Por Enrique Cruz (h)
Llegó el día. O en todo caso, hoy estamos en la antesala del que puede ser un gran día. Como ese de fines de noviembre de 1966, como el 14 de diciembre de 1974, como el 29 de julio de 1989 o la gesta de Córdoba de la mano de Carlos Trullet y sus pibes. Unión va por el sexto ascenso a Primera. Este plantel que dirige Kudelka sabe que tiene la responsabilidad de hacer feliz a tantos miles de unionistas. A los que aún mantienen el recuerdo de aquella tarde del partido con Quilmes en la década del ’40, cuando Unión se jugaba el ascenso y todo terminó a los tiros y con jugadores sancionados por cinco años; o los que vieron salir a Tremonti por esa pelota gigante de papel que se colocó en la boca del viejo túnel, al lado del mástil, para que los jugadores la rompieran y pasaran por allí el día de la victoria ante Talleres de Remedios de Escalada en el ’66; o los que se alegraron con el rápido retorno en 1968 y estuvieron en el Viejo Gasómetro la noche en que Unión le dio vuelta el partido a Newell’s en 1969; o los que asistieron a esa famosa asamblea de principios de 1971 cuando se resolvió la desafiliación, los que le hicieron el aguante al equipo en esos encuentros del Regional con Don Orione de Chaco o Primero de Mayo de Formosa (¿lo recuerdan?).
Más acá en el tiempo, ni hablar “campanazo” con el gol de Bravi, del equipo del Toto Lorenzo, del subcampeonato del ’79, de aquellas mágicas e inolvidables finales ante Colón en el ’89, del equipo de Trullet en el ’96. Son los mismos que también sufrieron. Los que fueron a la Boca el día de la final perdida por penales ante Racing de Córdoba, los que vieron el irremediable descenso en el 2003, los que sufrieron porque el gol no llegaba en la cancha de Lanús (ante El Porvenir) y la metió el Memo Torres, el día en que si Unión no ganaba, descendía a la tercera categoría. Y eso no pasó hace mucho, sólo siete años de un momento muy desgraciado, lleno de confusiones, de inestabilidades económicas y deportivas.
Éstas son las vísperas del reencuentro con la historia, con los hombres que tanto hicieron por el club. Recordar esos abnegados y generosos dirigentes, la mayoría de los cuáles no estarán en la cancha para festejar pero lo harán desde el cielo. Don Mario Iparraguirre, un hombre que impulsó el crecimiento de Unión como institución, más allá del fútbol; Súper Manuel Corral y Ángel Malvicino, alguna vez enfrentados pero con la calidad de enormes dirigentes que dieron su vida por la defensa de los intereses del club; Titi Veglia, el escribano Ulla (que no fue presidente temporario, sino con todas las de la ley a fines de la década del ’50), Julio Baldi, Juan Vega... Incurriría en una insalvable omisión si no nombrara a un hombre como Natalio Fejgelson, un libro abierto de la historia de Unión, partícipe en numerosísimas comisiones directivas, sin banderías políticas ni sectores, sólo por el amor al club. Hasta hoy, Natalio sigue siendo un hombre de consulta, que me llama por teléfono cuando olvido alguna referencia histórica o incurro en algún error de ese tipo. Es que Natalio tiene una memoria prodigiosa, única, incomparable si se trata de Unión.
Estarán todos mañana. De cuerpo presentes o en la memoria, en el ambiente, en la emoción de esos miles de hinchas que jamás dejaron de querer a Unión por más que se perdiera con Defensa y Justicia o con Huracán de Tres Arroyos (dicho con todo respeto hacia esas venerables instituciones). Estarán todos para ayudar a que Limia se ataje todo como lo hacía Pumpido, a que Avendaño sea un verdadero patrón del fondo como el Negro Sauco; que Vidal meta en el medio como lo hacía Passucci, que Rosales la mueva como Pichón Vitale, Grecco, Ballesteros o Madelón, o que el Flaco Quiroga meta goles como Juan Carlos Frutos, el Turco Alí, el Loco Marzo o el Fantasma Ruiz.
El hincha está en carne viva, con el corazón a punto de estallar, imaginando la gloria y el delirio cuando allá por las 21, aproximadamente, el pitazo final de Castro desate la euforia contenida por ocho años. Otra vez Boca, River, San Lorenzo, Racing, Independiente... Otra vez el clásico con Colón y ese “torneo” tan particular de dos... Otra vez los mejores en el 15 de Abril, que seguramente los dirigentes deberán pensar, para el futuro, en alguna ampliación porque le está quedando chico a tanta euforia.
Hay que contenerse, falta un poquito. En realidad, un tipo muy cauto y serio como Darío Kudelka, ayer fue terminante: “Vamos a ascender”, dijo. Hay que creerle. Está todo dado. Él sabe interiormente que está a un paso de quedar en la historia como el Pulpa Etchamendi, como Carmelo Faraone, como el Flaco Zuccarelli o el Cabezón Trullet. Son horas para que llegue el momento del partido y 90 minutos para aguantar, disfrutar y explotar. Por Unión, por su gente, por aquellos que dejaron la vida y algo más en el club, por tanto sentimiento, por tanta pasión, por esos colores que jamás se negocian, por el “viejo” de tantos que irán mañana a la cancha y que, desde el cielo, también alentarán y por el cual se hicieron hinchas. Ya está. Todo tiene un final. Y el de Unión, bañado de gloria y emoción, será mañana. Así se sueña.