La fiebre es una reacción común del cuerpo humano que, aunque en muchos casos puede asustarnos, en realidad es una defensa natural del organismo. Se trata de un mecanismo mediante el cual el cuerpo intenta defenderse de patógenos como virus o bacterias.
La Sociedad Española de Médicos generales y de Familia en su pagina web explica cómo podemos reconocerla, cuándo debemos actuar y qué medidas tomar para controlarla.
¿Por qué nos sube la fiebre?
La fiebre en sí misma no es una enfermedad, sino una respuesta del cuerpo. Cuando un patógeno, como un virus o una bacteria, logra atravesar nuestras barreras físicas (la piel, las mucosas), el cuerpo reacciona. En ese momento, el sistema inmune se activa y, como parte de su estrategia para combatir a estos intrusos, eleva la temperatura corporal.
¿Por qué elevar la temperatura ayuda? Porque muchos patógenos no sobreviven bien a temperaturas altas, y el incremento en la temperatura del cuerpo también activa varios componentes del sistema inmunitario, haciendo que sean más efectivos para luchar contra infecciones. Así que, aunque pueda resultar molesto, la fiebre es una señal de que nuestro organismo está trabajando para mantenernos sanos.
Se considera que la temperatura corporal normal ronda los 37ºC
¿Cuándo se considera fiebre?
La temperatura corporal varía naturalmente a lo largo del día, en lo que se conoce como ritmo circadiano. Es normal que la temperatura corporal aumente ligeramente durante la tarde, entre las 16:00 y las 20:00, para luego descender nuevamente por la noche y en la madrugada.
En términos generales, se considera que la temperatura corporal normal ronda los 37ºC si se mide en la axila. A partir de esa cifra, cuando la temperatura alcanza entre 37ºC y 37.8ºC, hablamos de febrícula. Si la temperatura supera los 37.8ºC, ya podemos decir que hay fiebre, y en casos extremos puede llegar a sobrepasar los 41ºC, lo que ya se considera una emergencia médica.
¿Cuándo debemos actuar?
Aunque la fiebre puede generar preocupación, no siempre es necesario intervenir. De hecho, si una persona tolera bien el aumento de temperatura, no hay que alarmarse inmediatamente. La fiebre es un proceso natural y, en ocasiones, lo mejor que podemos hacer es dejar que el cuerpo haga su trabajo. Sin embargo, en algunos casos específicos, es recomendable comenzar a tratarla.
Las autoridades médicas, como la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, sugieren tratar la fiebre cuando esta supera los 38ºC. Esto es especialmente importante en personas que padecen otras enfermedades, como diabetes, insuficiencia renal, insuficiencia cardíaca, o en personas vulnerables como los ancianos o los niños pequeños. En estos casos, una fiebre elevada puede tener consecuencias más serias para su salud.
Se sugiere tratar la fiebre cuando esta supera los 38ºC.
Tratamiento: Fármacos y remedios físicos
Cuando llega el momento de intervenir, hay varias opciones para reducir la fiebre. Uno de los métodos más comunes y efectivos es el uso de fármacos antipiréticos, siendo el paracetamol uno de los más recomendados. Este medicamento no solo baja la fiebre, sino que también ayuda a controlar el dolor, lo que puede mejorar el bienestar general del enfermo.
No obstante, no siempre es necesario recurrir a medicamentos. Existen medidas físicas sencillas que pueden ayudar a reducir la fiebre sin la necesidad de fármacos. Entre ellas están los baños con agua templada (nunca fría, ya que puede causar un efecto rebote y aumentar la fiebre), la aplicación de paños fríos en la frente o el cuello, o simplemente quitarle ropa al enfermo para favorecer la disipación del calor.
Convulsiones febriles: ¿Qué hacer?
En algunos casos, la fiebre puede desencadenar convulsiones, un episodio que puede ser muy alarmante para quienes lo presencian. Las convulsiones febriles son más comunes en niños, especialmente entre los 6 meses y los 5 años de edad. Ver a un niño convulsionar puede generar pánico, pero es importante mantener la calma y saber cómo actuar.
Si se presencian convulsiones febriles, lo primero que se debe hacer es colocar al niño tumbado de lado, para evitar que se atragante. También es importante retirar cualquier objeto alrededor que pueda causarle daño. No se debe intentar sujetar al niño, ya que esto podría causarle lesiones, y es fundamental no introducirle nada en la boca. Después de la convulsión, es aconsejable intentar reducir la fiebre mediante los métodos descritos anteriormente y llevar al niño a un centro médico para una evaluación adecuada.
Diferentes umbrales de fiebre: Cada cuerpo reacciona de manera distinta
Un punto interesante es que la fiebre no afecta a todas las personas de la misma manera. ¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas personas con apenas 37.5ºC se sienten muy mal, mientras que otras con 38.5ºC apenas lo notan? Esto se debe a que la fiebre, como muchos otros síntomas, se experimenta de manera diferente según la persona.
Es importante no dejarnos guiar únicamente por cómo nos sentimos. La fiebre es un síntoma que se debe evaluar objetivamente, por eso es recomendable medir la temperatura corporal con un termómetro en lugar de fiarnos solo de nuestras sensaciones.