"Mire, Luis, que a Unión vinimos para ser campeones, porque el año pasado Pepe Etchegoyen lo hizo con Colón y ascendió, así que nosotros tenemos que plantar la bandera uruguaya y 'romperle la cabeza' a cualquiera que se interponga", le dijo el Pulpa Etchamendi, a principios de 1966, para convencer a este uruguayo que ya tenía su nombre en Nacional y venía de jugar la Copa Libertadores. Esa frase, el Negro Luis Sauco la habrá repetido mil veces. Porque quizás haya sido el envión que necesitaba ese uruguayo aguerrido, implacable con sus rivales, que se adueñó de la zaga central de Unión y se convirtió en caudillo, capitán y figura.
Luis Sauco quiso tanto a Unión y a la ciudad, que se quedó a vivir para siempre en Santa Fe. Primero ascendió en el '66, en aquél equipo que tenía a Tremonti, Figueroa, Casal, Juan Carlos Lapalma, Victorio Nicolás Cocco, el Nene Gómez y el Fantasma Ruiz, entre otros. Y después, también fue protagonista del regreso a Primera en el '68, en un equipo al que se incorporaron algunos que eran juveniles en el '66, como Mario Zanabria y otros que le agregaron calidad futbolística, como el Loco Mendoza y Pichón Vitale.
Pero al margen de esos logros, el Negro Sauco se convirtió en un emblema para Unión, en una referencia válida y en un hombre de consulta que muchas veces esperaba ansioso y entusiasmado el llamado del club para trabajar en el puesto que sea, abajo o arriba, con los chicos o con los grandes, pero siempre adentro de su segunda casa, en ese club que se adueñó de su corazón.
Luis Sauco está en el Mural de las glorias tatengues y el reconocimiento que se le hizo en el club, en manos del propio presidente, es la justa dimensión de lo que ha sido el Negro Sauco a través de la historia y con el paso del tiempo: una verdadera gloria tatengue.