Comparado con los grandes maestros, logró plasmar en sus obras el espíritu de la realidad uruguaya de su tiempo, finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Horacio Caillet-Bois le dedicó una columna en El Litoral en 1957: “constituye un caso especialísimo en la pintura americana y universal”.
“Salida de misa”, óleo sobre cartón. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
Pedro Figari desarrolló dos facetas que pueden ser vistas como antagónicas: pintor y abogado. Incluso, llegó a ocupar puestos de importancia en su país, Uruguay, donde nació el 29 de junio de 1861 y falleció el 24 de julio de 1938. Es valorado, a casi un siglo de su partida, producto de su contribución al arte y su difusión internacional de la cultura uruguaya.
Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
Fue abogado, juez, diputado y presidente del Banco Nacional. Pero su vocación por las artes plásticas lo llevó a dedicarse enteramente a la pintura a partir, aproximadamente, de la década de 1910. Hay un dato que marca su evolución: antes de dedicarse de lleno al arte, firmaba sus obras con seudónimos. Hasta que su inclinación por la pintura se expresó en toda su plenitud.
Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
Fue autodidacta, pero la curiosidad lo llevó a explorar diversos estilos, desde el realismo hasta el impresionismo y el postimpresionismo. Su obra pictórica se caracteriza por reflejar escenas de la vida cotidiana en Uruguay, especialmente vinculados con la ruralidad y el candombe. Su pretensión era dejar constancia de la identidad y la cultura de su país, capturando los aspectos esenciales de la vida y las tradiciones uruguayas.
Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
Figari fue un precursor del arte moderno en Uruguay y desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de la identidad artística del país. Fue, en su obra y en su vida, un activista por los derechos de los afrodescendientes y los grupos marginados.
Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
Pedro Figari dejó una serie de obras notables, entre las cuales sobresalen “Baile en el Café”, que representa una escena animada de un café en Montevideo. “La procesión”, vinculada con los rituales religiosos. “Candombe”, que alude a ese género musical y danza tradicional. “Maternidad”, que trasunta ternura y amor de madre. Y “Casamiento en el campo”, que pone énfasis en el entorno rural del rito.
Un Gauguin latinoamericano
En 1957, Horacio Caillet-Bois le dedicó una columna que publicó en el diario El Litoral. “Pedro Figari constituye un caso especialísimo en la pintura americana y universal. Para hallarle parangón con otras individualidades contemporáneas, en el perfil original y trascendente de su vida y de su obra, habría que compararlo con Gauguin o con Van Gogh, si no por el tinte dramático de su existencia, por el misterioso determinismo de su vocación”, apuntó.
Foto: Archivo El Litoral / Hemeroteca Digital Castañeda
“Figari fue, fundamentalmente, un hombre de hogar y de arraigadas convicciones morales, que muchas veces le costaron vicisitudes que afrontó con alta dignidad ciudadana; en eso se diferenció de aquellos pintores que rompieron amarras con todo convencionalismo social, pero fue víctima, como ellos, de la incomprensión humana que es el calvario del artista”, destacó luego.
Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
“Demuestra Figari que la anécdota es válida cuando se la sabe animar en la pintura con la fuerza viva de la autenticidad. No hay que despreciar lo tópico porque sí, sino saber distinguir lo que es mero folklorismo insustancial y pigmentario, de lo que es raíz profunda en la tradición, entraña caliente y viva de la historia, retazo animado y vigoroso de la realidad. Eso supo hacer Figari; por eso su arte es universal. El nombre de Pedro Figari es uno de los señeros en el arte actual, y artistas como Picasso y Matisse le tenían como un alto valor de nuestro tiempo”, remarcó.
Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
“Figari es un pintor difícil de clasificar. Puede decirse de él como se ha dicho de Chagal, que no tuvo maestros ni tuvo discípulos. No se le pueden hallar antecedentes, como no sea en el arte primitivo, aunque este término es poco aclaratorio, porque Figari no se inspiró en culturas prístinas ni aborígenes, ni se le conocen descendientes como no sean imitadores que intentan imitarlo, pero que no le pueden imitar. Su arte es difícil, pues. Dentro de su aparente facilidad, como ocurre con los verdaderos creadores, hay en su expresión pictórica una profunda poesía, una caladura honda en el espíritu de una sociedad y de una época. Y eso es lo inimitable”, cerró.
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