Marie Laurencin, nacida el 31 de octubre de 1885 en París y fallecida el 8 de junio de 1956, es conocida por sus etéreas y delicadas representaciones femeninas. Y, en perspectiva, debido a que logró destacarse en un ámbito dominado por varones, desarrollando un estilo único que la separó de sus contemporáneos.
Sotheby's
Inició sus estudios de pintura sobre porcelana a los quince años. Tres años más tarde, continuó su formación en la Académie Humbert, donde conoció a figuras importantes como el poeta Paul Éluard. A través de su amistad con él, se integró en el círculo de artistas del Bateau-Lavoir en Montmartre, un epicentro de la vanguardia parisina donde se codeó con Pablo Picasso, Georges Braque y Guillaume Apollinaire.
Apollinaire, un poeta influyente y su amante durante varios años, jugó un papel crucial en su vida y carrera. Su relación, aunque breve, fue significativa. Laurencin no sólo inspiró a Apollinaire en su poesía, sino que también fue mencionada en su libro “Méditations esthétiques” (1913), donde la sitúa entre las figuras más prominentes del arte de su tiempo. Más adelante, la pintora tuvo otras relaciones sentimentales pero Apollinaire fue siempre de enorme gravitación para ella y para sus trabajos.
Museo Picasso
En 1907, Laurencin hizo su debut en el Salón de los Independientes, una plataforma esencial para los artistas de vanguardia. Aunque su obra fue influenciada por el cubismo, especialmente en sus inicios, desarrolló un estilo personal que se alejaba de la rigidez geométrica de este movimiento. Sus pinturas, a menudo centradas en figuras femeninas con una atmósfera de ensueño, se caracterizan por los tonos suaves pastel y una sensación de fragilidad y distancia.
Durante la Primera Guerra Mundial, se trasladó a España junto a su marido, el barón Otto von Wätjen. Vivieron en Madrid y Barcelona, donde ella continuó su trabajo y amplió su círculo de amigos, incluyendo a Ramón Gómez de la Serna y al poeta japonés Daigaku Horiguchi. En 1921, tras su divorcio, regresó a París. No solo fue pintora, sino que también dedicó esfuerzos a la ilustración de libros y el diseño de vestuarios para ballets y obras de teatro. Su colaboración en “Las ciervas” de Francis Poulenc en 1924 muestra su talento para la escenografía.
Hagginmuseum
La Gran Depresión de 1929 la llevó a diversificar sus actividades, a través de la enseñanza en una academia privada. A lo largo de su vida, mantuvo un estilo coherente, caracterizado por una refinada estética que combinaba influencias del primer cubismo, el fauvismo y el simbolismo, con un toque personal y distintivo. Falleció en París en 1956 a los 72 años. Fue la única mujer mencionada por Apollinaire en su libro “Los pintores cubistas”, una inclusión que destaca su importancia en un movimiento predominantemente masculino.
Julia González en el artículo titulado “El surrealismo sáfico de Marie Laurencin”, la describe como una figura muy importante en la Section D’Or, la sociedad artística que dio lugar al cubismo. “Pero -dice la especialista- lejos de seguir el camino marcado por los artistas masculinos de la época, ella marcó la diferencia con una estética femenina, de formas curvilíneas y etéreas representadas con tonos pastel”.
Sotheby's
Artista, no musa
“Sin embargo -agrega- lo que más representa su obra es la temática queer, a medida que fue explorando y desarrollándose como artista. Poco a poco se fue alejando de las iniciales representaciones de tímidas figuras femeninas, a pasar a representar escenas más explícitas de mujeres besándose y acostadas juntas. Mostró al mundo una visión con un toque feminista que contrastaba con las mujeres que habían estado pintando sus compañeros de profesión hasta el momento”.
Museo Nacional de Bellas Artes
Kate Kangaslahti, en un texto que se puede encontrar en la página web del Museo Nacional de Bellas Artes, coincide con su colega. Explica que “en las obras de su madurez, la artista creó un mundo evidentemente femenino, presentado en un estilo suave y decorativo y una paleta de colores pastel, poblado de lánguidas figuras, vagamente melancólicas, cuyos ‘ojos de gacela’, delineadas cejas y bocas delicadas constituyen de alguna manera el logo facial de Laurencin”.
En “El cubismo y fauvismo de Marie Laurencin”, Yeraldine Machiste insiste sobre la misma idea al puntualizar que Marie Laurencin no era una musa (condición a la que solían ser relegas sus contemporáneas) sino una artista. “Trabajó en la creación de su propio estilo, que se ha denominado ninfismo. A partir de 1910, la paleta de colores que utilizaba evolucionó hacia los tonos pastel, como el gris, el rosa y el azul. Principalmente representaba a mujeres y animales, a menudo juntos. En su momento se la acusó de ‘sensiblería femenina’, pero no se dejó vencer por las críticas”.
Archivo
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.