“Lo que estamos notando hoy es que los pobres no pueden sostener más ajustes, esto es un terremoto para los pobres, y decididamente son los que más sufren y los pagan”, dice José Luis “Colo” Zalazar, desde el Movimiento Los Sin Techo (LST).
El dirigente barrial le mide el pulso a la crisis en los barrios marginales de la ciudad.
“Lo que estamos notando hoy es que los pobres no pueden sostener más ajustes, esto es un terremoto para los pobres, y decididamente son los que más sufren y los pagan”, dice José Luis “Colo” Zalazar, desde el Movimiento Los Sin Techo (LST).
“Antes la clase media daba su changuita a los marginados, ahora ya no la puede dar más, se ajusta, va al supermercado y lleva pocas cosas, mientras que los pobres no entran”, describe el militante de los barrios postergados de Santa Fe, y advierte que “hay mucha desesperanza, desánimo, en los sectores marginados”.
“Perder la esperanza es peligroso, porque ahí todo vale. Se rompe el tejido social y no se salva nadie”, dice Zalazar. Por ello, “el Estado tiene que estar presente, hacerse cargo del problema, porque es el principal promotor del bien común, de la justicia social, de la igualdad de oportunidades y de romper la inequidad en la distribución de la riqueza; esa es su función. Está escrito en la Constitución y lo ha practicado. No puede estar ausente”.
Más adelante, el dirigente barrial dice: “Van a empezar las clases, si empiezan -apunta, en relación a las posibles medidas de fuerza-, y nadie sabe quién va a poder comprar una mochila, colores, cuadernos. Nadie sabe lo que es ir a la escuela sin alimentarse, porque no tienen para alimentarse”, advierte. “Hablamos de trabajo y educación de calidad pero no se alimentan. Entonces el Estado, al estar ausente, se transforma en injusto, y transforma a la sociedad injusta. Por eso decimos que esta situación es peligrosa”.
Sobre el final de la conversación, Zalazar dice que en los barrios carenciados ya no pueden esperar más. “La gente marginada necesita hoy el agua, la luz, el terreno, la casa, la educación, la mochila, la computadora; porque mañana es tarde. Y sabemos lo que pasa. Leemos el diario todos los días”, señala. “Esto no quiere decir que los pobres sean violentos. Los pobres no son violentos. Es un caldo de cultivo que en algún momento explota”.
“En casi 40 años no rompimos ninguna vidriera, ni quemamos una cubierta -destaca Zalazar-. Hemos podido sostener a la gente con el trabajo comunitario y calmar algunos problemas de saqueos. Pero esto no es gratis. Los pobres merecen vivir mejor y el Estado es responsable”.