Cuesta imaginar que en 1889, hace 135 años, la ciudad de Santa Fe se preparaba para contar con energía eléctrica, en estos tiempos donde casi todo funciona con electricidad; donde si la batería del celular se quedó sin carga, llega el “panic attack”; o si hay un corte por apenas unas horas, los reclamos vecinales llegan en iracundo aluvión a los teléfonos de la prestataria del servicio.
Hay quienes juegan con la idea un tanto distópica de qué pasaría si el Planeta, un día cualquiera, se quedara para siempre sin energía eléctrica. Caput, c'est fini. Una época de penumbras caería sobre los continentes; hambrunas, colapsos en todos los sistemas informáticos, en los hospitales, y un largo etcétera de catastróficas imágenes. De momento eso no pasará, aunque nunca se sabe…
Lo cierto es que antes, en aquella capital de farolas a kerosén, calles de tierra o de adoquines, casas de tolerancia, registro de mendigos, de aguadores a pie o a caballo y de prohibiciones insólitas, aún no había luz eléctrica. Hasta que un día, el Concejo Municipal le autorizó por ordenanza a un tal señor Sebastián Dermit a instalar nada más y nada menos que una Estación Central de Electricidad.
El digesto habla
Todo esto consta en el digesto histórico de 1891, un compendio de normativas (ordenanza, decretos municipales) que el municipio local difundió en 2023, y que permite ver, como por una hendija de la historia local, cómo se organizaba administrativamente aquella comunidad santafesina de finales del siglo XIX.
En la actualidad, sólo alcanza con apretar una botón para darle luz a una casa. Pero hace más de 135 años, la cosa era bastante más complicada. Crédito: Manuel Fabatía
El 9 de marzo de 1889, por ordenanza, el municipio de Santa Fe aceptó la propuesta presentada por el empresario Sebastián Dermit para instalar una “completa Estación Central de luz eléctrica con los edificios, maquinarias y demás útiles necesarios para proveer el alumbrado público y privado de Santa Fe”, indica el digesto.
La empresa de Dermit debía construir un edificio completo para las oficinas de la Administración, usina para maquinarias y depósitos para materiales. Los planos serían presentados a la Municipalidad una vez aprobada la propuesta y antes de firmarse el contrato. Y el municipio proporcionaría la empresa el terreno para la instalación de la central la cual debería componerse de 35 metros de frente por 43 de fondo.
La historia se repite. En 1889, se concesionó el alumbrado público a un privado. Hoy, el municipio capitalino tercerizará este servicio clave. Crédito: Luis Cetraro
“La potencia de energía debía ser de ciento veinte lámparas de arco voltaico de mil doscientas bujías cada una, acompañada de otras tantas lámparas de cincuenta bujías con sus correspondientes cables, instrumentos de precisión, conmutadores, aisladores, postes, etcétera”, establecía aquella vieja ordenanza.
El alumbrado público
Las lámparas de arco voltaico se colocarían en las bocacalles a una altura de cinco metros y medio del pavimento alumbrando así cada una cuatro bocacalles, y serán sostenidas por brazos seis columnas de fierro de una “construcción elegante” -claro, había que mantener la estética urbana-, a elección de la Municipalidad.
Los cables conductores serían suspendidos por aisladores de vidrio, fijos sobre brazos de hierro que se colocarán en los frentes de las casas. “Las ciento veinte lámparas de cincuenta bujías se colocarán adheridas a las las de arco voltaico 2.200 (lámparas), “con el objeto de que sirvan de repuesto a estas cuando fuese necesario para alumbrar mil doscientas bujías”, establecía la norma.
Motores a vapor y calderos
Pero, ¿cómo se generaba la potencia suficiente para que el alumbrado público funcionara? Pues bien: en la Estación Central, el empresario Sebastián Dermit debía instalar cuatro dinamos gramme de 750 lámparas; una bobina de cuatro colectores de repuesto, cuatro tableros de distribución; dos motores a vapor y dos calderos a vapor que produzcan “los kilos necesarios de vapor para al servicio de las tres tres mil lámparas”.
Inicialmente, eran diez kilómetros de cables principales los que debían instalarse para abastecer el alumbrado público en las calles principales de la ciudad.
“A partir de 1888, año en que comenzó a explotarse comercialmente la producción de energía eléctrica en la provincia de Santa Fe y durante más de medio siglo, el servicio de energía eléctrica fue prestado por particulares (salvo contadas excepciones)”, indica la Empresa Provincia de la Energía (EPE) en su sitio web, apartado “Historia”. Esto es coincidente con lo que ocurrió en esta capital.
El atlas
Además, el antecedente del empresario Sebastián Dermit está documentado en el extraordinario “Atlas histórico de la ciudad de Santa Fe (1887-1945)”, realizado por las investigadoras Adriana Collado, María Laura Bertuzzi y María Elena Del Barco (UNL).
Allí, las historiadoras explican que en 1889 la Municipalidad “aceptó la propuesta de Sebastián Dermit (representante de la “Societé des Machines Electriques Grame”, de París) que consistía en la instalación de una usina de luz eléctrica para alumbrado público y privado de la ciudad”.
La usina se construyó efectivamente en una manzana ubicada en el borde del área urbana, cinco cuadras al noreste de la Plaza 25 de Mayo y a una cuadra de la calle Comercio, recostada sobre la ribera del riacho Santa Fe, indican las investigadoras.
“A mediados de 1890 se dotó de alumbrado eléctrico a las principales calles del centro y las correspondientes manzanas con instalaciones particulares en un área que comprendía aproximadamente desde la Plaza de Mayo once cuadras hacia el norte y siete cuadras hacia el oeste desde la calle de borde, Belgrano, en la que se localizaba la estación del FFCC Santa Fe”, sostienen Collado, Bertuzzi y Del Barco.
Por último, una curiosidad: todo esto era una concesión a un privado, con lo cual la historia vuelve a repetirse, ya que en la actualidad el alumbrado público será tercerizado. Entonces, la Municipalidad abonaba un canon anual a Dermit. Y todo debía instalarse en sólo diez meses luego de firmado el contrato. En efecto, al año siguiente, debutó la luz en la capital santafesina.