Ladrilleros, artesanos del material con el que se construyen los sueños
Una serie de entrevistas con trabajadores que sobresalen del común denominador, por talento, por experiencia, por unicidad. La quinta entrega, el testimonio de Valeria Ojeda que encabeza un horno en el norte de la ciudad de Santa Fe.
El sueño de la casa propia es una de las principales metas que las familias se proponen para mejorar la calidad de sus vidas. Las ansiadas viviendas tuvieron a lo largo de los años diversos materiales de construcción; salvo uno que persiste: el ladrillo de barro. Hacer esos bloques requiere de una técnica milenaria que no todos la pueden lograr. El Litoral visitó un horno de barrio La Tablada para dialogar con Valeria Ojeda, quien conduce un emprendimiento del rubro.
Aliados del sol, enemigos de la lluvia
Para conocer mejor cómo se hace un ladrillo, la entrevistada explica: “Empieza bien temprano, no importa si es verano o invierno. Cargamos un ‘pisadero’, que es un pozo que tiene un centro donde se pone la máquina para hacer el barro; se le echa agua y pisamos entre cinco y siete horas, según cómo esté la tierra; luego se mezcla con viruta, cáscara de arroz. pasto. Después de hacer el barro se hace el corte”.
En ese sentido, Ojeda aclara que “después de la cocción, está la ‘apilada’, que lleva entre 15 y 20 días, siempre y cuando no llueva. Posteriormente, la armada del horno, que lleva un día si están todos los chicos. Por último, la quema, que también tenés el riesgo que la lluvia te arruine todo. Luego, el enfriamiento posterior, que lleva unas 48 horas. Lleva 15 o 20 días, con buen tiempo”.
“Se cortan entre 1.500 o 2.000 por día, según cómo estén de fuerza los muchachos. Ellos hacen su propia producción en ese momento para ganar dinero”, agrega la protagonista.
Crédito: Fernando Nicola
Riesgos de un trabajo poco reconocido
Quienes trabajan en la fabricación de ladrillos son jornaleros. Así de claro lo expone Ojeda: “El ladrillero termina siendo esclavo de su propio trabajo. Es muy poca la vida que tiene. Nos alcanza apenas para comer, vestirnos y no mucho más”.
Como si fuese poco, la entrevistada contó que la situación no es fácil. “La mayoría de la gente termina enferma, por el fuego, el humo o con problemas en la columna. Son pocos los que tienen estudios y trabajo no hay”, relató.
Además, la entrevistada remarcó: “No estamos acostumbrados al plan social. Somos gente de buscar la moneda y nos manejamos así. Acá hay más de 35 familias que viven de su trabajo, que es el horno de ladrillo”.
Crédito: Fernando Nicola
Pelear el oficio
Ramon, un ladrillero del horno que visitó El Litoral contó una parte de su vida. “Trabajaba de albañil y quedé desempleado. Entonces fui al horno, en La Loma, pero quería aprender el oficio”, comenzó. “Al principio no me salía, de tanto intentar le agarré la mano. Esto me sirve para pelearla día a día”, cerró.
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