“Le estoy ofreciendo”: la historia del vendedor de plásticos que hace 50 años recorre Santa Fe con un Rastrojero
“La calle me encanta”, le dijo Gabriel Cejas a El Litoral quien además contó que trabajó en localidades de Entre Ríos. Una imperdible anécdota con Leo Mattioli y una consigna clara: “Hay que salir a trabajar, para ganarse el mango”.
Cejas y su Rastrojero cargado de productos. Un personaje pintoresco que se ganó la vida recorriendo las calles de Santa Fe. Crédito: Fernando Nicola (drone)
¿Qué santafesino no lo vio alguna vez recorriendo las calles de su barrio? Una camioneta setentera llena “hasta la maceta” de elementos plásticos y altoparlantes con un mensaje fuerte y claro: “Le estoy ofreciendo, le estoy ofreciendo...los baldes, los fuentones, las palanganas, los trapos de piso...”
Detrás del pintoresco emprendimiento móvil está Gabriel Cejas, quien charló con El Litoral y contó sus orígenes, su progreso y qué significa en su vida recorrer las calles de Santa Fe. “Arranqué vendiendo puerta a puerta. Salía los sábados y domingos, con baldes y una caja de vasos. Después me compré un Renault Gordini y con eso empecé a recorrer y fui hasta Paraná con fuentones y baldes. Hasta que no vendía todo, no volvía. Un día me quedé a la mitad del túnel y me tuvieron que sacar”, recordó.
Acto seguido, el entrevistado comentó cómo fue el paso al vehículo actual. “Entregué el Gordini y saqué un Rastrojero de los viejos, cuadradito”, rememoró. Y continuó su relato poniendo sobre la mesa sus andanzas en la provincia de Entre Ríos. “Hasta Concordia llegué a laburar. Cargaba los plásticos en Rosario. Por aquel entonces tenía dos ‘peoncitos’ que me ayudaban a vender. Cuando íbamos a Entre Ríos, dormía al lado de la ‘chata’ en una reposera y pasábamos la noche. Arranqué hace 50 años y recorrí todo Santa Fe, y localidades entrerrianas como Nogoyá, Victoria, estuve en Gualeguaychú, Santa Elena, Concordia, Chajarí; incluso hasta Corrientes en pueblos como Mocoretá”.
—¿Qué recuerda de aquellos tiempos?, preguntó El Litoral.
— Antes era gomero, trabajé en las gomerías más grandes de la ciudad. Y los ví a los rosarinos que tenían algó así (N. del R: hace referencia a un vehículo para vender artículos). Ellos iniciaron con el negocio. Fui hasta allá y después de buscar y buscar, encontré a la persona que vendía los plásticos. En una época iba a cargar vasos a una fábrica de Lanús oeste. Llevaba toda la mercadería a granel y los tapaba con una lona y ahí arrancaba para los pueblos. Cuando llegaba, bajaba los plásticos. Salía temprano, como a las 4 o 5 de la mañana.
—¿Cuánto tiempo demorabas en armar todo?
— Antes ponía cajones y armaba la estructura. Me llevaba un buen y largo tiempo; entre dos y tres horas por eso arrancaba temprano. Hoy la guardo armada. Voy llenándola a medida que vendo. Antes tenía una ligereza para hacerlo, terrible. Ahora tendré 12 plumeros, debo tener unos 30 canastos, una docena de baldes de cada medida; manguera...todo calculado.
"Le estoy ofreciendo, le estoy ofreciendo", la grabación que usa Cejas pasó al imaginario popular santafesino. Crédito: Fernando Nicola (drone)
Un león de ayudante
Entre las miles de anécdotas que tiene en su amplia mochila de recuerdos, Cejas sacó a relucir la mención a un ayudante especial que supo tener arriba de la camioneta. “El papá de Leo Mattioli levantaba pesas conmigo y tras su muerte, Leo empezó a trabajar conmigo. Vendía baldes, fuentones. A él le encantaba andar conmigo en la calle, desde los 9 años (N. del R: Mattioli contó en una entrevista que fue a los 11) hasta los 15 estuvo. Después se fue a trabajar con uno que era techista”, contó.
“Andaba en el autazo que tenía y se paraba a conversar conmigo. Venían todos y miraban lo que estaba pasando. Él me adoraba a mí. Podés creer que no tengo una sola foto con él”, agregó el entrevistado cuando se le preguntó por si veía al cantante cuando ya era reconocido en el mundo de la cumbia.
Cejas es al Rastrojero, como la camioneta a su dueño. La sinergia entre ambos los definió a lo largo de las cinco décadas que recorren la capital de la provincia e hicieron lo propio en otros pueblos.
“La camioneta tiene cinco parlantes y siempre trabajé con una grabación. Ahora tengo pendrive porque es otra época, antes tenía un casete. Lo grabo en la computadora, en mi casa”, comenta el entrevistado.
Muy pocas veces Cejas y su camioneta dejaron de circular y así lo contó el protagonista cuando dialogó con El Litoral. “Mi Rastrojero me encanta, me apasiona. Cuando vino la pandemia que estuve tres meses adentro, me moría porque no podía ni salir a hacer mandados. La policía no te dejaba, a las seis de la tarde cortaba todo. Y te metían preso”, recuerda el entrevistado al hacer referencia a los primeros meses de encierro por las restricciones gubernamentales aplicadas en 2020.
Desde el cielo, todos los productos plásticos que recorren la ciudad en una camioneta. Crédito: Fernando Nicola (drone)
Trabajar en la calle para “ganarse el mango”
Sobre el final de la entrevista, Cejas reconoce que siempre salió a recorrer la ciudad para obtener una ganancia. “La calle me encanta. Estoy solo, antes tenía ayudantes. Por ahí viene uno y me pregunta si quiere que lo ayude a vender pero ahora me llevan la mercadería y no vienen más, si son unos ‘bagres’”, comentó.
Al ser consultado por la actualidad de su negocio, el protagonista reflexionó: “La gente no tiene un mango, gasta en comida. ¿Qué va a comprar un balde? Agarrá uno de pinturas. ¡Lo que vale una escoba! ¡$ 1.000 cuesta! Y no encontrás quien fabrique escobas. Todo es caro”. Y agregó: “La gente no te da ‘bolilla’ ahora, casi nadie. Actualmente, salgo tarde y me quedó parado en una esquina.
Para el cierre Cejas hizo una reflexión sobre el significado del trabajo para su vida. “Salir a trabajar todos los días. Hay que laburar. Aunque sea puerta por puerta. Es lo que hay que hacer. Si no tenés que estar pidiendo o revolviendo tachos de basura. Tengo 50 años de calle y me encanta. Todos los días tenés que salir a buscar el mango”, opinó.
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