Luca Giordano, conocido como “Luca fa presto” por su asombrosa velocidad al pintar, se destacó como uno de los más prolíficos y versátiles artistas del barroco europeo. Falleció un día como hoy, 3 de enero, del año 1705, hace 320 años. Hijo de un modesto pintor llamado Antonio Giordano, inició su formación bajo la influencia de José de Ribera, pintor, dibujante y grabador español del siglo XVII cuya herencia tenebrista marcó sus primeras obras.
Su trayectoria artística lo llevó a sumarse a las corrientes pictóricas de su época a través de viajes por Roma, Florencia y Venecia, donde asimiló el trabajo de maestros como Tiziano, Veronés y Rubens. Esta etapa le permitió integrar estilos y técnicas que enriquecieron su producción, desde composiciones religiosas hasta frescos, caracterizados por una intensidad cromática y una composición dinámica.
Museo Nacional de Bellas Artes
Según datos del Museo Nacional de Bellas Artes, que conserva al menos dos obras de este artista, Giordano fue un pintor prolífico y de cuidadosa elaboración en sus trabajos. “Atento observador de la producción artística de su tiempo, fue discípulo de José de Ribera, a quien secundó en su taller y de quien tomó composiciones que supo recrear con maestría”.
Un artista variado
A lo largo de su carrera, Giordano trabajó en múltiples encargos para iglesias, palacios y clientes aristocráticos, tanto en Italia como en España. Entre sus logros están los frescos de la cúpula del monasterio de San Gregorio Armenio en Nápoles y las decoraciones del monasterio de El Escorial en España. Nombrado primer pintor de cámara por Carlos II, su obra en la corte española incluyó frescos como la "Alegoría de la Orden del Toisón de Oro" en el Casón del Buen Retiro.
Archivo
La amplitud y calidad de su producción abarcan desde lienzos influenciados por el Renacimiento hasta frescos que anticiparon recursos del rococó. Murió mientras trabajaba en Nápoles y su legado es testimonio de su maestría técnica.
Miguel Hermoso Cuesta, en su artículo “Apuntes sobre Luca Giordano y el arte efímero”, da cuenta de esa variedad expresada por el pintor. “El talento de Giordano no se limitaba sólo a obras de carácter religioso o político, sino que se extendía también al teatro, y así sabemos que en 1680 realizó las escenografías de El gran Tamerlán, obra representada el 4 de febrero de ese año en el Palacio Real de Nápoles para conmemorar la boda de Carlos II con María Luisa de Orléans”.
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¿Talentoso o mercenario?
Sin embargo, su capacidad para reinventar los estilos de los grandes maestros fue la base de una serie de prejuicios que ensombrecieron en parte su figura. Según Esteban Iborio, “sus críticos lo acusan de ser un prolífico comerciante de todos los estilos sin ser maestro de ninguno y de hecho tras su muerte, artistas y críticos lo consideraron prácticamente el responsable de la decadencia de la pintura española en el XVIII”.
Alfonso E. Pérez Sánchez afirma, en tal sentido, que “Giordano fue un artista admirablemente dotado para la imitación de otros artistas, un dibujante brillante y un bocetista extraordinario. Muchos bocetos para sus ciclos de frescos tienen la calidad de obras terminadas, pero queda la duda de si son ‘recuerdos’ por mano de los abundantes discípulos y colaboradores de que se rodeaba y que copiaban sus composiciones con suma habilidad”.
Museo del Prado
Agrega Pérez que “su estilo, barroco y colorista, influyó mucho en los pintores napolitanos que fueron sus discípulos (el citado Giuseppe Simonelli, Paolo de Mateis, Nicolo María Rossi, Nicola Malinconico y otros muchos que serán responsables de las cientos de obras genéricamente designadas “del taller de Giordano”.
A pesar de las controversias Luca Giordano sigue siendo un personaje de interés para historiadores y amantes del arte. Su capacidad para adaptarse a diferentes estilos y demandas, combinada con una producción vasta, lo posiciona como un referente del Barroco. A 320 años de su partida, su obra sigue dialogando con el presente.
Museo Nacional de Bellas Artes
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