Paisaje. El barrio linda con la laguna Setúbal. La vista, desde la altura, es imponente.
En este barrio de torres altas, rodeado por agua, unas 14 mil personas se organizan y pugnan por su crecimiento ordenado.
Paisaje. El barrio linda con la laguna Setúbal. La vista, desde la altura, es imponente.
Barrio El Pozo podría ser toda una ciudad: se estima que en sus 20 manzanas viven 14 mil habitantes. Hay quienes sostienen que tomó su nombre por una depresión en el terreno, que debió ser rellenado y levantado para la construcción de las torres. Otros lo aluden a quienes serían sus antiguos dueños, a la familia Del Pozo. Todos lo nombran con la cercanía de los afectos, de los senderos que caminan y transitan en bicicleta, de los rostros que cruzan a diario, las historias que nutren la vida de su centenar de casas y 14 torres.
Gran parte de los vecinos son los mismos que inauguraron el barrio. Fue construido a fines de la década del ‘70 junto con barrio San Jerónimo -ubicado detrás de la cancha de Colón- por los planes del Fondo Nacional de la Vivienda (Fonavi). Las primeras dos torres y ocho manzanas fueron inauguradas en octubre de 1988. Tres meses después se habilitaron otras cinco torres y cinco manzanas, hasta finalizar la entrega en junio de 1989. Está formado por edificios de diez pisos, la mayoría con cuatro departamentos por piso y casas de uno, dos y cuatro dormitorios.
Desde sus inicios, sus hogares cuentan con agua corriente y cloacas. Para quienes lo habitan, el crecimiento demográfico del barrio colapsó estas redes y sería la causa del desborde de las cámaras sépticas, el problema más urgente de El Pozo. El gas natural llegó a fines de 1999, y la organización constante de los vecinos gestionó todo lo demás. Hoy la vecinal se encarga de una parte de la limpieza del barrio. Otro movimiento de vecinos jóvenes, llamado El PoZillo, promueve de forma apartidaria la resolución de los problemas más urgentes.
Este barrio linda con la laguna Setúbal. El paisaje, desde la altura y en las calles periféricas, es imponente. Su lomo sur se apoya en la Ruta 168, donde un puente peatonal lo comunica con el hipermercado que se instaló del otro lado del camino.
Si bien en sus inicios el paraje estaba alejado del ejido urbano de la ciudad, la construcción de la Ciudad Universitaria de la UNL, el hipermercado y el centro comercial achicaron distancias. Hoy sus casas y torres son paisaje obligado para quienes residen en los distritos costeros. La lejanía ya no es un problema. La cercanía lo es: en sus calles, hay quienes claman que falta espacio.
Voces de barrio
Virginia Pini
vive en El Pozo desde su creación.
Marisa Malizia
comerciante, tiene un puesto de revistas y diarios.
Lo bueno, lo malo
En la última calle de El Pozo, Rector Cortés Plá, el paisaje es imponente: tras un paraje de césped y arena, la laguna Setúbal se extiende con su tranquilidad y perfume: es la playa Los Alisos. La belleza convive con un problema: los vecinos destacan que “por la noche se junta un grupito a drogarse y romper todo”.
20 FAMILIAS se asentaron -en los últimos diez años- en el cordón noroeste de El Pozo, a orillas de la laguna. Son construcciones precarias que los vecinos apodaron la “Manzana 21”. Los chicos asisten a las escuelas del barrio. Los grandes viven “como un vecino más” de El Pozo, pero sin servicios. Desde El PoZillo plantean el “estado de emergencia habitacional de las familias” y realizan “un acompañamiento constante” de sus habitantes, en especial ante la crecida del río.
Staff
Textos: Florencia Arri/ María Víttori. Fotos: Guillermo Di Salvatore. Cámara: Juan Manuel Víttori. Chofer: Mario Hereñú
en imágenes
La construcción de cocheras ilegales en veredas y espacios públicos es un reclamo recurrente entre los vecinos. Una parte reclama que hay cada vez más vehículos y no hay espacio suficiente para estacionarlos. Otra, que quienes erigieron cocheras “se apropiaron del barrio, de espacios de todos, y quitan lugar para estacionar los otros coches”. Algunos proponen “abrir las peatonales para que pasen los autos y poder construir cocheras en las casas”. Más allá de la incomodidad, la peor consecuencia es que “las ambulancias y bomberos no pueden acceder a algunos sectores por falta de espacio”.
El desborde de cloacas en distintos puntos de El Pozo es, sin dudas, el problema más urgente. Los vecinos dicen que el sistema está saturado, que no da abasto. “Las calles están inundadas de aguas servidas -señaló Marta Mabel Aguiar-. Habría que solucionarlo, es lo que más urge en el barrio”. Otro, Manuel Álvarez, sostiene que el problema data “desde hace, por lo menos, diez años”. Beatriz Sandoval y Daniel Moyano coinciden en que “las cloacas se tapan en todo el barrio y el líquido desborda en las cámaras sépticas. Es un foco infeccioso, además de desagradable. Necesitamos soluciones de fondo, no parches”.
En El Pozo, a Miguel Ángel Acevedo todos lo conocen como “El Japo”. Su casa es un mundo de plumas, lentejuelas y estandartes que asoma desde la puerta. Es quien creó y dirige la comparsa Santa Fe Cordial desde hace 39 años. Desde entonces, lleva “lo mejor del carnaval santafesino” por todo el país, durante todo el año. “Hemos luchado mucho. No nos ayuda nadie, ningún gremio ni partido político -aclara-. Nos manejamos solos, la comparsa es rentable”.
Detrás de tanto trabajo, “el Japo” destaca que “lo más importante es sacar a los chicos de la calle. Acá los chicos no gastan un peso, la comparsa es autosustentable”, aclara.
cronicas@ellitoral.com