qué la justicia no tenía lugar. Nos atropellaba, nos superaba, nos arrastraba sin que nadie nos protegiera. Sin que nadie hiciera nada por nosotros con lo que pasaba en nuestra casa, con mis hijos que también eran niños. Sentir que el Estado no estaba para ellos. Mi esposo era sospechoso, pero nosotros no lo éramos. Hasta el día de hoy nadie nos ha dado una respuesta sobre el acto de tremenda violencia que sufrimos. Estuvimos un mes separados. Mis hijos con clases virtuales hasta que se sintieron seguros", describió la mujer.
El mes que viene comienza el juicio oral, en el que la Justicia santafesina determinará el futuro del profesor Trigatti. Se expone a una posible dura condena de 25 años de prisión. Se lo acusa de haber "manoseado" a tres alumnitas del Jardín de Infantes Cerferino Namuncurá.
Fernanda asegura que nunca tuvo dudas sobre la inocencia de su marido. Dio la cara por él desde un primer momento y ahora lo vuelve a hacer. "Me duele mucho escuchar cuando se dice que los que están alrededor de un abusador no se dan cuenta porque esos monstruos son personas agradables, sociables. Yo compadezco a la gente que no puede conocer a su pareja como nos conocemos con Juan. Nos pusimos de novios a los 17 años. En ese momento unimos amigos. Desde ahí siguen siendo los mismos. Ellos son padrinos de nuestros hijos y al revés. Con Juan trabajamos como catequistas, haciéndonos cargo de otras personas. Compartimos viajes, misiones. Trabajamos muchos años con grupos de jóvenes. Yo no sólo lo conozco adentro de mi casa. Compartimos todo. Sé como la gente lo cuida como amigo, lo valora. Trabajamos cinco años en Cáritas, siempre en proyectos en común. La confianza es total. Tenemos la misma clave en el celular. Nada queda resguardado. Yo veo la manera en que cuida a sus hijos, la relación que tiene con los hijos de nuestros amigos. Pasaron cosas muy fuertes. Algo que me impactó mucho ocurrió cuando Juan quedó en libertad: ningún amigo de mis hijos dejó de venir a casa. Ellos vienen desde que son chiquitos, desde jardín. Ningún padre tuvo reparo alguno, nadie se opuso a que compartan con nosotros, que se queden a dormir en casa", puntualizó.
Expectativas
A Fernanda, el proceso de investigación le generó angustia e incertidumbre. Para ella, los responsables de esclarecer el hecho ignoraron todo lo que se podía hacer para comprobar la inocencia de su esposo. "Esperamos que sean suficientes los elementos que reunimos nosotros para poner en evidencia todo. Es difícil demostrar que algo no pasó, cuando no hay pruebas materiales, signos físicos. Es muy difícil explicar que algo no sucedió", admitió.
"Esperamos que sean suficientes los testimonios de docentes, de otros padres del jardín, de peritos; la observación de las instalaciones donde transcurrían las clases. Allí la visibilidad es total. Tenemos fe en poder demostrar que todo esto fue un temor infundado o un prejuicio respecto de un docente varón".
Por otra parte, Fernanda espera poner a la luz "el daño que se ocasionó a mucha gente dentro del proceso judicial, no sólo a nosotros como familia, porque nos expuso durante casi tres años a vivir una vida en paréntesis, con temor a que se nos arranque para siempre todo lo que construimos si Juan es declarado culpable. Todo se desmorona. Pero también los niños involucrados en la denuncia quedaron marcados, porque este proceso en vez de acompañar a las familia para comprender lo que en realidad había ocurrido no hizo más que acentuar ese temor, los miedos, las sospechas y convertirlas en algo 'real', cuando hay tantos indicios de que esto no fue así".
Fernanda esta convencida de que no hubo mala intención de los denunciantes. "La desarticulación, la falta de preparación de muchos profesionales de los organismos intervinientes, la falta de una mirada integral sobre los niños… todo contribuyó a que se consolidara un relato de algo que nunca pasó".
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