Los misterios que esconde en sus oscuras aguas el majestuoso río Paraná no dejan de sorprender. En un nuevo pico de esta bajante histórica que lleva más de dos años emergió el casco de un navío, restos de un naufragio.
Se trata de un gran casco de hierro escondido bajo la arena. Emergió por estos días en la boca del Canal de Acceso al Puerto, sobre el río Paraná. "Mi padre me contó esta historia", dice un antiguo poblador de La Boca.
Los misterios que esconde en sus oscuras aguas el majestuoso río Paraná no dejan de sorprender. En un nuevo pico de esta bajante histórica que lleva más de dos años emergió el casco de un navío, restos de un naufragio.
Relato y entrevistas: Gustavo Ocampo - Cámara y edición: Fernando Nicola
Fue un navegante ocasional quien advirtió la presencia del barco semi escondido bajo la arena que viaja por el río y se deposita en distintas zonas para formar bancos que más tarde serán quizá nuevas islas. Tomó una foto y la envió a este diario.
Los restos de hierro que forman parte del casco de grandes dimensiones aparecieron frente a desembocadura del Canal de Acceso que bordea Alto Verde sobre el Paraná, en la margen junto a la isla la Paciencia. También se observa una vía en el casco por donde podría haber ingresado el agua que lo hizo naufragar. Lo llamativo es que pocos saben de qué se trata el asunto. No hay registros oficiales. Y en el lugar, en medio del imponente Paraná, tampoco se ve una boya que advierta a los navegantes sobre la presencia del barco hundido.
En busca de alguna pista sobre el misterioso navío, El Litoral consultó primero a Prefectura Naval y al Museo del Puerto de Santa Fe. Pero nada. Entonces un equipo periodístico recorrió Alto Verde hasta el final del distrito, en el Paraje La Boca, para escuchar la versión de sus habitantes, conocedores de toda la zona. La calle Demetrio Gómez serpentea el albardón formado hace más de un siglo atrás cuando se cavó a pala el Canal de Acceso al Puerto y se depositó la tierra del fondo del río en la orilla de la isla. Sobre esas tierras se levantan las casas ribereñas, muchas de ellas habitadas por pescadores.
"Conga" conoce el río como pocos. Vive en el río. Y llevó en su canoa al equipo periodístico hasta el lugar a donde apareció el barco hundido, mientras su perro, fiel compañero, corría sobre la orilla mirando la canoa hasta llegar a la punta de la isla. Y allí aguardó el regreso.
Ahora es el mediodía del último viernes de febrero. Con una mano "Conga" lleva el timón de la canoa. Con la otra "achica" el agua que pretende inundarla. La devuelve al río con un tarrito. Lo hace sin mirar, bajo el sol del mediodía que pega fuerte. Su piel morena da cuenta de ello. Y la visera le da sombra a su rostro.
Pronto el Paraná se abre inmenso. Es la desembocadura del Canal y la bajante deja al descubierto los asombrosos bancos de arena. Una postal bien distinta a la habitual. En la otra orilla está la isla La Paciencia y aguas arriba emerge un islote de arena. Debajo se esconde desde hace casi un siglo atrás el casco del misterioso navío. "Ahí está", dice "Conga" y desacelera la marcha del fuera de borda para que el reportero gráfico capture sus registros.
Entre el enorme casco de hierro y la orilla del lado santafesino hay un gran banco de arena. El barco hundido está en una especie de canal que se formó del lado de la isla La Paciencia. Asoma poderoso al sol y cuando sus partes se esconden debajo del agua se puede imaginar la continuación de su silueta sumergida.
Los navegantes ocasionales que lo hallaron pudieron caminar sobre el casco hundido y hasta se sacaron fotos. Luego regresaron con un drone y repitieron las tomas en video. Lo mismo hace ahora el realizador de El Litoral, Fernando Nicola.
Con los registros de imágenes realizados, más tarde la canoa pone proa hacia Alto Verde. Ya en tierra firme otro vecino aporta: "Hablen con López. Él les va a contar qué es ese barco hundido". Hay que buscarlo.
Los acordes de un chamamé que enamora son la señal de que por allí anda el hombre. Francisco Ramón López tiene setenta y pico, pesca y en los ratos libres se sienta junto a su vieja canoa en la orilla, a la sombra de un sauce y toca el acordeón. Una ofrenda al paisaje natural de la isla. "La mejor vida es acá, en La Boca", dice con orgullo y pertenencia a su tierra rodeada de agua. "Es un lugar tranquilo, nadie te molesta, nadie toca nada. En cambio allá -y señala Alto Verde- te vas al río, dejás la alpargata y te la sacan".
"Estas islas las conozco todas", dice López antes de aportar su versión sobre el barco. Llegó a vivir a la isla a los 8 años y no se fue más. "Acá murieron mis padres", menciona y señala una vela encendida. "Ahí están. Y más allá está mi hermano. Hace 8 años también murió mi compañera. Estoy solito".
"Con mi viejo cuidábamos las vacas en la isla", recuerda, mientras sostiene el acordeón como a un niño en el regazo. "El río para mí es un medio de vida y salud", define. "Antes salía pescado. Tirabas una línea y enganchabas un cachorro de surubí. Ahora un cangrejo sacás. Antes traíamos hasta 400 kilos de allá abajo (señala el Paraná) hasta el Puerto para venderlo". En otra época López también fue estibador.
-¿Y qué es ese barco hundido?, López.
-En esa zona del río había un remanso infernal. Una vuelta con la correntada que había se dieron vuelta tres barcazas cargadas de harina. Sacaron dos y una quedó ahí abajo. Ese es el barco que apareció ahora con la bajante -dice-. Y ahí también se dio vuelta la arenera "Mediterráneo" y se fue para abajo. Pero a esa después la sacaron.
El lugareño conoce muchas historias similares ocurridas en la zona. "Otro naufragio ahí cerca fue un barco cargado de hacienda. Le decían Martín Fierro. Venía cargado con animales. No se si se desbandó o qué le pasó y se fue abajo. Había unas profundidades bárbaras ahí. Y lo único que salió de abajo fue una vaca. No se si la gente logró salir, vaya a saber".
"Ahora, esa isla que se formó ahí, que le dicen "El Ceibito", se hizo en base al barco ese. El barco quedó enterrado en el medio de la isla. Vaya a saber a cuántos metros abajo. Y la isla va creciendo cada vez más. Esa es la historia que me contó mi viejo", dice López.
Cuando habla del tema se apasiona y aporta todo lo que sabe. "Hay varios naufragios en la zona", cuenta el baquiano. "Ahí cerca nomás había una cruz inmensa clavada en la isla. Seis muchachos de una draga se ahogaron. Todos amigos míos. Ahora, con el desmoronamiento de la barranca, la cruz se fue a pique".
Antes de finalizar la charla, López enuncia: "Nunca vi una bajante tan grande como esta. No hay agua. Adentro de las islas están todas la lagunas y zanjones secos, se parte la tierra. Los ciervos, guazunchos y carpinchos bajan a la costa del río a tomar agua". Días atrás el Paraná perforó el cero en el hidrómetro del Puerto de Santa Fe. Ahora está creciendo sólo un poco. Pero los especialistas estiman que la bajante se prolongaría al menos hasta septiembre.
Mientras tanto López acomoda sus manos laboriosas en el acordeón y antes de que suene otro chamamé, el hombre saca a relucir su pertenencia. "Un cabo de la Prefectura me llevó a Misiones y me regaló una casa completita. Yo lo quiero como a un hijo, vió. Pero yo de acá no me voy. A mí me sacan de acá bien muerto. Las patas pa' delante". Suenan otra vez los primeros acordes.