Por Juan Carlos Scalzo
Un sujeto, en visible estado de desequilibrio psicológico, salió a la vereda de su vivienda y primero descargó algunas ráfagas al aire, pero en una de ellas, al bajar un tiro impactó en una vecina.
Por Juan Carlos Scalzo
Al mejor estilo de una película policial, la zona fue cercada y los medios de comunicación fueron transmitiendo en vivo las escenas que se registraban porque luego de ir y venir varias veces de esquina a esquina, el sujeto se apoyó contra un tapial bajo del frente de su domicilio, se calzó la culata en su cintura, como si estuviera custodiando el lugar y dejó que el tiempo transcurra.
Al mismo tiempo efectivos policiales con chalecos antibala trataban de acercarse al enajenado para convencerlo que baje el arma, deponga su actitud y se entregue pero el sujeto estaba inmerso en su mundo y no emitía palabra ni gesto alguno. Simultáneamente, otros agentes habían tomado posición estratégica y estaban atentos para disparar ante el mínimo movimiento que pudiera poner en peligro la integridad de sus compañeros y del mismo sujeto.
Varios vecinos y conocidos le pedían que deje la ametralladora, se entregue y no haga locuras, pero nada lo hizo cambiar de opinión.
El dramático cuadro se prolongó unos 45 minutos y el trabajo de persuasión policial surtió efecto y tras ser esposado lo cargaron en un patrullero y se lo trasladó a la Jefatura de Policía.
Una vez controlada la situación, la mujer herida fue auxiliada en su casa y luego llevada al Hospital Jaime Ferré.