Dos genios unidos por el arte: cuando Toulouse-Lautrec retrató a Oscar Wilde
El pintor decimonónico que mejor representó la noche parisina, representó al escritor en un momento de declive personal, cuando estaba a punto de ser condenado a prisión.
Oscar Wilde, en su declive, bajo la mirada de Toulouse Lautrec.
Foto: Reprodart.com / Colección privada
El primero de los protagonistas es Henri de Toulouse-Lautrec, el genial pintor postimpresionista. El mismo que dijo que “siempre y en todas partes la fealdad tiene sus acentos de belleza, es emocionante descubrirlos donde nadie los ve”. El hombre que logró, a través de sus trabajos, sintetizar la vida nocturna de la jubilosa París de su tiempo, el último tramo del siglo XIX. En especial, del Montmartre bohemio, sus cabarets, teatros y burdeles. El segundo es Oscar Wilde, agudo y satírico observador de la sociedad inglesa de la misma era. Ambos unidos por la pasión artística y una común empatía por los marginales. El resultado del cruce: un retrato del escritor inglés realizado por el pintor francés, donde el autor de “El retrato de Dorian Gray” aparece más viejo, apenado y macilento que en las imágenes que de él se conservan, donde suele aparecer con una postura altiva, desafiante y algo displicente.
"La toilette" (1889). Foto: Museo de Orsay
Wilde y Toulouse, según narran las crónicas, se habían conocido en esa París que el pintor conocía tan al dedillo, pero el inglés no había querido posar para el artista plástico. Se desconocen las razones, pero en parte puede explicarlo el hecho de que Wilde se hallaba en su apogeo, producto del éxito de sus obras teatrales. El retrato que le hizo, que quedó para la posteridad, tiene como contexto el famoso juicio a través del cual se condenó a Wilde a dos años de prisión y trabajos forzados por su romance con el joven lord Alfred Douglas. Los cargos en su contra fueron brutales: “sodomía y grave indecencia”. Hay que entenderlos en contexto, ya que era una época en la cual la homosexualidad, bajo las rígidas costumbres de la era victoriana, era mal vista y castigada. Según narra The Guardian en un artículo publicado en noviembre de 2000, el mismo fue realizado la noche antes al día en que el escritor afrontó la sentencia. “Toulouse-Lautrec regresó a su habitación de hotel y sacó de su memoria la ansiedad demacrada y el envejecimiento prematuro de un hombre que sólo tenía 41 años”, señala el artículo.
State Hermitage Museum
Perspectivas
El lazo que el arte estableció entre ambos no parece casual si se toman como referencia algunos datos biográficos de ambos. Toulouse-Lautrec, cuyo nacimiento fue hace exactamente 159 años, el 24 de noviembre de 1864 tuvo una existencia traspasada por los problemas de salud y por su baja estatura, derivación de un accidente. De manera que, en muchos casos, sus obras reflejan una empatía por los personajes ubicados en los márgenes de la sociedad. Lo cual no es equivalente a que haya sido de hecho un marginal. Juan Batalla lo señala en un artículo publicado por Infobae: “no fue un paría bufonesco, descartado de la sociedad por su enfermedad hereditaria como se lo suele presentar, sino un hombre respetado por sus colegas (sobre todo por sus litografías), de perfil bajo, que posiblemente no era consciente de la riqueza de su hacer”.
Metropolitan Museum of Art
Algo parecido a lo ocurrido con Wilde. Antes de caer en desgracia por su desafío a las normas victorianas, era muy respetado en el ambiente artístico. Y, al mismo tiempo, aparecía como un observador sagaz de su entorno, inclusive con algún toque de arrogancia, a quien le gustaba polemizar. Luego de sus años en la prisión, que dieron pie a su famosa Balada de la cárcel de Reading (“No todo hombre despierta al alba y ve aterradoras figuras en su celda, al trémulo capellán con ornamentos blancos, y al director, de negro brillante, con el rostro amarillo de la sentencia”), acabó sus días solo y olvidado en un hotel de París. Esa misma ciudad cuyas atmósferas noctámbulas y pintorescas había reflejado con tanta nitidez Henri Toulouse-Lautrec. Como el propio Wilde afirmó: “la vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida”.
"The Laundress" de T. Lutrec. Foto: Colección privada