La culebrilla, conocida médicamente como herpes zóster, es una enfermedad viral que puede afectar a cualquier persona que haya tenido varicela en la infancia.
Esta enfermedad puede generar complicaciones significativas si no se trata a tiempo. La clave está en la prevención, el diagnóstico precoz y un adecuado manejo del dolor.
La culebrilla, conocida médicamente como herpes zóster, es una enfermedad viral que puede afectar a cualquier persona que haya tenido varicela en la infancia.
Esta afección, que se manifiesta principalmente en la piel con lesiones dolorosas, puede dejar secuelas prolongadas en algunos casos. La dermatóloga Flavia Risso (Mat. 3966), en una entrevista con El Litoral, explicó en detalle sus síntomas, diagnóstico y tratamiento.
Según la especialista, el virus del herpes zóster es el mismo que causa la varicela. "Generalmente, el primer contacto con el virus lo tenemos en la infancia y se manifiesta clínicamente como varicela. Pasada esta infección, el virus migra por las terminaciones nerviosas desde la piel hacia el ganglio y queda allí latente. Reaparece en la piel ante determinadas situaciones dando lugar a lo que se conoce como herpes zóster", explicó.
El herpes zóster suele presentarse cuando el sistema inmunológico se debilita, ya sea por estrés, envejecimiento o enfermedades que afecten las defensas del organismo. Aunque el cuadro suele resolverse en una o dos semanas, en algunos casos persiste una neuralgia posherpética, un dolor que puede durar meses o incluso años.
La doctora Risso detalló que la enfermedad suele iniciar con una sensación de picazón o dolor localizado en la piel, más comúnmente en el tronco. "Cuatro o cinco días después de sentir estas molestias, la zona se enrojece y empiezan a aparecer pequeñas vesículas en forma de ramilletes o agrupadas. Durante esta etapa, la enfermedad es altamente contagiosa porque el virus se encuentra dentro de las vesículas", aclaró.
Aproximadamente una semana después de su aparición, las lesiones comienzan a secarse y forman costras parduzcas o amarillentas, que con el tiempo caen y pueden dejar cicatrices. Las zonas más afectadas son el tronco, el muslo y la región ocular. "El compromiso ocular es lo más grave, porque puede provocar úlceras en la córnea y, en casos severos, llevar a la ceguera", advirtió la especialista.
Otro aspecto a tener en cuenta es la neuralgia posherpética. "Después del período agudo, puede persistir un dolor o molestia residual en la zona afectada. Esto ocurre con mayor frecuencia en personas mayores de 50 años", comentó la dermatóloga.
Si bien la culebrilla suele afectar principalmente a adultos, cada vez se detectan más casos en niños. "Debe existir un antecedente de varicela en la infancia", explicó Risso, quien agregó que la enfermedad es más frecuente en personas inmunosuprimidas, como pacientes que reciben quimioterapia, trasplantados, personas con VIH/SIDA o con enfermedades crónicas que debilitan el sistema inmunológico.
También puede presentarse en individuos sanos en situaciones de estrés extremo o cansancio prolongado. "Es importante recordar que el herpes zóster es contagioso durante la presencia de vesículas. Se debe evitar el contacto con personas que no hayan estado expuestas al virus, especialmente inmunosuprimidos y embarazadas", advirtió la especialista.
El diagnóstico del herpes zóster es clínico. "En la mayoría de los casos, la observación de las lesiones es suficiente para identificar la enfermedad. En situaciones dudosas, se puede realizar un cultivo virológico de las vesículas en las primeras etapas", explicó la dermatóloga.
El tratamiento es más efectivo si se inicia dentro de las primeras 72 horas de la aparición de las vesículas. "Los antivirales pueden administrarse por vía oral o, en casos severos, intravenosa, especialmente en mayores de 50 años o pacientes inmunosuprimidos", señaló Risso.
También es clave evitar la sobreinfección de las lesiones. "Se recomienda el uso de antisépticos tópicos para prevenir infecciones bacterianas y reducir la necesidad de antibióticos", agregó.
En cuanto al tratamiento del dolor posherpético, Risso explicó que puede manejarse con analgésicos, complejo B y, en algunos casos, con antiepilépticos o antidepresivos para aliviar el malestar.
Si bien no hay una forma de eliminar el virus del organismo, existe una vacuna que puede prevenir la reactivación del herpes zóster y reducir el riesgo de complicaciones. Está recomendada especialmente para personas mayores de 50 años y aquellos con factores de riesgo.
"Es fundamental consultar a un médico ante la aparición de los primeros síntomas. Un tratamiento temprano puede reducir la duración de la enfermedad y minimizar el riesgo de secuelas dolorosas", concluyó la especialista.
El herpes zóster es una enfermedad que, aunque suele ser autolimitada, puede generar complicaciones significativas si no se trata a tiempo. La clave está en la prevención, el diagnóstico precoz y un adecuado manejo del dolor para mejorar la calidad de vida de los pacientes afectados.
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