Desde sus inicios junto a Joseph Beuys hasta su consagración como figura central en el arte contemporáneo, Immendorff desafió las normas. Con obras sociales y políticas, su serie “Café Deutschland” se destaca como un hito de su carrera, reflejando las tensiones de una Alemania dividida.
Fragmento de una de las obras que integran la serie “Cafe Deutschland”.
FOTO: MoMA
La vida y la obra del artista alemán Jörg Immendorff se caracterizan por la constante creatividad, el compromiso, la incursión en terrenos inexplorados y el intento continuo de alejarse de las zonas de confort. Desde sus inicios como docente en Bleckede hasta convertirse en una figura central en el panorama del arte contemporáneo, Immendorff llegó a ocupar un lugar de referencia en la segunda mitad del siglo XX.
Saatchi Gallery
Nacido el 14 de junio de 1945, dejó pronto las aulas cuando se dio cuenta de que quería consagrar su vida al arte. Bajo la tutela de Joseph Beuys, un creador controvertido sobre quien se habló hace algunas semanas en este mismo espacio, encontró el estímulo y la guía que darían forma a su carrera.
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Sus primeras obras irradian una frescura audaz, quiebran reglas y abordan temáticas sociales y políticas con una franqueza que pronto encontró eco en el público. “En sus tempranos trabajos de los años 60 y 70, Immendorff caricaturizó a la élite política de entonces en una mezcla de cómic con realismo socialista, en imágenes que hoy se nos antojan ingenuas en vista de las dimensiones de los problemas posneoliberales”, indica Pablo Kummetz en su artículo “Immendorff: arte y dolor”, publicado en DW.
Tate
Hito
Uno de los puntos más altos de su trayectoria es la serie titulada “Café Deutschland”, realizada entre finales de los 70 y principios de los 80. A través de esta “odisea” visual, puso el foco sobre los contrastes y las tensiones de una Alemania dividida, utilizando un café ficticio como escenario. La serie, de 19 pinturas, se opone a la política alemana de la posguerra.
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“En una de las obras aparece el águila de la Alemania Federal con una esvástica nazi entre sus garras. El arte, como forma de superar la separación de su país en dos Alemanias. Las pinturas de esta serie tienen una atmósfera de club nocturno”, señala Natividad Pulido en ABC. “En esta serie, los rasgos y los colores característicos de su pintura adquieren una mayor expresividad, al tiempo que el artista se libera de los emblemas ideológicos. Sigue produciendo un arte político, pero alejado de los acontecimientos del momento”, indica la página web del Museo Reina Sofía.
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En efecto, Immendorff fue un activista inclaudicable, comprometido con las causas políticas y sociales de su tiempo. Desde su adhesión al maoísmo hasta su postura pro ecologista, entendió el arte como un instrumento para expresar y provocar cambios. Lo señala Pulido en su artículo: “Siempre comprometido y crítico con la situación política y social de su país, le interesaban cuestiones como el papel del arte y qué significa ser un pintor. Inventó una palabra (Lidl), que evoca el sonido de los sonajeros de los bebés, pero que para él tenía un significado bien distinto: se refiere al arte provocador, crítico con las instituciones”.
Cambios
Pero ya hacia finales de los 80, acorde con la evolución de los tiempos, deja de lado el activismo político para centrarse en el arte y crea otra serie, “Café de Flore”, que posa la mirada sobre el café parisino al que iban, entre otros, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. “En su tercera fase, Immendorff reflexiona, por ejemplo en la serie ‘Café de Flore’, sobre su propia existencia como artista. El cuadro del mismo nombre de 1990/91 muestra un mercado de verduras en el que Immendorff colocó seres humanos vivos y otros ya fallecidos, entre ellos conocidos pintores, él mismo como comerciante judío y una mujer desnuda con los rasgos de Rita Hayworth”, señala el ya citado Pablo Kummetz.
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Un artista en el “aquí y ahora”
A lo largo de su carrera, Immendorff probó varias técnicas y materialidades, desde la pintura hasta la escultura y la performance. Su obra evolucionó hacia una narrativa simbólica y alegórica, reinterpretando los grandes temas del arte del siglo XX. Una enfermedad neurológica truncó su vida en 2007.
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Para la especialista Patricia Villarruel, “el arte político europeo no se entiende sin su nombre. Su controvertido trabajo resulta imprescindible para comprender la fulgurante época en la que se descubrió como artista y que coincidió con los irreversibles cambios que afrontó la República Federal Alemana. Ya en sus inicios, en los agitados años sesenta, estaba convencido de que el arte tiene un gran potencial transformador de la realidad. Esa función social que le atribuye favorece, desde su punto de vista, la infiltración inmediata en la realidad cotidiana. La narrativa de sus cuadros, sus grabados, sus dibujos y sus esculturas se circunscribe en un contexto histórico determinado, en la interpretación de su visión del mundo. En el aquí y en el ahora”.
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