Claroscuros de la misteriosa Plaza España: de día es lugar de paso, de noche un riesgo
Al estar cerca de la Terminal, hay un tránsito permanente de gente. Y cuando cae la noche, hay personas al acecho del delito. Además, falta mantenimiento. Un espacio lleno de mitologías: suicidios, lugar de febriles mitines políticos y violentos choques entre policías y militantes comunistas.
Postal de la Plaza España. En foco, la fuente con la estatua de la mujer, fuera de uso; detrás, un árbol talado y el pequeño escenario (retreta). Crédito: Pablo Aguirre
A una cuadra de la Terminal de Ómnibus y con dos calles perpendiculares por donde pasan varias líneas de colectivos que conectan el sur con el norte y el macrocentro, la Plaza España es lo más parecido a un aeropuerto al aire libre, sin aviones ni puertas de embarque. Las gentes pasan, de aquí para allá, para irse o volver, con sus bolsos y valijas: ahí están desde el laburante de a pie hasta los estudiantes con sus mochilas que aguardan el bondi.
Es un espacio público emblemático de esta capital, nacido en 1867 al fragor del puerto y del ferrocarril. Y en el largo discurrir histórico de sus mitos fundacionales, no faltan ni los misterios ni los hechos políticos y sociales. En la década del '30, un periódico local bautizó a uno de los árboles añosos árboles como "El Árbol de los Suicidas". Varias personas se habían quitado la vida allí.
A la terminal. Una mujer acarrea su valija, con dirección a la estación de micros local. La plaza es lugar de paso todo el día. Crédito: Pablo Aguirre
También había frenéticos mitines dirigenciales con discusiones a los gritos, presentaciones de políticos, manifestaciones populares. Incluso choques violentos entre policías y militantes comunistas: "¡Esta sangre no se derramará en vano!", narraba una furibunda crónica policial. El escenario siempre era el mismo: la Plaza España.
Y en la actualidad, esa plaza sigue palpitando inquietantes claroscuros. Más allá de su escaso mantenimiento, de estar rodeada de edificios socialmente convocantes como el Registro Civil, la sede del Partido Justicialista, un sindicato y una escuela secundaria, aparece por un lado esa dinámica de lugar de paso, de presencias permanentes pero efímeras de personas durante el día. Pero por el otro, las noches son epicentro de reyertas, de intentos de robos y arrebatos, a juzgar por lo relevado por El Litoral y los testimonios de comerciantes de locales aledaños.
Llega el 10. Es la parada de colectivos de Rivadavia casi Crespo. La plaza es un lugar de gran conectividad urbana. Crédito: Pablo Aguirre
"Mirá, esto de noche es tierra de nadie. A mí me entraron a robar una vez y me quisieron robar otras tantas más. No sé quiénes son; por la tarde hay un grupo de cuidacoches (en el sector de estacionamiento) que están yendo y viniendo de aquí a la terminal, pero no sé", le dice a este diario desde el otro lado de la reja un comerciante de la zona aledaña a la plaza.
Otra vendedora asegura que hay arrebatos, manoteos de carteras y celulares, "todo de noche. La iluminación en la plaza es insuficiente", advierte. Y un taxista que hace horario nocturno dice conocer episodios relacionados con el delito en el entorno de la plaza, pero asegura que "la cosa antes era peor, cuando estaba la 'Banda del Poxi'. Ahora, si bien pasan algunas cosas, el área está un poco más tranquila".
La Banda del Poxi
Otro elemento se suma al collage de mitos urbanos acaso trístemente célebres en torno a este espacio público: la "Banda del Poxi", menores de edad que andaban en grupo, que aspiraban pegamento, que deambulaban en la zona de Plaza España y la Terminal de Ómnibus. Jóvenes de muy temprana edad y en situación de calle y cometían fechorías menores.
En 2005, estos chicos ingresaron a la Escuela Bustos, que se encuentra sobre Av. Rivadavia, vereda oeste: entraron y rompieron puertas, armarios, computadoras y tiraron pintura en los bancos y paredes. Eso generó la reacción de la comunidad educativa.
Un grupo de cuidacoches, siempre apostados en el sector del estacionamiento sobre calle Hipólito Irigoyen. Crédito: Pablo Aguirre
Padres, alumnos y docentes se movilizaron para pedir más seguridad, pero también para que los Estado municipal y provincial ayuden a estos menores en situación de vulnerabilidad. Incluso hubo advertencias sobre un "accionar violento" de la policía contra estos pibes. Lo último que se supo es que la ONG social "Casa de Juan Diego" los acogió a muchos de ellos y, paulatinamente, pudo sacarlos de este ambiente hostil. Tantos años después, hoy sólo se ve un grupo de cuidacoches por la tarde.
La plaza parece latir
El acto contemplativo de detenerse y recorrer una plaza con tanta historia lleva a detectar curiosas dinámicas sociales y formas arquitectónicas de gran valor. Por calle San Luis, se alza imponente desde la vereda este el edificio del Registro Civil, con su ornamentación clásica, los ventanales y balcones en dos tonos de color gris. Arriba, el recordatorio de que ese inmueble fue del Ferrocarril Gral. Belgrano. En la esquina, el Museo Ferroviario con sus aceras nuevas, luego de tanto tiempo.
En la esquina de la plaza está la parada de colectivos, con gente esperando, subiendo, bajando del bondi. Las pegatinas de una vidente prometen engañosamente devolver "el amor de tu vida en tan sólo siete días". Pasa un colectivo de la línea 14 atiborrado de usuarios. Hay personas que cruzan todo el camino central con sus maletas a la rastra, en dirección hacia la terminal.
La retreta de la plaza, llena de pintadas y graffitis de todo tipo, y con la pintura descascarada. Crédito: Pablo Aguirre
Por Gob. Crespo, el también histórico edificio del Partido Justicialista. Al lado está la sede de un sindicato, del que entra y sale gente. En la plaza está el sector de juegos infantiles: es lo último que se colocó en términos de infraestructura en este espacio público. Los niños se hamacan, como detenidos en esa pausa tranquila que puede ser una infancia feliz. El césped está cortado.
Ya sobre Av. Rivadavia casi Crespo, otra parada de colectivos. Mucha gente esperando ir al centro-norte de la ciudad, por caso: pasan las líneas Nº 8, 9, 10, 11 hasta la 14, e incluso la que va hasta Recreo. Enfrente, el mítico edificio del bar Tokio Norte: por sus ventanas miran algunos parroquianos, para luego devolverse lectura a la lectura de un diario o un libro. Allí está Amelia Higa, la dueña, acompañada por sus gatos.
Los bustos, la estatua, los árboles
Cerca se encuentra el busto del gran tenor Antonio Vela, de quien se dice que su voz era excelsa. En 2019 el busto había sido vandalizado, al igual que el de Miguel de Cervantes Saavedra. Éste también en ese año fue restaurado, luego de sufrir graffitis de todo tipo.
Dos árboles muy añosos (gomeros, de la especie "ficus retusa") fueron podados en varias de sus ramas robustas. Pero están envejecidos, en el proceso final de sus vidas. Tienen más de 120 años. Una de los "brazos" arbóreos está sostenido por un soporte, para evitar que ceda y caiga. Ese soporte es como el bastón de un anciano que se empecina en mantenerse de pie, pese a las décadas acumuladas.
El sector de juegos, lo último que se incorporó en materia de infraestructura urbana. Es muy aprovechado por los padres y niños. Crédito: Pablo Aguirre
La fuente con la estatua de una mujer está igual que los árboles, como resistiendo a la muerte. "La exposición a la intemperie durante casi un siglo, más el agua que se filtró a través de las rajaduras de la pieza, provocaron un proceso de oxidación sobre la estructura interna de metal (de la estatua), que ocasionó estallidos del cemento", había dado a este diario un diagnóstico poco entusiasta el restaurador Eduardo Gómez.
Los bancos están en un relativo buen estado, al igual que las luminarias. Pero hay tapas de hormigón (de desagües) sobre el piso que se encuentran rotos. Representan un riesgo para cualquier paseante distraído. En el centro de la Plaza España se alza el monumento central, que se parece a un pequeño obelisco: es el homenaje al Descubrimiento de América y data de 1892. Tiene en su estructura, como tatuajes que afean, graffitis y desesperadas declaraciones de amor.
Algunas vecinas aprovechan las tardes para sacar a pasear a sus mascotas. Crédito: Pablo Aguirre
El pequeño escenario -o retretas, que eran donde antes se presentaban las bandas militares- es la parte más descuidada de la plaza. En las escalinatas, una pareja de pibes toman unos mates y comparten apuntes de estudio. Sus paredes externas están llenas de graffitis, pintadas de todo tipo, letras del "street art".
Las paredes de la retreta están descascaradas, y la pintura desgastada. El anterior látex para exteriores de color amarillo ahora se mezcla con la última "lavada de cara", que fue con pintura de color gris. La falta de mantenimiento se completa con una canilla ubicada a pocos metros, que pierde y pierde agua.
Durante el verano, en los árboles de la Plaza España llega el espectáculo de las bandadas de golondrinas, en plena anidación. En otoño e invierno aparecen las palomas, los gorriones y los loros. Un grupo de cuidacoches está en el sector del estacionamiento, sobre Hipólito Irigoyen. La gente sigue pasando y pasando: algunos chicos descansan en los bancos, hay vecinas paseando sus mascotas. Se hace de noche, y es momento de partir.
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