El 0-4 ante Argentinos Juniors fue la imagen contundente del vacío y la frustración. Los 90 minutos se convirtieron en un suplicio. Jugadores sin respuestas, piernas que pesaban más de la cuenta, una pelota que quemaba, ausencia total de ideas y sin rebeldía. Lo que se dice, un equipo sin reacción anímica ni futbolística. Un equipo sin alma.
El partido y la actuación del equipo invitaban a un solo pensamiento: habían jugado lo suficientemente mal como para que el técnico tomase la decisión de dar un paso al costado. Claro que faltaba tener en cuenta un detalle: el DT de Colón no es uno más, es Chupete Marini. Y Chupete aprendió a caminar en el club. Así de literal. Su pasión y su “colonismo” supera al de muchos que se golpean el pecho y se rasgan las vestiduras en la pretensión de hacerse notar. Chupete no derramó lágrimas de cocodrilo cuando lloró aquélla frustración de los penales en Córdoba ante Banfield; ni tampoco hizo un “acting” o una “puesta en escena” cuando lloró de alegría el día del ascenso ante los tucumanos, algo para lo que contribuyó de una manera extremadamente razonable cuando convirtió el único gol (golazo) de la victoria en el partido de ida en la Ciudadela.
Chupete tiró frases de ocasión, respaldó a sus jugadores y dijo que iba a seguir hasta el final. Lo comprendo. Y de ninguna manera lo juzgo. Se sintió el capitán de un barco que él no construyó y con marineros que él no eligió. Pero capitán al fin. Y él, más que ninguno, sabía que era casi imposible seguir navegando sin naufragar. En realidad, al naufragio ya lo estaba sufriendo.
Mirá tambiénAtlético de Rafaela vs. Colón en vivoLa dirigencia presente en el estadio tomó nota de esta situación (como debió tomarla luego de la derrota ante Talleres para evitar lo que el martes de la semana pasado ocurrió, con el apriete al plantel). Al bueno de Chupete, a quién no se puede ni debe enrostrar nada de lo que está pasando y ni siquiera poner en la mesa de la discusión sus condiciones como entrenador, se le escapaba todo de las manos.
Un vestuario que no está bien, jugadores con deseos manifiestos de irse, una relación difícil con la dirigencia (Horacio Darrás es el que más cerca ha estado del plantel y es uno de los principales implicados en el escándalo con la barra), un nivel futbolístico que se ha caído a pedazos a partir de decisiones equivocadas que fueron desintegrando aquélla mística que se había creado con Eduardo Domínguez a la cabeza para convencerse de que el grito de campeón no era una utopía, sino algo realizable y tangible.
Mirá tambiénCuando parecía que había tocado suelo, Colón se dio cuenta que hay un sótanoEl pitazo final de Ramírez no le puso punto final al día. En todo caso, le dio paso a un “anochecer de un día agitado”, como el título de una de las canciones emblemáticas de Los Beatles, que continuó con una reunión. En la misma, sólo hubo dos temas: 1) la situación de los dos pares implicados y detenidos (Darrás y Paniagua); 2) la necesidad de darle otra vuelta de rosca a la situación deportiva. El año consumió ya a tres entrenadores. Pero a falta de seis partidos, todavía es mucho el camino que queda por transitar. Y por más que las chances de conseguir algo (ejemplo: clasificar a la Sudamericana) son imposibles ni siquiera de pensarlo, no son pocos partidos y el enfermo requiere urgente atención para evitar que siga desmejorando su ya deplorable estado de salud.
Vignatti “levantó” el teléfono y discó la característica de Montevideo. Llamado a Marcelo Saralegui para ofrecerle la conducción técnica por estos partidos, hasta el cierre de esta temporada. Se trata de alguien conocido y querido en el club, quien como jugador fue muy importante en aquéllas “patriadas” como fueron las de mantener la categoría en el primer año en la A, la obtención del subcampeonato con Ferraro, la clasificación para la Libertadores eliminando a Independiente y la participación en aquélla Copa de 1998.
Su trayectoria como jugador difiere notoriamente de la del Saralegui entrenador. En este rubro, un par de equipos en Uruguay y Colegiales en la Argentina. Saralegui estuvo más vinculado a otras cuestiones, aunque también hayan tenido que ver con el fútbol, que a la de ser director técnico. Dentro de la cancha, dio claras evidencias de ser un jugador cerebral y talentoso. Fuera de la cancha, esa trayectoria como jugador que fue excelente le debió otorgar suficiente capacidad para saber qué es lo que este equipo necesita, al menos para dejar de ser un despojo adentro de una cancha.
Mirá tambiénMarini: "Estoy para seguir, por supuesto... por eso estoy acá; Colón si necesita que uno esté, voy a estar"Hay algo de cierto en todo esto: Colón estaba necesitando un nuevo cambio de cara, alguien que llegue con un mensaje firme y más convincente para levantar a un plantel totalmente desmoralizado y en una pendiente imposible de detener. Chupete no pudo lograrlo. Pero insisto, no fue enteramente su problema. Como tampoco lo será de Saralegui, si es que no consigue cambiar este cuadro preocupante de situación.
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