Prostitución: una investigación sobre los antiguos quilombos en el sur de la ciudad de Santa Fe
El investigador Miguel Ángel Dalla Fontana recupera la historia del viejo barrio Sunchales, en la zona del FFCC Mitre, y la compara con los tiempos actuales. Explotación y trata, violencia de género, mafias y la connivencia con ciertos poderes locales. El Sifiliscomio y la calesita del Maison París, donde el placer y el sadismo eran “prácticas comunes”, cuenta el autor.
“Burdeles”, la obra de Hugo Lazzarini deliberadamente traslada visualmente, por su temática y diseño, a las famosas obras de Toulouse – Lautrec; y muestra la calesita de Santa Fe.
En el libro aparecen nombres, personajes, lugares bien santafesinos, historias grises o silenciadas. Eso de lo que no se habla. Es la historia del barrio Sunchales, la lonja que hoy se conoce como los barrios San Lorenzo y Alfonso, en el sur de la ciudad de Santa Fe. Es la historia de los quilombos a donde a principios del siglo pasado iban los señores en busca de placer a cambio de dinero. Y es la historia del sometimiento, la violencia de género y la explotación sexual. El submundo. La otra Santa Fe.
El libro escrito por Miguel Ángel Dalla Fontana se titula “Ciudad invisible” (Ed. Acosta) y en la bajada anticipa que se trata de “La zona roja del barrio Sunchales”. La reconstrucción literaria de una época, la Santa Fe entre 1930 y 1936. El recorte obedece a narrar la prostitución en Santa Fe. Y la zona elegida responde a lo que en esas calles de adoquines o tierra sucedía cada noche. Porque a la calesita del Maison París llegaban con la caída del sol en busca de sexo los señores que durante el día frecuentaban los ambientes más distinguidos de la ciudad.
Esta calesita estaba en el Maison París, “que era el prostíbulo más importante de la ciudad”, cuenta el autor, “el más costoso”. Ese edificio es hoy el Hospital de rehabilitación Vera Candioti, sobre calle Monseñor Zazpe 3738. La ilustración de tapa, una obra del artista Hugo Lazzarini, resume en una escena lo que eran aquellas noches en el Maison.
“Hay una calesita que exhibe a las mujeres y todos los personajes de ese submundo: la madama, la alcahueta, y quienes iban en busca de los servicios de las prostitutas”, describe Dalla Fontana y cuenta que allí “se practicaba todo tipo de placer y sadismo”, de acuerdo a lo que pudo verificar de la historia. Luego menciona el autor que las mujeres “eran controladas a través del denominado Sifiliscomio, que funcionaba en el hospital Iturraspe. Allí les hacían un control semanal a todas las prostitutas, todos los martes y viernes”, detalla.
Aquellas historias tienen nombres propios. Marcela Gauthier, María Orlanda y una chica llamada Aída, como tantas, fueron explotadas en los burdeles de lujo del barrio Sunchales. Sus historias aparecen en el libro. “Una Santa Fe invisible por pocos vista que Dalla Fontana con profundo compromiso y puntillosa investigación desnuda ante nuestros ojos de lectores. Porque si en el carrusel del Maison París se exhibían las pupilas para ser seleccionadas por parte del señor o del joven virgen debutante, en este libro se nos muestran con toda crudeza para conocerlas y rescatarlas al menos del olvido, desde aquel pasado silenciado de una Santa Fe que todavía nos falta ver en todas sus dimensiones”, dice desde el prólogo el periodista Fernando Pais.
Por los barrios
Miguel Ángel Dalla Fontana, luego de sus libros sobre varios de los barrios tradicionales, inició un recorrido “por la ciudad de extramuros que lo llevó a ver esa Santa Fe invisible, y desde ese descubrimiento, a desandar los senderos del recuerdo de aquellos barrios olvidados de la historia. En su último libro sobre Piquete y Las Flores y sus barrios, surge la serie que inspira este trabajo al pensar en esa ciudad invisible”, cuenta Pais.
En ese nuevo camino que recorre como investigador y escritor el autor “recupera, a partir del barrio Sunchales, la historia de la prostitución en la ciudad. De este modo, nos lleva a esa Santa Fe invisible del pasado, de la explotación y la trata, de la violencia de género, de las mafias y de la connivencia con ciertos poderes locales”, agrega el prologuista.
Por aquellos años, en la medida que se desarrollaba el modelo agro exportador, llegaban a Santa Fe personas de distintos lugares. “Así, junto con los barcos con mercancías que llegaban y que luego partían con cereales o rollizos, o tanino, llegaron también las actividades en la orilla de la ley y la moral -dice Pais-. Junto con los inmigrantes que arribaron a trabajar y construirse un futuro en la América también llegaron tahúres, malandrines, estafadores, ladrones y proxenetas. De esta última calaña de arribados, y no porque no los hubiera autóctonos, la mafia relacionada a la trata, la prostitución y el comercio del sexo tuvo en particular renombrados clanes, en especial de rufianes provenientes de la Europa del este”.
“Acaso este dato de la historia no tendría mayor relevancia si no fuera porque se trataban de organizaciones delictivas que captaban (léase secuestraban) jóvenes mujeres, en general campesinas pobres, de tez blanca, ojos claros y cabellos rubios, para introducirlas ilegalmente y ponerlas bajo un régimen de explotación sexual en casas legales de visitas. Y Santa Fe, como parte de ese circuito de comercio internacional, no sólo tuvo intercambio de trigo por loza de lujo y telas de casimir, sino además fue reducto de algunas de esas poderosas mafias de la prostitución, con mujeres, madamas, rufianes, y claramente, conexiones locales”, cuenta el prólogo del libro.
Esta es la historia que recupera del olvido Dalla Fontana al hablar del barrio Sunchales, de aquel caserío creciente en las márgenes norte y sur del predio de la estación del Ferrocarril Inglés, después Ferrocarril Mitre. “Es la historia de cómo la moralina de la ciudad apañaba y reglamentaba los prostíbulos, al mismo tiempo de estigmatizar y marginar a un destino de explotación, violencia sexual y apremios, a cientos de mujeres extranjeras pero también nacidas en este suelo”, dice Pais.
Sufrimiento latente
“Tal como ayer en Santa Fe, como en distintos lugares del mundo, la prostitución sigue siendo una práctica que no se agota. Para aquellos que nacimos en el siglo XX, y caminamos la segunda década de este siglo, hemos sido anoticiados de tantas aberraciones, de tanta violencia, de tanto dolor físico, pero principalmente, de tanto sufrimiento espiritual y emocional que deja las huellas, casi imborrables, en las víctimas prostituidas por salvajes verdugos”, reflexiona luego Dalla Fontana.
Albert Londres, en el desarrollo de su libro “El camino de Buenos Aires. La trata de blancas”, dice que las causales de la prostitución son muchas, pero apunta que los indicadores de pobreza, indigencia e ignorancia, son el cóctel perfecto para el ejercicio de la prostitución como recurso de sobrevivencia.
En esta Santa Fe actual, la clientela más extendida de la explotación de mujeres más “pobres”, sigue estando en los alrededores de la estación de ómnibus, la Plaza España, que alguna vez fuera la Estación Francesa, además, de un sector del barrio Candioti Sur. “Pero no son los únicos espacios con mujeres en esquinas en las que las cámaras de seguridad de la Municipalidad no cubren, no tanto por sus identidades, sino más bien por las patentes de los autos de sus ‘clientes’ que pueden ser vistas por esas cámaras en otros puntos de la ciudad”, advierte el autor del libro.
“Igualmente, avenidas como: Facundo Zuviría, Estanislao Zeballos, la zona de Freyre entre Gral. López y Juan José Paso, entre otros puntuales lugares, tienen la presencia de la oferta de servicios sexuales en la propia calle -enumera Dalla Fontana-. Por otro lado, fuera de las esquinas, en las redes sociales, se evidencia la mayor parte de esa oferta sexual del nuevo tiempo”.
Educación Sexual Integral
“Estos episodios prostibularios son el común denominador de los fiolos, rufianes o proxenetas, que se presentan como supuestos guardianes protectores de la vida de la mujer, del estómago de sus hijos y de sus viviendas”, reflexiona en sus conclusiones el autor del libro. “Seguimos repitiendo esclavitudes tan viejas y tan actuales como la propia humanidad. Estamos hablando de la pérdida total de la dignidad, de la esencia, de la pureza, a causa de individuos con un psiquismo patológico o con alguna alteración mental en la que los frenos de inhibición y de control se encuentran alterados. Donde el poder y el placer están manifestados con total violencia”, continúa.
“Es necesario respetar los derechos del ser humano sobre todo en su infancia y en su pubertad, y es menester poner en vigencia y aplicar en su totalidad la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) reglamentada en 2006 en el orden Nacional, sancionada en Cámara de Diputados de la Provincia, pero para 2023 ha perdido estado parlamentario por no ser tratada en la Cámara de Senadores”, dice Dalla Fontana.
Esta normativa “no solo ayudará a empoderar a las personas con educación para el autocuidado y prevención sexual infantil (ASI), sino también que aportará lazos de confianza en la familia, en la escuela y en las instituciones, algo crucial en un contexto actual donde la desconfianza está a la vuelta de la esquina”.
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