Con una vida marcada por la bohemia y la enfermedad, Amedeo Modigliani se consolidó como uno de los pintores más reconocibles del siglo XX. La historia de un genio incomprendido cuyas obras valen varios millones de dólares.
“Desnudo reclinado” de Modigliani. Foto: The Metropolitan Museum of Art
Nacido en Livorno, Italia, el 12 de julio de 1884, hace justo 140 años, Amedeo Modigliani tuvo una infancia marcada por una salud frágil que lo acompañó hasta su muerte. Su formación comenzó en su ciudad natal bajo la tutela de Guglielmo Micheli, pintor representativo del plein-air. Viajando por Italia con su madre, absorbió influencias diversas que enriquecerán su desarrollo artístico. En 1902, ingresó en la Accademia di Belle Arti de Florencia, y cuatro años después, en 1906, se trasladó a París, el epicentro del arte de vanguardia. Instalado en Montmartre, Modigliani asistió a la Académie Colarossi y se relacionó con numerosos artistas, sintiendo la influencia de figuras como Henri Toulouse-Lautrec, el fauvismo y la época azul de Pablo Picasso, así como de los retratos de la última etapa de Paul Cézanne.
Courtauld Institute of Art
Milton Esterow explicó en un artículo publicado en Vanity Fair: “A Amedeo (que significa amado por Dios) Modigliani lo denominaron “el ángel melancólico”, “el príncipe de los bohemios”, y fue amigo de todos los artistas de Montmartre y Montparnasse; también un hombre ingenioso, encantador y apuesto, de cabello negro rizado, piel blanquísima y unos ojos negros penetrantes y hundidos. “Qué guapo era, Dios mío, qué guapo”, recordaba Aïcha Goblet, una de sus modelos. También era capaz de recitar de memoria a Dante, Baudelaire y D’Annunzio. Los parisinos admiraban la ropa que llevaba: traje de pana de color marrón chocolate, camisa amarilla, pañuelo rojo. “En París solo hay un hombre que sepa vestir, y es Modigliani”, aseguró Pablo Picasso en cierta ocasión”.
Museo Metropolitano de Arte
Fue en París donde su interés por la escultura floreció, especialmente tras conocer a Constantin Brancusi en 1909, gracias a su mecenas, el doctor Paul Alexandre. La escultura de Modigliani, influenciada por las máscaras africanas y el trabajo de Brancusi, se manifestó en una serie de cabezas, figuras de pie y cariátides entre 1909 y 1914. Juan Batalla escribió en Infobae que “sus figuras estilizadas son inconfundibles. Sus trazos sencillos. No hay margen para el error para confundir un Modigliani y eso lo convierten en uno de los pintores más falsificados del mundo”.
Museo de la Orangerie París
Bohemio
En 1914, Modigliani abandonó la escultura y se dedicó de nuevo a la pintura, integrando los elementos estilísticos de su experiencia escultórica en sus retratos bidimensionales. Estos retratos, que incluían a sus amantes y amigos de la vanguardia artística y literaria parisiense como Diego Rivera, Chaïm Soutine y Jean Cocteau, se caracterizaban por la estilización de los rostros y cuellos alargados, y la mirada perdida, rasgos que se acentuaron aún más en los retratos de Jeanne Hébuterne, su compañera sentimental desde 1917. Miguel Calvo Santos afirmó que “si buscamos un artista bohemio, seguro que sale a relucir su figura. No faltaron en su corta vida drogas, alcohol, mujeres, pobreza y enfermedad, y (como no podía ser de otra forma) sólo alcanzó la fama tras la muerte, aunque dejó plantadas semillas para lo que sería el arte moderno tal y como lo conocemos”.
Colección del Museo Norton Simon, Pasadena, California
Una visión en lucha
Modigliani no obtuvo reconocimiento en vida. Su única exposición individual, organizada por la Galería Berthe Weill en 1917, fue censurada por obscenidad el día de su apertura. Murió en 1920, a los 35 años, víctima de tuberculosis exacerbada por el alcoholismo y la pobreza. Su obra, abierta a los movimientos de vanguardia de su tiempo, desde el fauvismo hasta el cubismo, se mantuvo siempre única. Es una muestra testimonio de la intensa creatividad y la lucha personal en el contexto de una época de cambios.
National Gallery of Art Washington
Atormentado
Gisela Asmundo, El ojo del arte, expresó que “en sus retratos el problema estético y psicológico están sutilmente entrelazados, y al hacer un recorrido de los acontecimientos principales de su existencia, de sus sentimientos, y de sus relaciones profundas o pasajeras, podemos llegar a intuir al ser humano más allá del artista. Una persona atormentada y temerosa de su propio deceso, que intuía un final cercano. Desde niño había intentado escapar a la amenaza de su enfermedad y a la vergüenza que la tuberculosis le provocaba al toser sangre”.
Museo de la Orangerie París
Sus rostros inconfundibles
Rafael Bladé en un artículo realizado para La Vanguardia, remarcó que pese a sus fracasos, Modigliani siguió pintando hasta su muerte. “Sus amigos y amantes fueron su tema favorito. Retratos que han dado la vuelta al mundo gracias a sus característicos rostros ovalados, a semejanza de las máscaras africanas que tanto admiraba el artista. Hoy en día algunos críticos creen que se trata de cuadros sobrevalorados, aburridos y monótonos. Otros, sin embargo, opinan que esta monotonía tiene una explicación intelectual: Modigliani, judío e italiano, homogeneizaba a toda aquella pléyade de nacionalidades y etnias que confluyeron en el París de la época”.
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