Martes 1.10.2019
/Última actualización 12:56
Desde hace tiempo, la superpoblación de palomas en la ciudad pasó de ser algo característico de la ciudad, a convertirse en un problema. Las andanadas de aves generan dificultades: en 2017, por ejemplo, debió arreglarse un parte de la fachada del Registro Civil: las palomas deterioraron las superficies. Lo mismo en otros lugares de valor patrimonial —Casa de Gobierno, por ejemplo—, y en la Casa de la Cultura, antes de ser restaurada, las palomas habían hecho “un desastre”. Además, las heces generan un corrosivo y dejan manchas de nunca sacar en las carrocerías de los autos.
En 2009, El municipio contrató a alguien que trajo dos gavilanes para ahuyentar las palomas (la cetrería, así se llama esta técnica, es uno de los modos de control de la población de aves) y evitar el asentamiento de palomas urbanas en las alturas del Palacio Municipal. Aquello tampoco funcionó. Entonces, ¿qué hacer con estos pájaros, que para muchos son una plaga, algo así como “ratas con alas”? Una concejala de la ciudad impulsa un proyecto de ordenanza que busca dar una solución a esta cuestión.
En el proyecto, Marcela Aeberhard (Bloque PJ - Santa Fe) propone crear un Plan Municipal de Gestión Ética de la población de palomas urbanas, para “proteger la vida y la salud de estas aves mediante el control de su natalidad”, utilizando “métodos (de anticoncepción veterinaria) éticos y científicamente comprobados”. Hay dos especies de palomas predominantes en la ciudad: la columba livia (bravía domesticada) y la zenaida auriculata (torcaza).
La iniciativa legislativa se diseñó con la participación de la Dra. Natalia Pallavicini, presidenta del Instituto de Derecho Animal del Colegio de Abogados de Santa Fe (1era. Circuns.). También se consultó a especialistas de la Fundación Aves en Problemas. “Aunque no lo veamos, las palomas están, son muchas y coexisten con nosotros; entonces, tenemos que hacernos cargo del problema desde una perspectiva ética, sobre criterios del derecho animal, y que la solución sea una política de Estado”, le dijo Aeberhard a El Litoral.
Tomó un caso comparado: en la ciudad de Valencia (España), el ayuntamiento dispuso una estrategia de control de natalidad de estas aves desde hace algunos años. Los resultados fueron buenos: se construyeron palomares ecológicos, adonde se sustituyen los huevos reales por falsos, y se administra “pienso” (sustancia anticonceptiva), que hace que las aves no críen huevos durante el tiempo que lo toman. Se controló la proliferación.
“Sabemos que hoy, la Municipalidad local está haciendo un trabajo de control de natalidad de palomas urbanas en algunos lugares de la ciudad, y el financiamiento (para sostener el plan de gestión ética) es posible, no es oneroso. También estamos juntando firmas por la plataforma change.org y hay muchas adhesiones: creemos que la ciudadanía tiene mucha más conciencia sobre el derecho animal”, reflexionó la edila.
El Plan de Gestión Ética está integrado por cinco programas: el primero es el de anticoncepción, desde el cual se implementaría el control de la natalidad de las palomas urbanas para reducir su proliferación, con métodos contraconceptivos “científicamente acreditados en cuanto a su eficacia y a su incidencia positiva en la salud de las aves”.
Pero para eso, se deberán identificar los lugares y zonas del ejido urbano donde exista un mayor aglomerado de palomas urbanas, a través de estudios y relevamientos sobre cantidades, hábitos de alimentación, anidamientos, etc.. También, determinar durante qué períodos del año se debe alimentar a la población de palomas con alimentos compuestos de sustancias hormonales que inhiban la fecundación, y definir la periodicidad en cuanto a la repetición del proceso.
Además, se deberá evaluar a cada cierto lapso de tiempo el impacto de las medidas de control poblacional en cuanto a su efectividad. La norma presentada prohíbe la aplicación de métodos que se apliquen “para reducir el número de palomas urbanas o ahuyentarlas”.
El segundo programa plantea la creación de palomares en el ejido urbano, para albergar palomas y “proteger su vida y su salud e integridad, además de controlar su reproducción”. Los palomares deberán ser instalados y acondicionados de acuerdo a las condiciones de bienestar animal según su especie. La construcción de albergues “podría hacerse en conjunto con escuelas técnicas o con integrantes de las Escuelas de Trabajo: es un trabajo simple y los recursos humanos están”, sugirió la concejala.
De manera progresiva, el municipio determinará adónde se deberán construir, destinar recursos financieros y humanos (que estarán incluidos en cada Presupuesto anual) El mantenimiento de los palomares, la alimentación y el control de la reproducción de las palomas allí alojadas, estará a cargo de personal municipal idóneo que podrá desarrollar las tareas conjuntamente con la colaboración del voluntariado registrado.
El tercer programa es, justamente, la formalización de un registro de voluntarios para la protección de los palomas urbanas. Podrán inscribirse particulares u ONG’s ambientalistas. Los voluntarios deberán alimentar a las palomas; colaborar en la manutención y el cuidado de los palomares, y en la aplicación del método de control de reproducción, entre otras labores.
El cuarto eje es llevar adelante campañas de información pública sobre derecho animal; asesorar a la comunidad acerca del contenido e implementación del plan de gestión poblacional, y “generar conciencia sobre la importancia del rescate de las palomas urbanas que necesiten ser asistidas como modo de valorar y proteger su vida”.
Finalmente, el proyecto propone la remodelación del emblemático Palomar de la Plaza Cristóbal Colón, entre calles Rivadavia, Tucumán, La Rioja y San Luis. La idea: ejercer allí “un control poblacional activo mediante métodos éticos y eficaces, y parquizar y forestar con especies arbóreas adecuadas para estos espacios”, entre otros.